La burla
El recurso m¨¢s f¨¢cil en un debate es la burla del adversario. Si consigues reducir a tus oponentes a un grupete de rid¨ªculos manifestantes que movidos por un fan¨¢tico buenismo defienden a los toritos, a los perritos y a los ositos, ya lo tienes, amigo: ?neutralizados!
Hay reivindicaciones que, por la raz¨®n que fuera, han provocado hist¨®ricamente el escarnio de los que se resist¨ªan a abordar un asunto seriamente. De la burla a las sufragistas a la de los ecologistas. Espa?a ha sido un pa¨ªs particularmente ¨¢spero a la hora de tomar en serio asuntos que, como se ha visto, nos conciernen m¨¢s de lo que est¨¢bamos dispuestos a admitir.
La semana pasada se convoc¨® una manifestaci¨®n en contra de que el espect¨¢culo taurino sea considerado una se?a de identidad espa?ola. Creo que algunos manifestantes desarrollaron alg¨²n tipo de performance: sangre y banderillas. Yo no me suelo identificar con ese tipo de teatrillos, ante esos despliegues de creatividad me quedo r¨ªgida. As¨ª me pas¨® en la manifestaci¨®n contra la guerra de Irak. Los "organizadores" pretendieron que nos tir¨¢ramos al suelo y fuimos muchos los que nos quedamos de pie. Pero el teatrillo de algunos no rest¨® gravedad a nuestra protesta.
No todos aquellos a los que los toros nos parecen una injustificable celebraci¨®n del dolor somos iguales. Hay tanta gente que ya no se siente identificada con esa fiesta que reducirlo a un grupito caricaturizable es tramposo. Yo no califico a todos aquellos a los que les gustan los toros de crueles o despiadados porque he conocido personas excepcionalmente bondadosas que se emocionaban con la fiesta.
No presupongan entonces, ustedes, mis queridos adversarios, que nosotros somos gilipollas. Es una falta de respeto inaceptable, y duele m¨¢s cuando proviene de gente inteligente, de la que se espera algo m¨¢s que cuatro chistecillos mal hilvanados.
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