Nuevo realismo brit¨¢nico
Hace cuatro a?os, la directora brit¨¢nica Andrea Arnold -que contaba con un Oscar por su cortometraje Wasp (2003)- dio su salto al largo dentro de uno de esos juegos de estrategia conceptual a los que es tan aficionado Lars von Trier: Red road (2006) era la primera entrega de The advance party, un proyecto dise?ado por Zentropa, la productora del dan¨¦s, que contemplaba la realizaci¨®n de tres largometrajes de distintos directores con un mismo plantel de actores y personajes. Cuando llegue el momento, quiz¨¢ resulte interesante analizar las similitudes y diferencias entre la ¨®pera prima de Arnold y la segunda entrega del proyecto -Rounding up donkeys, de Morag McKinnon- pero, por ahora, ya es suficientemente estimulante explorar las relaciones entre Red road y este segundo largometraje que afirma a la cineasta como uno de los m¨¢s prometedores activos del nuevo realismo brit¨¢nico.
FISH TANK
Direcci¨®n: Andrea Arnold. Int¨¦rpretes: Katie Jarvis, Rebecca Griffiths, Michael Fassbender, Charlotte Collins.
G¨¦nero: drama. Gran Breta?a, 2009.
Duraci¨®n: 123 minutos.
Con la sofisticaci¨®n de un pos-melodrama de la era de la videovigilancia y una temeraria afici¨®n a los giros narrativos, Red road ten¨ªa su principal atractivo en la singularidad de su mirada, aplicada a las zonas de desolaci¨®n emocional que se camuflan bajo las arquitecturas del desamparo urbano. Una mirada que recordaba a la de Lynne Ramsay en la excepcional Ratcatcher (1999), una pel¨ªcula que parec¨ªa encarnar el relevo natural del estilo Kean Loach, abriendo zonas de ambig¨¹edad para neutralizar el manique¨ªsmo en un registro que privilegiaba la poes¨ªa turbia por encima del mensaje aleccionador. Fish tank parece corroborar el v¨ªnculo con las maneras de Lynne Ramsay, al tiempo que se libera de buena parte del artificio que condicionaba Red road: aqu¨ª, Arnold mantiene elementos familiares -una videoc¨¢mara funciona como relevante instrumento en la trama-, pero toma la sabia decisi¨®n de sustituir el golpe de efecto por el juego sofisticado con las expectativas de un espectador intoxicado por tanto melodrama determinista disfrazado de denuncia social.
En su puesta en escena, Fish tank deja las cosas claras: Arnold no est¨¢ encima, sino al lado (o, en ocasiones, dentro) de su personaje principal, una adolescente de suburbio en plena guerra contra el mundo y su entorno inmediato, en el justo momento en que corona la cima de su aislamiento en la zona de tr¨¢nsito entre la inmadurez y la autoafirmaci¨®n. Un hogar en proceso de desintegraci¨®n y las transacciones de afecto, progresivamente delicadas, con el nuevo novio de una madre alcoh¨®lica acelerar¨¢n la l¨®gica de un proceso que ya est¨¢ en marcha cuando el espectador ve, por primera vez, a Mia, sudorosa, tensa, encarnada con una crudeza sin filtros por la actriz no profesional Katie Jarvis. Arnold tropieza con alg¨²n exceso simb¨®lico -la figura de la yegua encadenada-, pero captura sin afectaci¨®n el pulso y la respiraci¨®n de su protagonista y le concede, por lo menos, los puntos suspensivos de la posibilidad.
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