Shakespeare y la luz entreverada

La comedia es femenina y la tragedia masculina. No me refiero al sexo de sus protagonistas, sino al car¨¢cter del g¨¦nero: el humor es cuenca fluvial, y la desolaci¨®n, monolito. En medio queda la tragicomedia, tierra de nadie y de todos. Como gust¨¦is es una comedia andr¨®gina: lleva rumbo tr¨¢gico hasta que Shakespeare o quien quiera que la escribiese decide darle la vuelta como a un guante y forzar un final disparatadamente feliz.

Igual de escurridiza es la identidad sexual de Rosalynd, su protagonista femenina, que adopta nombre y ropajes masculinos con lo cuales juega a ser un hombre que interpreta a una mujer ante Orlando, su enamorado, ignorante de todo.

En el explosivo montaje coral de Cheek by Jowl que vimos en el Teatro Espa?ol 18 a?os ha, el equ¨ªvoco se multiplicaba porque Adrian Lester, joven actor, interpretaba a Rosalynd. La gran baza de este de Sam Mendes es el alto nivel de su reparto, empezando por Juliet Rylance, actriz con un fiato oper¨ªstico, encantadora y femenina siempre, aunque se vista de var¨®n. Christian Camargo, su enamorado Orlando, es Pierrot condenado a no reconocerla aunque la tenga delante y le d¨¦ un beso por derecho, y Stephen Dillane, un fil¨®sofo dylaniano que va perdiendo par¨¢bolas por los bolsillos de su gab¨¢n agujereado.

Oiremos alguno de los di¨¢logos de amor m¨¢s hermosos de Shakespeare

Celia, prima de Rosalynd, tiene en Michelle Beck la int¨¦rprete ideal: el di¨¢logo en que Rosalynd travestida improvisa mil mentiras para poder coquetear con Orlando sin revelarle su identidad se puede seguir al detalle a trav¨¦s de la cara de Beck, estupefacta como si fuera la primera vez que lo oyera. Muda, lo dice todo. El buf¨®n Touchtone, otro personaje central, elegante y ajado en la interpretaci¨®n inolvidable del recientemente fallecido Peter Needham en el montaje de Declan Donnellan con Cheek by Jowl, es un cortesano con reflejos de Oscar Wilde en la divertida interpretaci¨®n de Thomas Sadoski.

Como gust¨¦is es una obra muy exigente en cuanto al reparto: hay actores de car¨¢cter que llevan el peso de escenas enteras. En ese cometido, destaca el pastor Corin de Anthony O'Donnell, gracioso sin malgastar un gesto, y la Phoebe de Ashlie Atkinson, cuyo f¨ªsico poderoso colabora en una galer¨ªa de personajes pr¨®xima a la vida: el bajito, el gigante, los viejos, la mujer desgarbada...

En fin, en esta comedia encontraremos alguno de los di¨¢logos de amor m¨¢s hermosos del teatro shakespeariano, escenas en el bosque de Arden que nada tienen que envidiar a las de Sue?o de una noche de verano, algunas canciones estupendamente interpretadas en vivo y un final de cuento de hadas. Sam Mendes lleva la acci¨®n con pulso y buen gusto y, obligando a doblar personajes a parte del elenco, hace de los exiliados en el bosque el reverso exacto de la corte golpista. La escenograf¨ªa de Tom Piper, expresiva y pr¨¢ctica, es a la vez interior umbroso y exterior boscoso, y la luz pict¨®rica de Paul Pyant alterna efectos tenebristas y solares.