Mi¨¦nteme, dime que podemos
El problema de la econom¨ªa espa?ola no es de diagn¨®stico: lo tenemos, sabemos qu¨¦ hay que hacer. El problema es que ya no puede retrasarse el comienzo de unas reformas que no ser¨¢n indoloras
Viendo Johnny Guitar mi generaci¨®n aprendi¨® a no creer en las apariencias. Cuando Sterling Hayden ped¨ªa a Joan Crawford que le mintiera y le dijera que todav¨ªa le quer¨ªa, muchos adivinamos que ser¨ªa un ganador y que la dura protagonista iba terminar llorando como una Magdalena. Yo me acuerdo de aquella pel¨ªcula cada vez que me asomo al debate en torno a la actual crisis econ¨®mica espa?ola. A la mayor¨ªa de quienes intervienen tambi¨¦n les gusta que les mientan y les digan que se les quiere. Y tal como vamos, las l¨¢grimas no van a faltar.
Nuestros l¨ªderes pocas veces hablan de econom¨ªa. Discuten medidas. Si podemos o no adoptar el preanunciado recorte del gasto p¨²blico, o de si debemos o no embarcarnos en un aumento de los impuestos. Si la falta de cr¨¦dito es causa o consecuencia de la recesi¨®n, o de si podemos dejar de ser el pasmo de Europa en t¨¦rminos de desempleo sin llevar a cabo una reforma del mercado de trabajo. La gente sabe las respuestas antes de que se hagan las preguntas. Entre nosotros esto no es nuevo, pero esta vez quiz¨¢s sea m¨¢s peligroso que otras veces.
?Estamos condenados necesariamente? No. Se puede fijar un horizonte a medio plazo compartido
Actuar como siempre ante algo que es radicalmente distinto es una mala estrategia
De una parte, porque pretender que alg¨²n d¨ªa la crisis pasar¨¢ y todos volveremos a ser como fuimos, puede ser un descomunal espejismo, al menos en horizontes temporales y electorales razonables. A lo largo de esta crisis hemos acumulado desequilibrios macro y sociales que no tienen precedentes en nuestra reciente historia econ¨®mica. En los ¨²ltimos 30 a?os, en algunas ocasiones, el PIB espa?ol ha retrocedido, el desempleo ha sido muy alto, el d¨¦ficit corriente amenazante y el d¨¦ficit p¨²blico desestabilizador. Pero nunca se ha dado todo a la vez: seis trimestres de ca¨ªda continuada del PIB, 1,6 millones de empleos destruidos y el paro en el 20,05% de la poblaci¨®n activa, balanza de pagos fuertemente deficitaria pese a la recesi¨®n y, por el mismo motivo, d¨¦ficit p¨²blico del 11% del PIB. Comportarnos como siempre ante algo que es radicalmente distinto es una mala estrategia.
De otra, porque estamos haciendo creer a la sociedad que la "soluci¨®n" depende exclusivamente de lo que hagan o dejen de hacer el Gobierno, la oposici¨®n, los sindicatos, la CEOE o el Pacto de Toledo. Esta visi¨®n implica dar por hecho que cada uno de esos agentes sabe perfectamente c¨®mo los ciudadanos y empresas van a reaccionar ante las reformas -o la ausencia de reformas- que pacten. Quiz¨¢s. Pero a lo peor est¨¢n infravalorando la madurez y racionalidad econ¨®mica de la nueva sociedad espa?ola y pasen por alto que la mayor¨ªa de ciudadanos puede ser que traten de reaccionar al entorno sin olvidarse de la tenacidad de las identidades contables.
Hay una particularmente relevante: la que nos dice que la suma de la capacidad financiera -es decir, el exceso del ahorro respecto a la inversi¨®n en activos reales- del sector privado y del sector p¨²blico necesariamente tiene que ser igual a la importaci¨®n de ahorro externo de la econom¨ªa. A finales de 2009, nuestros n¨²meros para esa identidad eran muy contundentes: unas necesidades de financiaci¨®n del sector p¨²blico del 11% del PIB, una capacidad de financiaci¨®n del sector privado del 6% del PIB y un d¨¦ficit corriente del 5% del PIB.
Tomando esos n¨²meros como punto de partida se puede pensar en qu¨¦ tiene que ocurrir para que el Gobierno sea capaz de reducir sus necesidades de financiaci¨®n al 3% del PIB en 2013, tal y como nos hemos comprometido con Bruselas y los mercados financieros.
Para hacer f¨¢cil el ejercicio, supongamos inicialmente que no cambia el d¨¦ficit exterior. En ese escenario llegar al 3% de necesidades de financiaci¨®n p¨²blica inevitablemente implicar¨ªa que el sector privado espa?ol tendr¨ªa que volver a ser un "deudor" por el equivalente al 2% del PIB.
?Es esto razonable? Me temo que no. Necesitar¨ªamos un inmenso shock de confianza para que las empresas decidieran invertir m¨¢s, y las familias optasen por gastar m¨¢s de lo que ingresan. Y aunque tuvieran tal confianza habr¨ªa que ver si el sistema financiero estar¨ªa dispuesto a financiarles.
Los ¨²ltimos datos del INE son inapelables: en relaci¨®n a la media de la ¨²ltima d¨¦cada, las familias est¨¢n ahorrando cinco puntos porcentuales del PIB m¨¢s e invirtiendo dos puntos del PIB menos, mientras que las empresas no financieras ahorran un punto porcentual del PIB m¨¢s e invierten tres puntos del PIB menos. Para que el sector privado volviese a exhibir esa necesidad de financiaci¨®n habr¨ªa que volver a las combinaciones de ahorro e inversi¨®n de los a?os 2001-2004 y esto hoy parece poco probable. ?Por qu¨¦? Porque las familias ahorran menos cuando el empleo crece como lo hizo en aquel periodo -dos millones de puestos de trabajo en cuatro a?os- o sus activos inmobiliarios se revalorizan en un 85% acumulado, y tienden a ahorrar m¨¢s cuando, como ahora, la incertidumbre sobre el empleo es alta y fuerte la ca¨ªda del valor del stock de riqueza mobiliaria y financiera. Y las empresas invierten cuando la capacidad instalada est¨¢ cercana al pleno empleo, las expectativas de beneficios son atractivas y la seguridad jur¨ªdica est¨¢ a salvo de medidas de ¨²ltima hora.
Si el ajuste fiscal quisi¨¦ramos abordarlo de otra forma, pod¨ªamos pensar en achicar el d¨¦ficit corriente y, eventualmente, llevarlo a cero. En ese caso, el objetivo del Gobierno del 3% del PIB ser¨ªa compatible con un sector privado que mantuviese una capacidad de financiaci¨®n del 3% del PIB. La mitad de la actual, pero conservando un ahorro privado mayor que la inversi¨®n privada.
?Cu¨¢l es el problema? Que en los ¨²ltimos 10 a?os nunca hemos sido capaces de conseguir que el d¨¦ficit corriente fuese cero. Los escenarios extremos para lograrlo ahora ser¨ªan, o bien exportar 5 puntos del PIB m¨¢s o importar 5 puntos del PIB menos. Ratios de importaciones respecto al PIB del 27% no los hemos tenido desde 1998, el a?o anterior a la puesta en circulaci¨®n del euro, y ratios de exportaci¨®n del PIB del 32% simplemente no los hemos alcanzado jam¨¢s.
Al margen de lo novedoso que pudiera resultar llegar hasta all¨ª, este camino ni es f¨¢cil, ni es indoloro. Salvo que nos salve el mundo exterior -lo que no parece: quienes crecen son los emergentes, no los pa¨ªses desarrollados que son los que nos compran y de donde viene los turistas- para conseguir este shock de crecimiento basado en la demanda externa neta la demanda interna tendr¨ªa que crecer muy moderadamente. Exactamente esta es la raz¨®n -que nada tiene que ver con ninguna conjura internacional- por la que desde "fuera" se mira con tanto escepticismo los escenarios macro que apuestan por crecimientos sostenidos de la econom¨ªa espa?ola cercanos al 3% a partir del a?o pr¨®ximo. Para muchos ese voluntarismo simplemente no encaja con la tenacidad de las identidades.
?Estamos necesariamente condenados bien a no honrar los compromisos con Bruselas, bien a volver a re-endeudarnos, o bien a languidecer durante los pr¨®ximos a?os? No. Hay alternativas mejores: con un horizonte de pol¨ªticas econ¨®micas a medio plazo compartido ser¨ªa posible combinar los escenarios anteriores, y reducir los costes y las p¨¦rdidas patrimoniales.
Pero hay que actuar ya. Somos una econom¨ªa sobrediagnosticada. Se sabe qu¨¦ hay que hacer y qui¨¦n lo impide. Se sabe que el reparto de los costes sociales no es un tema "tecnocr¨¢tico" sino pol¨ªtico. Se sabe que antes de repartir hay que crear la riqueza. Se sabe que el crecimiento s¨®lo se consigue si existe un compromiso con el mercado, la productividad y la educaci¨®n. Hacer hoy las reformas que necesitamos es mucho mejor que seguir minti¨¦ndonos.
Jos¨¦ Juan Ruiz es economista.
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