Eje Santiago- M¨®dena
El avance de la derecha italiana en las elecciones regionales celebradas este fin de semana, gracias sobre todo a la preocupante expansi¨®n de un partido xen¨®fobo como la Liga Norte de Bossi, es considerada como una derrota propia por miles de gallegos de mi generaci¨®n. En efecto, durante muchos a?os el Partido Comunista Italiano (PCI) fue un referente inexcusable de una parte muy importante de la izquierda gallega, una fuerza pol¨ªtica e intelectual impresionante, capaz de formular un proyecto renovador para el conjunto de la izquierda europea y un modelo para una Europa socialmente avanzada, pol¨ªticamente independiente e institucionalmente federal.
En ese contexto, el Partido Comunista de Galicia estableci¨® relaciones estables de hermandad con la organizaci¨®n del PCI de la Emilia-Roma?a y se consolid¨® un eje Santiago-M¨®dena a trav¨¦s del cual flu¨ªan de forma permanente debates, an¨¢lisis conjuntos y constantes encuentros tanto pol¨ªticos como institucionales. La relaci¨®n se extendi¨® a otros niveles gracias a dirigentes de la Juventud Comunista, como el vigu¨¦s Angel Ezama, cuya coordinaci¨®n con la Juventud Comunista Italiana contribuy¨® a establecer s¨®lidos v¨ªnculos con personajes de excepcional importancia como Massimo D'Alema, posteriormente ministro de Asuntos Exteriores y primer ministro de la Rep¨²blica. Pero las relaciones no se redujeron al ¨¢mbito pol¨ªtico, sino que organizaciones sociales como el Sindicato Nacional de Comisiones Obreras mantiene todav¨ªa una relaci¨®n privilegiada con el principal sindicato de aquella regi¨®n, la Confederaci¨®n General Italiana di Laboro (CGIL).
Las relaciones del PCG con el PCI permit¨ªan un fluir permanente de debates y an¨¢lisis pol¨ªticos
Desgraciadamente, todo este cuadro ha cambiado radicalmente. Los a?os de Gobierno Berlusconi han transformado profundamente la pol¨ªtica italiana, han deteriorado el Estado hasta extremos inconcebibles y, como consecuencia de ello, la econom¨ªa se ha estancado y las divisiones pol¨ªticas, sociales y territoriales se han disparado hasta l¨ªmites impensables en un pa¨ªs que todav¨ªa es la s¨¦ptima econom¨ªa del mundo. ?C¨®mo es posible que este peligroso y grotesco personaje, que ha subordinado los intereses generales a sus negocios particulares, que ha cambiado las leyes a su antojo y conveniencia y que practica el cohecho y la prevaricaci¨®n, haya conseguido el respaldo de media Italia?. ?C¨®mo puede explicarse que un dirigente como Berlusconi, que ha intentado proyectar su estilo al conjunto de Europa, resucitando viejos contenciosos nacionales y removiendo los cimientos de la Europa moderna, que fue concebida precisamente para desterrar los estereotipos ¨¦tnicos causa de las guerras que asolaron el continente durante el siglo XX, pueda ser primer ministro de un pa¨ªs fundador de la Comunidad Europea?.
Pues sencillamente, porque durante a?os la pol¨ªtica italiana estuvo dominada por una obsesi¨®n: impedir que el PCI, el primer partido del pa¨ªs, accediera al Gobierno de la Rep¨²blica y, de ese modo, hacer inviable la alternancia democr¨¢tica. A ese proyecto prestaron su apoyo los grandes poderes de la naci¨®n desde la patronal Cofindustria hasta la mafia, pasando por el Vaticano. El resultado es bien conocido: corrupci¨®n generalizada (tangentopoli), destrucci¨®n del sistema tradicional de partidos e irreversible deterioro de las instituciones. Sin tener en cuenta estos antecedentes es dif¨ªcil entender el fen¨®meno Berlusconi y la eclosi¨®n del populismo que subyace en la sociedad italiana.
Ello no obstante, nada de lo que ocurre en aquel querido pa¨ªs es explicable si no se considera la profunda crisis que atraviesa la izquierda italiana. Hace casi 25 a?os pude entrevistarme con Enzo Ferrari en su mansi¨®n de M¨®dena. En aquel encuentro, el viejo patr¨®n de la famosa escuder¨ªa automovil¨ªstica que lleva su nombre sostuvo que el PCI era el partido que manten¨ªa cohesionada a Italia como naci¨®n, y que a ¨¦l se deb¨ªan todos los avances sociales y los procesos modernizadores que hab¨ªa conocido el pa¨ªs desde la Guerra Mundial.
Pero aquel gran partido y el bloque social que articulaba se han descompuesto en una mir¨ªada de organizaciones carentes de proyecto y de identidad pol¨ªtica definida. Y es evidente que derrotar a Berlusconi exige que la izquierda formule de nuevo un proyecto coherente y reformador, capaz de regenerar la vida pol¨ªtica, reconstruir el Estado y cohesionar la sociedad. Pero tal cosa no parece que vaya a suceder en el inmediato futuro. Por eso miles de gallegos que vivimos con entusiasmo aquel ilusionante proyecto de la izquierda italiana volvemos a sentir tristeza y preocupaci¨®n por el resultado electoral de este fin de semana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.