Cuna de vikinga, tumba de infanta
Una novela recrea la vida de Cristina de Noruega, desposada en Castilla en 1258
De los hielos y las brumas de Noruega al sol y los campos de Castilla. De Tonsberg a Las Huelgas. De una cuna sobre los fiordos a una tumba en Covarrubias.
La peripecia de la hermosa princesa hiperb¨®rea descendiente de vikingos Cristina (propiamente Kristina o Kristin) de Noruega no tiene nada que envidiar a un cuento medieval. Ni a la de la gran vikinga de ficci¨®n, la reina Sigrid del Capit¨¢n Trueno. Si la rubicunda hero¨ªna de los tebeos era hija del rey Thornwald de la legendaria Thule, Kristin H?konardottir (1234-1262), nuestra Cristina, no menos blonda, lo era del gran Haakon IV El Viejo de Noruega, al que debemos no s¨®lo la unificaci¨®n definitiva de su pa¨ªs, sino la c¨¦lebre carrera de esqu¨ªes conocida como la Birkebeinerrennet, que conmemora su salvaci¨®n de ni?o durante las guerras civiles en brazos de dos grandes guerreros (y esquiadores pioneros), Skevla y Skrukka.
Alfonso X la hizo traer del distante norte y la cas¨® con su hermano Felipe
Maeso de la Torre la imagina infeliz y melanc¨®lica lejos de sus fiordos
Cristina tuvo a su Trueno en la persona del infante don Felipe, hermano del rey Alfonso X, y que seg¨²n algunas fuentes habr¨ªa sido caballero templario. El sabio monarca la envi¨® a buscar a sus fr¨ªas tierras en el marco de su pol¨ªtica de alianzas din¨¢sticas para consolidar sus aspiraciones imperiales en Europa, seg¨²n recalca el escritor Jes¨²s Maeso de la Torre, que recrea la vida de la princesa del siglo XIII en su emocionante novela hist¨®rica La c¨²pula del mundo (Grijalbo).
El novelista ha ca¨ªdo bajo el hechizo de Cristina. Y ?qui¨¦n puede reproch¨¢rselo? La princesa noruega convertida en infanta de Castilla tras su boda en 1258 (en eso tuvo, con otro Felipe, m¨¢s ¨¦xito que su compatriota Eva Sannum) irradia una atm¨®sfera fe¨¦rica. Parece haber sufrido mucho lejos de su tierra n¨®rdica y, como las ondinas de los cuentos de hadas, se dice que muri¨®, ay, de melancol¨ªa y de a?oranza. El hecho es que falleci¨® joven, en Sevilla, a los pocos a?os de su llegada y sin hijos. Est¨¢ enterrada en un sarc¨®fago de piedra en la iglesia burgalesa de Covarrubias. Cerca de la tumba cuelga una campana que seg¨²n la tradici¨®n garantiza matrimonio a las chicas que la hagan sonar. Y en el exterior se alza desde 1978 una evocadora, algo ¨¦lfica estatua del artista noruego Brit Sorensen. En la actualidad, una fundaci¨®n trata de cumplir el deseo de la princesa de que se construyera en su tierra de acogida una capilla a San Olaf. En el interior del sarc¨®fago, junto al esqueleto de la noruega, amortajada con seda roja, apareci¨® un pergamino con una receta para el dolor de o¨ªdo. Maeso de la Torre ha imaginado que la puso ah¨ª como discreto testimonio de amor un m¨¦dico enamorado de la princesa, que es el protagonista de su novela. El personaje tiene gracia porque se ha formado en Salerno para curar sentimientos que producen des¨¢nimo y la "melancol¨ªa negra", la depresi¨®n, as¨ª que es una especie de psic¨®logo avant la lettre. Alfonso X, previsor, lo env¨ªa con la misi¨®n diplom¨¢tica que ha de traer a la princesa.
?Era de verdad guapa la chica del pa¨ªs del norte? "S¨ª, aparte del testimonio de Sturla Tordsson en su saga sobre Hakon Hakornarson (el nombre en n¨®rdico antiguo del padre), parece que Jaume I, que era un gran galanteador, le tir¨® los tejos cuando la comitiva noruega hizo escala en Barcelona camino de la corte de Alfonso X".
Maeso de la Torre le imagina una vida infeliz a la noruega en la corte castellana. La de su padre, cristianizada, no era ya una corte propiamente vikinga -como la que escandaliz¨® en el siglo X al viajero Ibn Fadlan porque los reyes hasta ten¨ªan sexo en p¨²blico con esclavas durante las audiencias (lo que sin duda hac¨ªa muy populares esos actos, las audiencias quiero decir)-, pero deb¨ªa de conservar un sano salvajismo que contrastar¨ªa con el encorsetamiento de las formas (y valga la expresi¨®n) en la muy cat¨®lica Castilla. Do?a Violante, la esposa de Alfonso X, hija de otra princesa viajera, Violante de Hungr¨ªa, era mujer de car¨¢cter y no ser¨ªa extra?o que tuviera roces con la rubicunda y -?por qu¨¦ no?- escultural escandinava. Maeso la describe a¨²n semipagana, como deb¨ªa serlo gran parte de la sociedad noruega bajo el barniz cristiano. Pero no era ninguna b¨¢rbara. "Hablaba idiomas y ven¨ªa de una corte culta, aunque, claro, no comparable a las del sur de Europa, que eran ya prerrenacentistas. El choque cultural debi¨® de ser grande".
De su aspecto especula, suspirando: "Su n¨ªvea piel deb¨ªa ser un asombro aqu¨ª y se dec¨ªa que ten¨ªa los ojos profundamente azules, del color del cielo de su tierra". De la Torre se confiesa un secreto admirador de Sigrid (?y qui¨¦n no!) y reconoce que ha forjado su Cristina en las hechuras de la vikinga.
Kristina, pues, de Thule a Castilla.
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