Embrollo judicial
La capacidad que tienen algunos jueces espa?oles para embrollar las cosas y para empujar a los ciudadanos a discusiones est¨¦riles, pero iracundas, es insuperable. La bronca fenomenal en la que todos nos encontramos obligados a participar en estos d¨ªas es consecuencia directa, no de una crisis institucional, ni de una crisis econ¨®mica (lo que, en las circunstancias actuales, estar¨ªa muy justificado), sino de la pelea interna de algunos magistrados, incapaces de la modestia y la no ostentaci¨®n de m¨¦ritos, es decir, incapaces de la prudencia, reflexi¨®n y voluntad de evitar mayores da?os que deber¨ªa ser el primer requisito exigible para practicar esa profesi¨®n.
En mitad del embrollo que rodea el caso del juez Baltasar Garz¨®n ser¨ªa bueno aclarar, a estas alturas, de qu¨¦ se trata realmente. El Tribunal Supremo no va a decir nada sobre los cr¨ªmenes del franquismo, las fosas comunes en las veredas de algunos caminos, los asesinatos ocurridos en la Guerra Civil y en los a?os inmediatamente posteriores ni sobre los delitos, que no pueden prescribir seg¨²n la jurisdicci¨®n internacional, de genocidio o de lesa humanidad. Va a decidir exclusivamente si el juez Garz¨®n cometi¨® prevaricaci¨®n, es decir, si actu¨® de manera fraudulenta y bastarda al abrir un procedimiento sobre los eventuales responsables de dichos cr¨ªmenes.
Es dif¨ªcil comprender que Garz¨®n pueda ser expulsado de la carrera judicial como consecuencia de esta acusaci¨®n
C¨®mo ha podido llegar el Tribunal Supremo a meterse en un embrollo semejante es algo verdaderamente intrigante. Porque lo m¨¢s llamativo de toda esta incre¨ªble historia es que ante el recurso presentado por el fiscal de la Audiencia Nacional, el propio juez Garz¨®n decidi¨® declararse incompetente y dar por cerrada esa causa. La escueta relaci¨®n de hechos se?ala que, pese a todo, dos organizaciones legales (y de notoria trayectoria) como Falange Espa?ola y Manos Limpias presentaron querella por prevaricaci¨®n contra Baltasar Garz¨®n, que la Sala de Admisi¨®n del Alto Tribunal la acept¨® y que el juez instructor, Luciano Varela, decidi¨® inculpar al magistrado. Muchos juristas han expresado ya en las p¨¢ginas de este peri¨®dico su estupefacci¨®n por el hecho de que una querella semejante llegara a ser admitida. A nadie se le oculta la enorme dificultad que implica demostrar motivaciones ilegitimas en una actuaci¨®n como la del juez Garz¨®n, r¨¢pidamente corregida adem¨¢s por el propio magistrado.
Las cosas han llegado al extremo en que est¨¢n para desgracia de los sufridos ciudadanos, cada d¨ªa m¨¢s hartos e irritados por hechos que les resultan dif¨ªcilmente comprensibles y tan boquiabiertos ante la evidencia de peleas, rencores y rencillas entre representantes del Poder Judicial como ante las presiones de todo tipo a que son sometidos p¨²blicamente los miembros del Alto Tribunal. Nadie puede extra?arse de que la situaci¨®n en la que se encuentra Garz¨®n haya provocado una enorme oleada de solidaridad, tanto en medios jur¨ªdicos internacionales como en la propia sociedad. Lo lamentable es que se haya podido llegar a este punto sin que los propios jueces fueran capaces de imponerse a s¨ª mismos la calma que exigen al resto de la sociedad.
Es dif¨ªcilmente comprensible que Baltasar Garz¨®n pueda ser expulsado de la carrera judicial como consecuencia de esta acusaci¨®n concreta de prevaricaci¨®n y mucho tendr¨ªan que argumentar sus acusadores para establecer, sin la menor duda, esa pretendida voluntad del magistrado de la Audiencia Nacional de cometer una injusticia. Estar acusado no implica necesariamente estar condenado, y es de esperar que los miembros de la Sala II de lo Penal del Tribunal Supremo que juzguen finalmente el caso encuentren, con argumentos y sentido jur¨ªdico, la manera de frenar este imparable y triste recorrido. Los ciudadanos necesitamos poder relacionarnos con los jueces y magistrados de nuestros tribunales con un poco de confianza y tranquilidad y ya son demasiados los temores, sustos e inquietudes a que nos vienen sometiendo.
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