Las edades de Madrid
Madrid est¨¢ lleno de todas las edades de cada uno. El Retiro de los 14 a?os ha quedado en los 14 y la Gran V¨ªa de los 20 ya no volver¨¢. Cada edad, cada etapa de la vida, tiene sus ritos y trayectos, primero el del colegio a casa, m¨¢s tarde el del trabajo a casa, y en medio las correr¨ªas nocturnas. Vamos y venimos y nuestros pasos van creando un recuerdo. Las sensaciones se unen tanto a los lugares que los lugares son capaces de devolvernos un olor o una tristeza, e incluso una edad puede devolvernos la adolescencia. Mi adolescencia se ha quedado en varios sitios, en calles y casas a las que s¨®lo puedo volver si cierro los ojos. No se trata de nostalgia, sino de una divisi¨®n del tiempo m¨¢s personal que nos sirve para recordarnos en diferentes edades. Y por eso alg¨²n d¨ªa me recordar¨¦ d¨¢ndome uno de los paseos que m¨¢s me gustan hoy por hoy. Empieza en Pr¨ªncipe P¨ªo y sigue por las orillas del r¨ªo Manzanares, y aqu¨ª cruza hasta la ermita de San Antonio de la Florida, contin¨²a por el parque de la Bombilla, deja a la izquierda el puente de los Franceses y llega hasta las tapias traseras del Palacio de la Moncloa.
Las sensaciones se unen tanto a los lugares que los lugares son capaces de devolvernos un olor
Precisamente acabo de ver ilustrado este recorrido en el facs¨ªmil de El Palacete de la Moncloa de Joaqu¨ªn Ezquerra del Bayo, editado por Presidencia del Gobierno y aparecido por primera vez en el a?o 1929, cuando se concluyeron las obras de restauraci¨®n del palacete, realizadas por la Sociedad Espa?ola de Amigos del Arte. Gracias a esta obra de Ezquerra del Bayo y de los comentarios de Gonz¨¢lez C¨¢rceles, descubro que en el arranque de mi viaje, en un lugar pr¨®ximo al Palacio Real, se encontraba la huerta de la Florida, que estaba situada junto al r¨ªo, en la parte baja de la que se conoc¨ªa como Monta?a del Pr¨ªncipe P¨ªo. Algunos de estos lugares fueron en otros tiempos tierras de labranza, prados y huertas de recreo, cuyos propietarios cambiaron con el paso del tiempo, como han cambiado algunos de sus nombres. Se mantiene el de la Florida que, seg¨²n Ezquerra del Bayo, era el lugar preferido de paseo de la clase aristocr¨¢tica y adinerada, que acud¨ªa en sus monumentales carrozas a disfrutar del frescor del arbolado mientras que el pueblo llegaba a pie. ?Por qu¨¦ no se mantienen hoy huertas en Madrid? ?Por qu¨¦ las lechugas y los tomates est¨¢n a kil¨®metros de distancia? Vivimos tan artificialmente que nos vamos a volver locos.
Francisco de Goya paseaba su mirada por estos lugares y tomaba apuntes. De hecho, para decorar la nueva ermita de San Antonio eligi¨® como modelos a las gentes que acud¨ªan a las romer¨ªas. Por este mismo recorrido que estoy haciendo a pie desde la ermita hasta los muros del Palacio de la Moncloa se deslizaba la carroza de Goya para visitar a la duquesa de Alba. Nos lo podemos imaginar entrando por la puerta principal y pasando por el vest¨ªbulo y por salas y m¨¢s salas, por jarrones, estatuas y bellas cornisas hasta llegar a la alcoba y tal vez a lo m¨¢s ¨ªntimo, al tocador. El tocador deb¨ªa de ser una maravilla con Diana en el ba?o pintada en la misma puerta y un espejo grande de pie, dos pulseras y una peineta de acero, una banqueta tapizada, un peque?o canap¨¦, un velador con tablero de m¨¢rmol, un aguafuerte de Goya, dos cornucopias doradas con candeleros dobles y una cajita de concha y oro para lunares. Al menos en 1929 a¨²n quedaban estos encantadores restos y algunos cubrecors¨¦s de la Duquesa.
La comida se hac¨ªa en una sala con una tribuna para la m¨²sica y una fuentecilla para lavarse las manos. Las puertas y sus guarniciones eran de madera tallada, pintada y dorada. Debajo de la tribuna de la m¨²sica un callej¨®n decorado comunicaba con la cocina. C¨®mo se lo montaban, qu¨¦ agradable. Y este ocioso y jubiloso ambiente no terminaba aqu¨ª porque despu¨¦s, para hacer la digesti¨®n, pod¨ªa accederse al Jard¨ªn del Barranco, que fue aumentando con fuentes, grutas y bajadas neocl¨¢sicas, seg¨²n la moda de los jardines ingleses. Lo m¨¢s salvaje era un pinarcito frente a la fachada principal del palacio, que evocaba las villas de las cercan¨ªas de N¨¢poles. ?Qu¨¦ encanto de vida! No estoy segura de si por all¨ª se encontraba el Jard¨ªn de la Fuente donde parece que se citaban Antonio Machado y Pilar Valderrama: "Hoy he vuelto a mi jard¨ªn/ de la Fuente del Amor,/ que canta y cuenta sin fin/ su dolor...". Pero para qu¨¦ buscarla si esta fuente s¨®lo fue de ellos. Como este paseo aqu¨ª y ahora s¨®lo es m¨ªo.
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