Enterrar a los muertos
El escaso desarrollo de la Ley de Memoria Hist¨®rica y el procesamiento contra el juez Garz¨®n dividen a la sociedad espa?ola. Pero no hay que dejarse confundir por ideas sectarias y maniqueas
Todo ser humano -h¨¦roe o villano, decente o criminal- tiene derecho al duelo por parte de aquellos que lo amaron en vida. Y ese duelo exige la presencia del cad¨¢ver con el fin de poder enterrar dignamente los restos del difunto.
Esa demanda, la del duelo, se transmite de padres a hijos. As¨ª se constata en el caso de las fosas dejadas en campos y cunetas por la represi¨®n franquista. Han sido los nietos de los muertos quienes han reclamado -y reclaman- un entierro decente para sus abuelos. Este era -a mi juicio- el principal objetivo de la Ley de Memoria Hist¨®rica. Pero ?qu¨¦ ha hecho el Gobierno para cumplir esta ley desde que se aprob¨®? Si hemos de atender a lo que dicen los parientes de los muertos, el Gobierno ha hecho muy poco. Quiz¨¢ por eso algunos deudos fueron a llamar a la puerta de Baltasar Garz¨®n, quien, crey¨¦ndose competente para el caso, acab¨® por meterse en un l¨ªo de incierto destino.
Ha quedado bien claro que en los dos bandos se practic¨® una enfurecida 'limpieza ¨¦tnica'
Habr¨ªa que ampliar el mutuo perd¨®n y hacer que todos los muertos sean tambi¨¦n de todos
Mas, sea como sea, este barullo judicial ha servido para colar algunos mensajes de muy dudosa calidad.
Mensaje n? 1: La Ley de Amnist¨ªa -como toda la Transici¨®n- fue hecha bajo presi¨®n, debido al miedo que produc¨ªa el ruido de sables. M¨¢s que amnist¨ªa fue amnesia lo que se impuso.
Esto es falso y adem¨¢s encierra una calumnia contra quienes se pusieron de acuerdo en traer la democracia a Espa?a y para ello prepararon una Constituci¨®n consensuada. No fueron cobardes, sino generosos.
El proceso necesitaba de la previa reconciliaci¨®n, por eso -y s¨®lo para eso- se vot¨® la Ley de Amnist¨ªa, cuya vigencia se pretende ahora negar echando mano de las normas del Derecho Penal internacional que declaran imprescriptibles los cr¨ªmenes contra la Humanidad. Normas ¨¦stas que, seg¨²n los especialistas consultados, no invalidan en nada la Ley de Amnist¨ªa de 1977.
En efecto, el ¨²nico texto vinculante en materia de cr¨ªmenes contra la Humanidad est¨¢ en el convenio que se elabor¨® y aprob¨® en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas (Resoluci¨®n 2391 -XXIII- de 26 de noviembre de 1968), que no contiene codificaci¨®n alguna de normas de Derecho Internacional. Es un tratado-ley que s¨®lo obliga a los Estados ratificantes, que han sido apenas una cincuentena, entre los que no est¨¢ Espa?a ni Estados Unidos ni pa¨ªses importantes de la Uni¨®n Europea. Por lo tanto, la ley espa?ola de amnist¨ªa no se opuso a ninguna otra norma de origen internacional que la contradijese.
Por otro lado, el tratado por el que se instituy¨® el Estatuto de la Corte Penal Internacional establece en su art¨ªculo 11 que esa Corte s¨®lo tendr¨¢ competencia respecto de cr¨ªmenes cometidos despu¨¦s de su entrada en vigor, lo cual deja fuera los cr¨ªmenes del franquismo y tambi¨¦n, por cierto, aquellos que pudieran haber cometido -permitido- las autoridades republicanas.
En cualquier caso, ha quedado bien claro que en los dos bandos se practic¨® una enfurecida "limpieza ¨¦tnica".
Y aqu¨ª llega el segundo mensaje perverso:
Mensaje n? 2: Los asesinados en la retaguardia republicana ya fueron "honrados" y sus victimarios perseguidos por el franquismo. Los ¨²nicos que ahora deben ser "honrados" -y sus asesinos juzgados- son los represaliados por el franquismo.
Lo que se consigue con un mensaje tan sectario es perpetuar la divisi¨®n. Precisamente todo lo contrario de lo que una persona bien nacida debiera desear. En efecto, lo que se debiera hacer es precisamente lo contrario, es decir, ampliar el mutuo perd¨®n y hacer que todos los muertos -todos- sean tambi¨¦n de todos. Que quienes cayeron bajo la represi¨®n en la retaguardia republicana no por cometer alg¨²n delito sino por ser (ser cura, ser militar, ser noble, ser rico, ser de derechas...) sean reivindicados por las gentes de la izquierda, y los asesinados por los franquistas sin haber cometido delito alguno, simplemente, ellos tambi¨¦n, por ser (ser sindicalista, ser republicano, ser socialista, ser comunista...) deben ser reivindicados por las gentes de la derecha. ?Con qu¨¦ fin? Simplemente, para poder decir todos juntos: ?Nunca m¨¢s!
Mensaje n? 3: Todos los represaliados por el franquismo son h¨¦roes de la democracia y de la libertad.
Los ganadores de la guerra civil sostuvieron durante los a?os de la dictadura que "sus" muertos (1936-1939) en el frente o bajo la represi¨®n en los territorios fieles al Gobierno republicano eran "m¨¢rtires de la Cruzada", afirmaci¨®n que est¨¢ tan lejos de la verdad como cerca de la propaganda.
Ahora, con parecido entusiasmo, se pretende que todos los enemigos del franquismo que fueron represaliados durante aquella interminable dictadura fueron "h¨¦roes de la Democracia".
Esta es, tambi¨¦n, una afirmaci¨®n sectaria, y por eso debe ser negada. Lo har¨¦ a continuaci¨®n, a sabiendas del riesgo que corro con ello.
Vivir durante la guerra en la retaguardia republicana -nadie que se haya ocupado de ese asunto lo negar¨¢- represent¨® para mucha gente un aut¨¦ntico infierno de persecuci¨®n y de muerte. Bastar¨ªa la lectura de la gran novela de Juan Iturralde, D¨ªas de llamas, para ilustrarlo. Y esa novela me lleva a un personaje -ligado a la UGT y al PSOE- que result¨® ser un individuo siniestro: Agapito Garc¨ªa Atadell, quien se hizo famoso en Madrid al inicio de la guerra civil como jefe de una de las Brigadas del Amanecer que operaban en la capital (tambi¨¦n los de la FAI fueron maestros en "represi¨®n revolucionaria" y montaron, por ejemplo, una checa en el Cine Europa de la calle Bravo Murillo desde donde sal¨ªan a dar paseos nocturnos y a llenar de cad¨¢veres la Dehesa de la Villa). Estas pandillas -muy contentas de exhibirse armadas por la retaguardia y de no pisar el frente- aparec¨ªan de madrugada en los domicilios de la gente "de derechas" para dar el paseo a sus moradores y, de paso, "requisar" en su propio beneficio los bienes que encontraban en los registros de aquella casas.
Seg¨²n se cuenta, Indalecio Prieto -que era ministro de la Guerra- dio la orden de detener al "compa?ero" Garc¨ªa Atadell y a su cuadrilla, pero, quiz¨¢ alertado, Atadell arrambl¨® con todo lo que pudo y se fue a Marsella, desde donde tom¨® un barco con destino a Buenos Aires. Pero el buque hizo escala en Canarias y los franquistas (quiz¨¢ avisados desde la zona republicana) lo sacaron del nav¨ªo y lo tomaron preso.
Sabemos a trav¨¦s de Koestler (autor de El cero y el infinito), entonces encarcelado por los franquistas en Sevilla, que Garc¨ªa Atadell estuvo en aquella c¨¢rcel y all¨ª le dieron garrote. Probablemente, sus restos reposen en alguna fosa com¨²n de alg¨²n cementerio sevillano y ahora podr¨ªan ser exhumados... ?Con honores?
?Por qu¨¦ no aceptamos la verdad de una pu?etera vez? La inmensa mayor¨ªa de la derecha espa?ola reneg¨® de la democracia durante la Rep¨²blica y, desde luego, durante la guerra... Pero es que la izquierda, en gran parte, hizo lo mismo, tomando la deriva "revolucionaria". En cualquier caso, una guerra civil no es el mejor momento para la defensa de los derechos civiles ni para la discusi¨®n civilizada... "Es la hora de los hornos y no se ha de ver sino su luz", ?recuerdan?
En fin, que entre tanto ruido se ha impuesto, al fin, una consigna seg¨²n la cual "el PP se niega a reconocer la sangrante realidad de las fosas" (sic). Se llega as¨ª al ¨²ltimo mensaje. ?ste ya en clave electoral.
Mensaje n? 4: La derecha espa?ola es heredera y a?orante del franquismo.
?O sea, que casi la mitad de los votantes espa?oles prefieren el franquismo? No s¨¦ si los ide¨®logos que sostienen tal mensaje y tal barbaridad, son conscientes del disparate que perpetran con este tipo de propaganda sectaria.
Mas debo decir, para concluir, que somos muchos los que -hartos de simplificaciones- nos negamos a que la izquierda se reduzca a ser la mera expresi¨®n de una aversi¨®n, la aversi¨®n a una derecha a la que visten de maniqueo sin ning¨²n rigor intelectual.
Joaqu¨ªn Leguina es economista.
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