Identidades con cuernos
Las corridas de toros en Catalu?a parece que est¨¢n llegando a su fin inducido, v¨ªa Parlament, o natural, por falta de afici¨®n. Pero en Madrid han sido convertidas en bien cultural. Definitivamente, la ganader¨ªa brava enfila hacia dehesas repletas de alcornocales nacionalistas. La irrupci¨®n de Esperanza Aguirre en el debate sobre la prohibici¨®n de las corridas de toros en Catalu?a lo ha provocado. Y adem¨¢s, ha conseguido que muchos indiferentes ante los espect¨¢culos taurinos tomen posici¨®n pol¨ªtica a la contra, al convertir con su actitud la fiesta de los toros en una suerte de salvoconducto de espa?olidad que solo expiden en la madrile?a calle de G¨¦nova, la sede central del PP. No es un gesto nuevo. Desde la televisi¨®n p¨²blica e institucional de Madrid se han lanzado campa?as contra el consumo de cava, en respuesta al dirigente de un partido independentista catal¨¢n que, en calidad de tal y no de otra cosa, hab¨ªa arremetido contra la celebraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos en Madrid. Ahora, nuevamente, Aguirre se ha puesto el mundo por montera y con su ej¨¦rcito medi¨¢tico ha vuelto a la carga. En un ejercicio de liderazgo que quiz¨¢ Mariano Rajoy deber¨ªa analizar detenidamente, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha banderilleado a la opini¨®n p¨²blica, auxiliada por los atentos monosabios del Gobierno valenciano, y ha situado la pol¨¦mica en el terreno de la confrontaci¨®n entre Catalu?a y el resto de Espa?a.
Aguirre ha situado el debate sobre las corridas de toros en el terreno de la confrontaci¨®n entre Catalu?a y el resto de Espa?a
Hay nacionalismos separatistas que nacen como respuesta a los nacionalismos separadores, dec¨ªa Castelao en referencia a Espa?a. Prescindiendo de la dial¨¦ctica entre origen y causa y en disquisiciones sobre la gallina y el huevo, el padre del galleguismo cultural s¨ª acert¨® al establecer unas categor¨ªas perfectamente v¨¢lidas hasta el d¨ªa de hoy. Lo que ha hecho Esperanza Aguirre ha sido marcar los dos terrenos y con su actitud pol¨ªticamente temeraria ha tomado posesi¨®n de la finca de los separadores. Durante la tramitaci¨®n de la iniciativa legislativa popular -promovida por un colectivo de exclusiva obediencia animalista-, los grupos nacionalistas del Parlament -CiU y ERC, por un lado, y el PP, por otro- han rehuido los criterios de espa?olidad en los debates. Es absurdo negar que bajo las argumentaciones pol¨ªticas subyace un fondo nacionalista, en un sentido u otro. Pero en la C¨¢mara catalana nadie lo ha explicitado durante las sesiones. Podr¨¢ opinarse que se trata de un ejercicio de cinismo. Pero quiz¨¢ haya quien crea que es de responsabilidad y madurez para evitar una confrontaci¨®n de identidades. En el Parlament, esta misma semana, se han expresado en castellano detractores de los toros como Jorge Wagensberg y Jes¨²s Moster¨ªn. En franc¨¦s defendi¨® los toros el alcalde, comunista, de Arl¨¨s y en catal¨¢n hizo lo propio Salvador Boix, apoderado del diestro Jos¨¦ Tom¨¢s. Han sido unas comparecencias con gran pluralismo que han suscitado inter¨¦s y respeto por parte de la opini¨®n p¨²blica.
No se equivoca, sin embargo, quien vea asomar los bigotes del nacionalismo en el blindaje de los correbous de las tierras del Ebro, aprobado por el Parlament hace unos d¨ªas. En defensa de las esencias nacionales, tanto ERC como CiU argumentaron que en esos festejos callejeros el animal no es sacrificado. Con ello evitaron que la prohibici¨®n de las corridas se extendiera por simpat¨ªa animalista a una "tradici¨®n catalana". Y sobre todo, salvaron del engorro a sus diputados en aquellas comarcas, que se habr¨ªan visto en un brete al tener que votar contra las corridas de toros sin haber puesto a salvo los b¨¢rbaros correbous.
El debate de la iniciativa legislativa popular en el Parlament contra las corridas ha sido un ejemplo de libertad de expresi¨®n y responsabilidad que se ha mantenido voluntaria y activamente fuera de los contornos de la confrontaci¨®n identitaria. Esperanza Aguirre ha decretado el fin del tercio de banderillas y ha llevado el debate al terreno del estoque, que nadie quer¨ªa en Catalu?a y que, seguramente, en el resto Espa?a nadie necesita. Bueno, al parecer, casi nadie.
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