Toda una (in)cultura
La sociedad valenciana, e incluso algunos responsables pol¨ªticos y muchos electores conservadores, no se merecen estar continuamente apareciendo en las p¨¢ginas de sucesos de los medios de comunicaci¨®n espa?oles. Y hace mucho tiempo que desgraciadamente es as¨ª. No merecen unos dirigentes que demuestran el nulo aprecio por el ejercicio de la democracia y la falta de respeto a las manifestaciones plurales de la sociedad a la que pretenden representar.
Instalados en una especie de populismo autoritario, han llegado a creerse que las instituciones son suyas. Que los presupuestos son suyos. No imaginan otra forma de gobernar y mucho menos otro tipo de gobierno. No hay espacio para nada ni para nadie m¨¢s. Algunos de sus dirigentes m¨¢s significados desprecian cuanto ignoran y lo ignoran casi todo. Exhiben p¨²blicamente su incultura, su falta de respeto por el adversario pol¨ªtico y se vanaglorian de ello. Adem¨¢s de a Berlusconi, recuerdan a aquel partido populista norteamericano fundado en 1845, el Partido Americano, conocido por sus propios fundadores como el Partido de los que No Saben Nada. Presumen de haber entronizado la vulgaridad y la ordinariez. Una derecha populista que no solamente es la expresi¨®n genuina de una falta muy preocupante de cultura democr¨¢tica, sino que en ocasiones ignora las reglas m¨¢s b¨¢sicas de la urbanidad.
Demasiados episodios de intolerancia como para no ver un profundo sustrato autoritario
Es mucho m¨¢s que un episodio aislado o un error pol¨ªtico. Es toda una (in)cultura. Tienen una concepci¨®n tan elemental, tan primaria de la democracia, que creen que consiste en hacer todo lo que se les antoje por el hecho de haber tenido m¨¢s votos. Reducen el contenido de la democracia a una grotesca caricatura de simple mayor¨ªa aritm¨¦tica, sin controles, sin contrapoderes, sin voces disonantes y reduciendo la libertad de expresi¨®n hasta l¨ªmites inveros¨ªmiles. Se comportan como dirigentes ignorantes de que el ejercicio de la democracia cobra toda su dimensi¨®n precisamente al d¨ªa siguiente de haber ganado unas elecciones. Desprecian, ignoran, censuran o atacan a quienes no piensan como ellos. Por lo general, utilizando el ataque ad personam, nunca a los argumentos de quien formula una cr¨ªtica. Una mala costumbre importada en su d¨ªa de los expertos de comunicaci¨®n del Partido Republicano norteamericano que ha hecho fortuna entre algunos responsables pol¨ªticos y comunicadores espa?oles.
El caso de la censura de las fotos ?en el Museo de la Ilustraci¨®n y la Modernidad! pretendiendo borrar la historia gr¨¢fica del caso G¨¹rtel, no es m¨¢s que un eslab¨®n m¨¢s de una larga cadena de expresiones, actitudes y decisiones que evidencian su extrav¨ªo, su arrogancia y su prepotencia. Los episodios son incontables: la forma de entender el gobierno, la observancia de sus propias leyes, la transparencia o la puntual informaci¨®n en el Parlamento regional por parte del Gobierno regional y su presidente. La pol¨ªtica ?informativa? en Canal Nou, la televisi¨®n ?p¨²blica? y ?valenciana? que incumple sistem¨¢ticamente los objetivos de su propia ley de creaci¨®n. Las actitudes antidemocr¨¢ticas y de falta de respeto a los partidos de la oposici¨®n protagonizadas por responsables del grupo parlamentario conservador en las Cortes Valencianas, salpicada de episodios como el recientemente protagonizado por el vicepresidente del Gobierno regional, se?or Cotino, intentando estigmatizar a la diputada Oltra utilizando informaci¨®n privada de forma obscena. Las reiteradas actitudes de menosprecio a la oposici¨®n y a quienes no piensen como ellos por presidentes de las diputaciones, por alcaldes o alcaldesas, por concejales ?de cultura? contra profesores, contra universidades, contra periodistas o profesionales, ora porque expresan su opini¨®n, ora porque hablan correctamente en valenciano, ora porque no escriben al dictado. Demasiados episodios de intolerancia como para no ver un profundo sustrato autoritario que aflora con incontenible facilidad en su estilo de gobierno.
Si le conocieran, si alguna vez leyeran un libro, les har¨ªa mucho bien leer a Isaiah Berlin, quien debiera ser uno de sus autores de cabecera. Sugiero, por ejemplo, Cuatro ensayos sobre la libertad. Comprobar¨ªan que la libertad de expresi¨®n es un valor moral. Que los derechos, y no el poder, son definidos como valores. Si adem¨¢s repasaran textos b¨¢sicos sobre derechos humanos sabr¨ªan que la libertad de expresi¨®n es un derecho universal. Que la libertad de expresi¨®n no es negociable. Que la negaci¨®n del pleno ejercicio de ciudadan¨ªa impide construir una sociedad decente. Y que, como ya dijo Avishai Margalit, la cultura en una sociedad decente debe ser una cultura que no humille. Que una sociedad civilizada es aquella cuyas instituciones no humillan a las personas. Que la decencia es un concepto social.
Joan Romero es catedr¨¢tico en la Universitat de Val¨¨ncia.
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