El sombrero de la virgen
Una exposici¨®n celebra a F¨¦lix Candela, autor de la iglesia de los mexicanos
El p¨¢rroco afirma que muchos creen que la iglesia se llama "de los mexicanos" porque el tejado tiene forma de sombrero de mariachi. No es el caso. La picuda Nuestra Se?ora de Guadalupe est¨¢ regentada por una congregaci¨®n mexicana, fue financiada desde M¨¦xico en los a?os sesenta y proyectada por el arquitecto mexicano Enrique de la Mora y el arquitecto-ingeniero F¨¦lix Candela. Candela no era mexicano, pero casi. Nacido en Madrid hace 100 a?os, se enter¨® de que hab¨ªa estallado la Guerra Civil en la estaci¨®n de tren, cuando marchaba a Alemania con una beca para investigar el hormig¨®n armado. Decidi¨® quedarse y luchar por la Rep¨²blica (fue capit¨¢n de ingenieros). Acab¨® exiliado en M¨¦xico, con la carrera acabada pero sin t¨ªtulo. "Se las tuvo que ingeniar con sus conocimientos, desde cero, en un pa¨ªs nuevo", explica Carmen Jord¨¢, arquitecta y catedr¨¢tica de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia, que se entrevist¨® 10 veces con Candela antes de su muerte en 1997.
Cuando lleg¨® a M¨¦xico, le toc¨® la loter¨ªa. Primero, literalmente. Gracias a un boleto premiado fund¨® la productora Paricut¨ªn, que, con pel¨ªculas como La virgen desnuda, quebr¨® al poco tiempo. Pero la verdadera loter¨ªa de acabar en M¨¦xico (un pa¨ªs de presupuestos limitados, pero con mano de obra muy barata) fue que result¨® el lugar id¨®neo para construir las estructuras que le har¨ªan famoso, los llamados "cascarones de concreto". Estas cubiertas ligeras de hormig¨®n techaban edificios econ¨®mica y eficazmente ya que resisten por su propia forma y no necesitan grandes pilares. Para entender mejor la paraboloide hiperb¨®lica y dem¨¢s soluciones que Candela dio al mundo, la exposici¨®n F¨¦lix Candela: La conquista de la esbeltez celebra el centenario de su nacimiento (en el Conde Duque, gratis, hasta el 18 de abril). A trav¨¦s de una colecci¨®n de maquetas y proyecciones en 3D, el visitante comprende la complejidad de fuerzas y tracciones de la doble curvatura; una geometr¨ªa que, en un punto de la exposici¨®n, un estudiante de arquitectura compara de manera prosaica (pero muy visual) con la forma de una patata Pringles.
Los tejados curvos de Candela fueron un ¨¦xito, su empresa Cubiertas Ala construy¨® hasta 800 en todo el mundo (y s¨®lo una en Madrid). En las tarjetas navide?as de la compa?¨ªa, Pap¨¢ Noel aparec¨ªa desliz¨¢ndose o tratando de trepar paraboloides. Sin embargo, "los cascarones quedaron obsoletos cuando dejaron de ser econ¨®micos", explica Jord¨¢, "las leyes laborales encarecieron la mano de obra y los complejos encofrados artesanales ya no resultaban viables". Candela dec¨ªa que estaba "en una tierra de nadie, entre la arquitectura y la ingenier¨ªa", contin¨²a Jord¨¢, "y siempre se consider¨® un constructor". Sus preocupaciones eran econ¨®micas: "No he inventado nada, he copiado de todo el mundo", admit¨ªa el arquitecto, "en realidad he sido un contratista". Pero Candela fue disc¨ªpulo de Eduardo Torroja (cuyo hijo, Jos¨¦ Antonio, junto al arquitecto espa?ol Jos¨¦ Ram¨®n Azpiazu, realiz¨® la obra en la iglesia de los mexicanos), y hered¨® del maestro su preocupaci¨®n por la belleza. Lo dej¨® claro en un simposio de ingenier¨ªa: "Nadie habla de la belleza, tal vez porque no pueda ser medida y los ingenieros tienen una deformaci¨®n profesional para lidiar s¨®lo con los hechos... Sin embargo, deber¨ªamos recordar que gran parte del ¨¦xito de estas estructuras se debe a que generalmente son muy bellas y por tanto claman un anhelo subconsciente del g¨¦nero humano".
Resulta f¨¢cil comprobarlo en Nuestra Se?ora de Guadalupe. El templo es un teatro redondo y di¨¢fano (apoyado s¨®lo en cuatro finos pilares). Las cristaleras con reminiscencias aztecas iluminan el hormig¨®n, donde todav¨ªa quedan las marcas del encofrado. El espacio enorme, resulta moderno y m¨ªstico al mismo tiempo. Las paraboloides no llegan a juntarse nunca en la punta del sombrero, unidas s¨®lo con una fina vidriera de colores. Y el visitante, a riesgo de ser sacr¨ªlego, no puede dejar de preguntarse, ?c¨®mo demonios se sostienen?
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