V¨ªctimas de Franco, v¨ªctimas de ETA
Memoria, dignidad y justicia son ya tres apellidos que acompa?an a las v¨ªctimas del terrorismo de ETA. Estas v¨ªctimas han pasado de estar olvidadas, o patrimonializadas por la ultraderecha, en los a?os de la transici¨®n y comienzos de la democracia, a gozar en la actualidad de un reconocimiento legal, institucional y social en unos niveles que resultan mod¨¦licos para otros pa¨ªses.
Las v¨ªctimas del terrorismo de ETA tienen hoy en Espa?a leyes que las amparan, apoyos econ¨®micos sin parang¨®n, y gozan del reconocimiento y el afecto de la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles. Adem¨¢s, nadie se atreve ya a decir, ni siquiera entre los menguantes jaleadores de ETA, aquella frase tremenda de ETA, m¨¢talos, mientras que son habituales en los discursos pol¨ªticos, y en las l¨ªneas editoriales de los medios de comunicaci¨®n, las frases de reconocimiento y enaltecimiento de las v¨ªctimas. En Espa?a se da por hecho la superioridad moral de las v¨ªctimas del terrorismo y se identifica al verdugo que las cre¨® como un s¨ªmbolo del mal. De pecar por algo respecto de las v¨ªctimas del terrorismo de ETA, en Espa?a se puede pecar, a veces, por exceso.
Hemos sido v¨ªctimas de dos dictaduras: la de Franco y la de ETA. Ambas funcionaban con el odio y el miedo
Otras v¨ªctimas, las de la dictadura franquista, no s¨®lo no tuvieron el menor reconocimiento durante los 40 a?os que el dictador estuvo en el poder, es que fueron perseguidas con sa?a hasta la agon¨ªa de Franco. Acabada la guerra, el r¨¦gimen de Franco se dedic¨® con ah¨ªnco, de manera concienzuda y sistem¨¢tica, a exterminar a la izquierda perdedora republicana: fusilamientos masivos, largas penas de c¨¢rcel, trabajos forzados, juicios sumar¨ªsimos, exilio, miedo y clandestinidad, moldearon una peculiar forma de guerra con un solo bando fieramente armado y el otro aniquilado. Durante esos 40 a?os fueron reconocidas, y tratadas de manera privilegiada, con cargos, oposiciones patri¨®ticas, empleos, privilegios, apoyo econ¨®mico, asientos reservados para caballeros mutilados, etc. las v¨ªctimas y los familiares de los ca¨ªdos del bando franquista, que se alz¨® en golpe de Estado contra el Gobierno democr¨¢tico de la Rep¨²blica. Durante esos mismos 40 a?os hubo una pol¨ªtica de exterminio, primero; y persecuci¨®n, despu¨¦s, a los perdedores y a los opositores a Franco. El final de la Guerra Civil no dio paso a la reconciliaci¨®n, sino al exterminio franquista de los derrotados, a los que se despoj¨® de su condici¨®n de espa?oles.
Podemos decir que la recuperaci¨®n de las libertades en Espa?a no trajo aparejado el reconocimiento a las v¨ªctimas provocadas por Franco. Miles de v¨ªctimas hab¨ªan sido fusiladas o paseadas y sus restos yacen a¨²n en cunetas, barrancos o fosas. La Ley de la Memoria Hist¨®rica plantea algo elemental: reconocer a las v¨ªctimas del franquismo que durante 40 a?os de dictadura y 30 de democracia no han sido reivindicadas. Pero, en este caso, la demanda de memoria, dignidad y justicia respecto de esas v¨ªctimas no s¨®lo no cuenta con el apoyo un¨¢nime de la poblaci¨®n espa?ola, sino que, por el contrario, levanta ampollas en importantes sectores de la tronante derecha pol¨ªtica y medi¨¢tica.
Andan estos n¨²cleos de aroma franquista empe?ados en rescribir la historia y se afanan por presentar al dictador como un personaje estupendo y necesario, y a sus v¨ªctimas como merecedoras de la muerte. Algo habr¨ªan hecho los comunistas, los socialistas, los republicanos, para que Franco los exterminara, parecen decir.
Resulta muy significativo que los mismos que incluso exageran en sus apoyos a las v¨ªctimas del terrorismo etarra no consideren que tambi¨¦n son dignas de reconocimientos las v¨ªctimas de ese terrorismo gigantesco, eterno y much¨ªsimo m¨¢s sanguinario que fue el franquismo.
Algunos espa?oles hemos sido v¨ªctimas de dos dictaduras: la de Franco y la de ETA, y reconocemos en ambas ingredientes que las hacen parejas: las dos funcionaron a base de odio, muerte y miedo; las dos pretendieron aniquilar al contrario, en el caso franquista, con un ¨¦xito que dur¨® 40 a?os, y en el de ETA con un fracaso que ha durado 40 a?os y ha provocado incomparablemente menos v¨ªctimas que el terror de Franco.
Ahora se trata, sencillamente, de reclamar el justo reconocimiento a las v¨ªctimas de un golpe de Estado y de esa dictadura basada en una represi¨®n feroz y sin tregua que fue el franquismo; se trata de que las familias de los perdedores puedan enterrar a sus v¨ªctimas con dignidad, donde ellos quieran; que sepan d¨®nde est¨¢n, que los puedan separar de la infame compa?¨ªa del dictador que los mand¨® asesinar y que de manera incomprensible sigue enterrado, con todos los honores, al lado del altar principal la Bas¨ªlica del Valle de los Ca¨ªdos.
Se trata de reparar la memoria y la dignidad, de hacer justicia con las v¨ªctimas del terrorismo de Franco, que no fueron reconocidas durante 40 a?os de dictadura ni lo han sido en 30 de democracia. Negarse a este ejercicio democr¨¢tico, b¨¢sico para una convivencia en valores compartidos de libertad, retrata a quien lo hace, dificulta la definitiva reconciliaci¨®n entre espa?oles y pone de manifiesto la dosis de odio que un sector de nuestro pa¨ªs mantiene a¨²n enhiesto. No parece coherente reclamar memoria dignidad y justicia para las v¨ªctimas del terrorismo nacionalista vasco y no exigir el mismo trato para las v¨ªctimas del terrorismo nacionalista espa?ol.
Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja es periodista.
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