Ahora soy m¨¢s consciente de lo que hu¨ªa: la realidad
El escritor "reaparece" con Dublinesca, una novela protagonizada por un editor que se jubila y celebra el entierro de la era Gutenberg. La obra juega con las casualidades que suscita el Ulises de Joyce.
Qu¨¦ r¨¢pido pasa el tiempo -piensa-. Mi¨¦rcoles, amor, enfermedad, vejez, clima, aburrimiento, lluvia...". Esas palabras, que est¨¢n en Dublinesca (Seix Barral), su ¨²ltima novela, son de Enrique Vila-Matas, y aunque esta obra es ficci¨®n, y ¨¦l quiere que sea ficci¨®n absoluta, parecen un retrato interior de su propio avatar. Aunque prefiere que no se dramatice la circunstancia, por este barcelon¨¦s de 61 a?os transcurri¨® una enfermedad seria, y de alg¨²n modo ese malestar a?adi¨® al mi¨¦rcoles, al amor, a la vida, en definitiva, los sentimientos que aparecen cuando a la vuelta de la esquina se ve el bulto oscuro de un porvenir incierto.
?l sali¨® bien del acontecimiento, y antes y despu¨¦s estuvo escribiendo esta novela, que es sobre un viaje, y no s¨®lo metaf¨®rico. El protagonista, Samuel Riba, es un editor que decide jubilarse -a la misma edad que el novelista-; desde esa distancia que le da la decisi¨®n de decir adi¨®s a todo eso, junta a unos amigos y se va a Dubl¨ªn, a celebrar el entierro de la era Gutenberg, en torno a las casualidades que concita el extraordinario Ulises de James Joyce, una novela fundamental en el siglo XX, emparentada adem¨¢s con el nacimiento del padre del editor de ficci¨®n (que naci¨®, como el padre de Vila-Matas, al tiempo que llegaba a Par¨ªs el primer ejemplar de la madre de todas las novelas modernas). Lo cierto es que aqu¨ª Vila-Matas muestra de nuevo, y con un vigor que se parece al de los sue?os, lo que en la propia novela se llama "fanatismo desmesurado por la literatura".
"Ha habido un antes y un despu¨¦s. En el despu¨¦s, cuando volv¨ª a la vida, sent¨ªa que hab¨ªa heredado la obra de Vila-Mats"
"En 'Dublinesca' hay muchas apariciones. As¨ª elimino esa idea de que mi tema es la desaparici¨®n"
Hablamos con ¨¦l en la Librer¨ªa Central, en Barcelona, recluidos en la parte m¨¢s rec¨®ndita del caf¨¦. Enrique Vila-Matas vive ahora, despu¨¦s de aquel contratiempo que ya es tan s¨®lo memoria, mucho m¨¢s adentro, como si se hubiera cambiado de habitaci¨®n y hubiera pasado del cuarto de Bartleby al territorio del que Dubl¨ªn, como en el libro, es una met¨¢fora de silencio, misterio y (buena) literatura.
PREGUNTA. "Qu¨¦ r¨¢pido pasa el tiempo...". Esa frase parece dominar el libro, es su atm¨®sfera...
RESPUESTA. Ahora que lo dices, el clima que estas palabras reflejan es el de tantas novelas irlandesas. La literatura irlandesa es genial. Me pregunto c¨®mo lo hacen para que salgan tantos escritores extraordinarios de ese peque?o pa¨ªs. Hace poco, en un coloquio en Dubl¨ªn, un joven quiso saber si estaba ya enterado de que la literatura irlandesa era muy superior a la inglesa. Sab¨ªa que tarde o temprano me lo preguntar¨ªan. "S¨ª, pero recuerde que los ingleses tienen de entrada a Shakespeare", le dije...
P. Ha elegido para protagonizar su novela a un editor jubilado de su edad. Ha decidido cerrar su editorial, y se va a hacer un funeral por la letra impresa y declara: "?Para qu¨¦ sirve la novela si ya tenemos la teor¨ªa?". Un editor que considera terminado su cat¨¢logo y, en cierto modo, su vida...
R. Si te fijas, hay muy pocos escritores que hayan ficcionado a los editores... En principio trabaj¨¦ -como tantas otras veces he hecho- con un personaje que era escritor. Un d¨ªa, cuando llevaba ya cincuenta p¨¢ginas escritas, decid¨ª transformarlo en un editor, y todo de pronto se me volvi¨® diab¨®licamente diferente. Las situaciones que ten¨ªa ya escritas pasaron a poder ser interpretadas de un modo no s¨®lo distinto sino a veces incluso perverso. Y, de golpe, pas¨¦ a divertirme mucho.
P. Cuando lo situ¨® como escritor, ?era usted?
R. Era un personaje de ficci¨®n, con alg¨²n punto en com¨²n conmigo. Cuando lo convert¨ª en editor ya era una mezcla de muchos editores que he conocido. En Par¨ªs, por ejemplo, algunos lectores han cre¨ªdo ver que hablo de Christian Bourgois, mi editor franc¨¦s. No he negado que Riba tenga cosas de ¨¦l. Es un conjunto de personas que he conocido.
P. Es la novela de un viaje, y en cierto modo el viaje es una huida, un viaje interior...
R. Existe un sue?o premonitorio que s¨ª pertenece a mi realidad. Lo tuve hace tres a?os en el hospital, cuando estuve gravemente enfermo. Fue de una impresionante intensidad. So?¨¦ que me encontraba en Dubl¨ªn, ciudad en la que no hab¨ªa estado nunca, y que hab¨ªa vuelto a beber y que estaba en el suelo, en la puerta de un pub, llorando de una forma muy emocionante. Lloraba abrazado a mi mujer, lamentando haber regresado al alcohol. La intensidad ven¨ªa de que en el sue?o, en el abrazo con mi mujer, estaba concentrada, con gran densidad, una idea de renacimiento. Me estaba recuperando en el hospital y fue como si tocara la verdadera vida por primera vez. Pero no he logrado transmitir toda la intensidad. Una prueba m¨¢s, si quieres, de eso que se conoce como la imposibilidad de la escritura... A los pocos meses viaj¨¦ a Dubl¨ªn y no di con el lugar exacto del sue?o. Pero lo recordaba con una precisi¨®n asombrosa. No estaba all¨ª, o no supe verlo.
P. Aparece incluso, algo deformado, el nombre del pub del sue?o... Y del sue?o es el Jabato el que salva al editor. ?Le cost¨® mucho abordar esos elementos autobiogr¨¢ficos que se perciben en la novela?
R. El libro avanzaba a medida que yo, como lector del propio libro que escrib¨ªa, me sorprend¨ªa con el misterio de lo que le iba ocurriendo a Riba... No sab¨ªa muy bien yo qu¨¦ estaba ocurriendo y eso me llevaba a escribir el libro como si lo leyera, a perseguir como un lector lo que le ocurr¨ªa a ese editor en su vida cotidiana. Y levemente, poco a poco, fue apareciendo esa tensi¨®n entre el editor y esa especie de sombra o de personaje que ¨¦l trata de descifrar qui¨¦n es y que, en un primer momento, le parece que puede ser el Genius, esa expresi¨®n latina (el ¨¢ngel custodio de los cristianos), el genio perdido que se difumin¨® ya en la infancia, o bien el autor genial que ¨¦l siempre persigui¨® como editor y que no ha encontrado...
P. Entre esos rasgos autobiogr¨¢ficos hay abundantes referencias al alcohol, a la enfermedad, al abismo en el que uno se puede meter si no sale a tiempo. Y est¨¢ el viaje, que es una met¨¢fora muy poderosa de la novela... ?Qu¨¦ rasgos hay del Vila-Matas ser humano en esta ficci¨®n?
R. De entrada, detalles de una primera incursi¨®n que hice en Dubl¨ªn meses despu¨¦s del sue?o premonitorio... Fue al Bloomsday con los Caballeros de la Orden del Finnegans...
P. Reconozco a su amigo Eduardo Lago. ?Qui¨¦nes m¨¢s est¨¢n?
R. A la Orden pertenecen tambi¨¦n Jordi Soler, Malcolm Otero, Antonio Soler y este ¨²ltimo a?o se ha incorporado Garriga Vela. Hace dos a?os les ped¨ª que fu¨¦ramos a Glasnevin, el cementerio cat¨®lico de Dubl¨ªn, donde transcurre parte del sexto cap¨ªtulo del Ulises de Joyce. Es la secuencia del entierro del borrach¨ªn Paddy Dignam. Ah¨ª sucedi¨® algo que contribuy¨® a poner en marcha la novela. En el crep¨²sculo, bajo la niebla, al salir del cementerio, a la altura del pub Los Enterrados -algo bien curioso, por cierto, es que haya un pub con ese nombre en la puerta misma del camposanto y que desde hace dos siglos vayan las familias all¨ª a beber a la salida de los funerales-, se uni¨® por unos segundos a nuestro grupo un desconocido, alguien parecido a Beckett de joven, y luego se lo trag¨® la niebla. Pens¨¦ en Mackintosh, ese misterioso personaje que recorre el Ulises -aparece en 11 ocasiones-, ese hombre al que llaman as¨ª porque lleva una gabardina Mackintosh. Se ha discutido mucho qui¨¦n es. Nabokov sugiere que es el autor. Si fuera as¨ª, ese momento en el que Leopold Bloom, a la salida de Glasnevin, ve al desconocido, est¨¢ viendo en realidad al propio Joyce...
P. En la novela se percibe esa voluntad suya de fundirse con la literatura, como en otros libros suyos... Ah¨ª est¨¢ el Vila-Matas que vive la literatura, igual que Samuel Riba, como si fuera su principal alimento... Incluso en un momento determinado el editor sue?a con un tiempo en el que, despu¨¦s de un enorme diluvio en Londres, s¨®lo queden libros de Philip K. Dick, Robert Walser, Stanislas Lem, James Joyce, Fleur Jaeggy, Jean Echenoz, Georges Perec, Marguerite Duras, W. G. Sebald...
R. Vas por el lado de que el libro es autobiogr¨¢fico...
P. Quiero decir que pueden verse rasgos autobiogr¨¢ficos...
R. Los hay, aunque transformados hasta hacerlos irreconocibles. Pero s¨ª, los hay. Particip¨¦, por ejemplo, hace dos a?os, en una instalaci¨®n de mi amiga Dominique Gonz¨¢lez Foerster en la Tate Modern de Londres. En esa instalaci¨®n, que era una puesta en escena de un diluvio universal y del fin del mundo, hab¨ªa libros para refugiados de la lluvia delirante, y todos esos autores que has citado se hallaban representados en la Sala de Turbinas de la Tate. Era una lectura para huidos del Diluvio Universal. Me interes¨® esta instalaci¨®n como representaci¨®n del fin del mundo... Me parece que toda mi novela es una parodia de la gran crisis final. Me parece que es caracter¨ªstico de la imaginaci¨®n humana encontrarse siempre al final de una ¨¦poca. Desde que tengo uso de raz¨®n oigo decir que nos hallamos en un periodo de m¨¢xima crisis, en una transici¨®n catastr¨®fica hacia una nueva cultura. Pero lo apocal¨ªptico ha estado siempre, en todas las ¨¦pocas. Lo encontramos, sin ir m¨¢s lejos, en la Biblia, en la Eneida. Est¨¢ en todas las civilizaciones. En mi novela, Riba entiende que en nuestro tiempo lo apocal¨ªptico s¨®lo puede ser ya tratado de forma par¨®dica, sin excesiva seriedad. Riba celebra en Dubl¨ªn un funeral por el fin de la imprenta, pero no lo celebra con mucha desolaci¨®n. De hecho, para Riba este funeral, que despide una ¨¦poca, le sirve a ¨¦l para tener algo que hacer en el futuro, y de paso tener algo que contar a su madre a la vuelta a Barcelona.
P. El libro sugiere tambi¨¦n una reflexi¨®n sobre la cultura. Es como el funeral de la cultura personificado en el que se hace a s¨ª mismo el editor, quien forma parte, escribe usted, de "la cada vez m¨¢s rara estirpe de los editores cultos literarios".
R. Es un hecho que el editor literario est¨¢ en v¨ªas de desaparici¨®n. Se celebra tambi¨¦n el funeral por este tipo de editor y por la era de la imprenta, cuya cumbre es Joyce y su sucesor es Beckett. Ulises ser¨ªa la epifan¨ªa de la era de la imprenta y Beckett la afon¨ªa...
P. ?Y qu¨¦ representar¨ªa su generaci¨®n en ese decurso, si Beckett es la afon¨ªa?
R. La misma novela propone el renacimiento, la reaparici¨®n del autor. Claro que, dicho a palo seco, la gente se preguntar¨¢: ?y de qu¨¦ est¨¢ hablando ¨¦ste? ?Y qu¨¦ es eso de la reaparici¨®n del autor? Pero es que mi generaci¨®n fue testigo de la muerte del autor. Nietzsche mat¨® a Dios. Y luego vino Barthes en los a?os sesenta y, justo cuando los j¨®venes nos empez¨¢bamos a animar a escribir, nos anunci¨® que hab¨ªa muerto el autor. De alg¨²n modo, Dublinesca tiene un punto francamente optimista, porque lo que propone en el fondo es la reaparici¨®n del autor.
P. Que el narrador acoge con mucho alborozo, describiendo el j¨²bilo del editor: "Nada le habr¨ªa podido parecer m¨¢s glorioso que poder anunciar al mundo que en literatura no era cierto que hab¨ªan muerto todos los grandes".
R. As¨ª tambi¨¦n elimino esa idea que tienen algunos y que surge de Doctor Pasavento de que mi tema es la desaparici¨®n. En Dublinesca hay precisamente muchas apariciones.
P. Lo cierto es que ahora surge la pol¨¦mica sobre si los autores son due?os de lo que escriben o la due?a es una red que elimina tambi¨¦n al editor...
R. Mi opini¨®n es que resulta enloquecido decir que va a desaparecer el editor. Va a haber otra forma de edici¨®n, pero no creo que tenga que desaparecer esta figura del editor, al contrario. Es necesaria e importante.
P. Hay un rasgo que usted comparte con Riba. Ese fanatismo desmesurado que ambos padecen por la literatura...
R. He conocido editores muy apasionados por la literatura. No es un caso raro el de Riba. En realidad, lo raro son tantos editores de ahora que no saben de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de literatura. Por otra parte, cuando nadie me ve la literatura me interesa menos de lo que parece.
P. ?Qu¨¦ ha pasado para que "la lectura no sea como la escritura", como dice Riba? ?Qu¨¦ ha pasado para que la cultura ya no se asocie a la escritura?
R. Oigo decir que la responsabilidad es tambi¨¦n de los escritores, por dejaci¨®n de sus obligaciones morales. Y creo que hay mucho de verdad en ello. Pero tambi¨¦n es cierto que su responsabilidad no va m¨¢s all¨¢ del 10% del desastre. El restante 90% hay que adjudic¨¢rselo al gran negocio de la industria del libro y su desarrollo tan ferozmente capitalista en los ¨²ltimos a?os.
P. Habla de autores literarios, de autores de
best sellers... ?Qu¨¦ ser¨ªa hoy un autor literario?
R. Veamos. Una editora contestaba recientemente as¨ª a la pregunta de qu¨¦ andaban preparando para los pr¨®ximos meses. Apostaremos fuerte, dec¨ªa. Y nombraba dos best sellers de la casa. Para luego a?adir: "Y en una l¨ªnea m¨¢s literaria, contamos con...". Nombraba ah¨ª a reconocidos escritores norteamericanos. Pens¨¦ que en el fondo era casi un milagro que tuvieran a¨²n en cuenta a los autores ligados a la literatura. Quiero decir que cualquier d¨ªa la cosa puede ir a¨²n peor y dejar¨¢n de tener hasta el detalle de nombrar la producci¨®n espec¨ªficamente "literaria" que acompa?a ahora a los best sellers.
P. Esa enfermedad grave que padeci¨®, ?le ha hecho de otra manera, le ha hecho ver abismos o longitudes que no conoc¨ªa?
R. S¨ª. Ha habido un antes y un despu¨¦s. En el despu¨¦s, cuando volv¨ª a la vida, recuerdo que empec¨¦ a comentar que sent¨ªa que hab¨ªa heredado la obra de Vila-Matas, lo que ¨¦ste hab¨ªa escrito. Como si fuera yo mi propio padre que, despu¨¦s de grandes esfuerzos y de jugarse la vida, me hubiera dejado a m¨ª mismo una buena herencia literaria que yo tendr¨ªa que administrar. Desde entonces me hallo sumido en una investigaci¨®n nueva dentro de la escritura y miro con distanciamiento al otro, al que fui. Tambi¨¦n ha habido como una reflexi¨®n de tipo vital. Me cambio ahora de casa, tambi¨¦n de barrio, cambi¨¦ de editorial... He cambiado de vida, en definitiva. Tambi¨¦n he cambiado bastante en todas las relaciones sociales, en mi forma de relacionarme con el mundo. Si no es as¨ª es que me enga?o a m¨ª mismo. Igual no he cambiado y sigo siendo el mismo. Pero lo dudo mucho. Adem¨¢s, toda mi obra, lo dijo en cierta ocasi¨®n Alan Pauls, se rige por la voluntad constante de vivir una vida diferente.
P. Desde esa distancia, ?c¨®mo ve a aquel Vila-Matas?
R. Aparece siempre, me acompa?a. Es como una voz interior que est¨¢ ah¨ª y cuya experiencia en muchas ocasiones me sirve para mi trabajo, mis relaciones, para todo. Pero mi car¨¢cter es otro.
P. ?C¨®mo es?
R. M¨¢s reflexivo, m¨¢s consciente de algo de lo que hu¨ªa antes: la realidad. Me he vuelto un escritor realista. A mi manera, claro. Hay muchos tipos de realismo.
P. Pero en esta novela se encuentran muchos sue?os...
R. Es que realismo no es s¨®lo P¨¦rez Gald¨®s o Balzac... Hay muchos realismos y el m¨ªo es un realismo interior, muy personal. Son sue?os que se integran totalmente en la vida cotidiana, sue?os que forman parte de mi realidad... Ahora soy m¨¢s implacable con lo que hago, m¨¢s autocr¨ªtico, y trabajo con m¨¢s detenimiento. Hay quien opina que est¨¢n el mismo ADN y la misma escritura porque grandes saltos en la escritura no ha habido. De todos modos, me asombro del impulso que hizo posible libros como Bartleby y compa?¨ªa, El mal de Montano y Doctor Pasavento, que formaban parte, lo supe m¨¢s tarde, de un discurso ¨²nico, una trilog¨ªa. Y me asombro del cambio que se ha producido ahora, necesario por otra parte.
P. Imagine que va en un tren, ha le¨ªdo este libro y siente la necesidad de explic¨¢rselo al pasajero que le acompa?a. ?De qu¨¦ le dir¨ªa que va?
R. Le dir¨ªa que trata de alguien muy acabado que quiere celebrar un funeral por el mundo y descubre que eso, parad¨®jicamente, es lo que le permite tener un futuro en la vida.
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