?Qu¨¦ pinta ah¨ª usted?
Hace seis a?os que no ten¨ªamos noticias ni en la pantalla ni en la vida del ¨²ltimo y leg¨ªtimo monarca del cine, de un individuo que justifica pagar la entrada a cambio de su eterno poder de seducci¨®n desde su legendaria carta de presentaci¨®n: Bond, James Bond. Sean Connery siempre fue tan chulo como cre¨ªble, le sentaba inmejorablemente desde el sofisticado smoking hasta la imposible falda escocesa, pose¨ªa clase y sentido del humor, pero a partir de la supuesta decadencia f¨ªsica y mental que la convenci¨®n adjudica a los cuarenta a?os, este se?or encarna la gloria del vino antiguo, logra un arte del envejecimiento, multiplica su atractivo, transforma en un acontecimiento cada pel¨ªcula que protagoniza. Tambi¨¦n demuestra olfato al encarnar a principios de los a?os setenta al h¨¦roe de tres imperecederas pel¨ªculas de aventuras. Es el Robin Hood moribundo, envenenado por su amant¨ªsima esposa Marian, que lanza la ¨²ltima flecha en el bosque de Sherwood. Es el hombre que pudo reinar cantando un himno antes de que los monjes calvorotas le despe?aran. Es El Raisuli, el ultimo pirata berberisco, el viento destinado a perder en su desaf¨ªo al le¨®n, despidi¨¦ndose de la enamorada viuda norteamericana con: "Nos veremos en el cielo, se?ora Pedekaris. Cuando usted y yo seamos dos gotas de lluvia flotando entre nubes".
Sab¨ªamos del ciudadano Connery que era muy rico, militante radical en el nacionalismo escoc¨¦s, que su refugio cuando no ten¨ªa que enamorar a la c¨¢mara era Marbella y el golf una de sus irrenunciables pasiones, que un d¨ªa se sinti¨® saturado de tanto millonario exhibicionista y de que el personal le diera la brasa en la calle. Y cambi¨® Marbella por el para¨ªso fiscal de Las Bahamas.
Puedes imaginarte a Connery encabezando el saqueo del mayor banco, transgrediendo la ley con apabullante estilo, pero jam¨¢s podr¨ªas asociarlo en el banquillo de la Operaci¨®n Malaya, compartiendo blanqueo de pasta en la misma geograf¨ªa con la bigotuda tonadillera que presuntamente encarna el alma de la espa?olidad m¨¢s grimosa, el hortera de bolera Juli¨¢n Mu?oz, su racial primera esposa, el capo Roca, la antigua corte gilista, rufianes de zarzuela, personajes desahuciados no ya por la ¨¦tica sino tambi¨¦n por la est¨¦tica. Qu¨¦ depresi¨®n constatar que Dios puede hacer negocios con el Dioni.
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