Zapatero, el lobo y la factura de la crisis
Una de las cuestiones que estaban pendientes en la agenda de la crisis era qui¨¦n acabar¨ªa pagando la factura. Otra era c¨®mo volver al crecimiento, sin el cual el pago de esa factura nos puede abocar a una econom¨ªa de la miseria.
El martes se destap¨® esa agenda oculta: ser¨¢n los funcionarios, empleados p¨²blicos, pensionistas y personas dependientes -de entre los grupos sociales-, los que tendr¨¢n que pagar el grueso de la factura. Por la dureza de alguna de las medidas -nunca antes se hab¨ªa hecho un recorte en los salarios nominales-, el anuncio ha significado un fuerte shock social.
La historia de Pedro y el lobo, ligeramente modificada, puede ayudarnos a comprender ese shock. Durante dos a?os el presidente del Gobierno se ha dedicado a jugar con la crisis diciendo que ya se ve¨ªan los brotes verdes, y negando la amenaza del lobo. Cuando, finalmente, estas ¨²ltimas semanas, se present¨® en forma de especulaci¨®n en los "mercados" de deuda, los espa?oles no lo esperaban. De ah¨ª la sorpresa.
A las medidas de austeridad hay que a?adir medidas orientadas al crecimiento
Hay que lograr un reparto m¨¢s equitativo de la carga de la crisis
?Qui¨¦nes son los que Zapatero y sus ministros llaman "especuladores"? Los que a?os anteriores han dejado dinero a la banca y a las empresas, y los que ahora prestan su dinero para financiar el d¨¦ficit p¨²blico con el cual pagamos una parte importante del gasto social, educativo o sanitario. Imaginen por un momento que lo dejasen de hacer, y que tuvi¨¦semos que recortar el gasto social en una cuant¨ªa igual al d¨¦ficit, un 11% del PIB.
Es cierto, y hay que insistir en ello, que ese d¨¦ficit p¨²blico no fue la causa de la crisis, sino su consecuencia. Una consecuencia provocada b¨¢sicamente por la dram¨¢tica ca¨ªda de ingresos fiscales y, en mucha menor medida, por el aumento de gastos que el rescate bancario, el mantenimiento de empleo y las prestaciones del paro han originado.
Pero, en cualquier caso, esa factura hab¨ªa que pagarla. La cuesti¨®n pendiente era saber sobre qui¨¦n acabar¨ªa haci¨¦ndola recaer el Gobierno. Ahora ya lo sabemos.
?Cu¨¢l ser¨¢ la eficacia y el impacto de esas medidas? Por un lado, habr¨¢ que ver los efectos en el presupuesto y en la econom¨ªa. El riesgo es que un freno de la incipiente recuperaci¨®n y el aumento del paro neutralicen parcialmente los recortes. Por otro, est¨¢n los efectos sociales y pol¨ªticos. Perm¨ªtanme que aqu¨ª y ahora me pare en estos dos ¨²ltimos.
Como ocurre con otras muchas cosas de la vida, lo relevante de las medidas no es su contenido, sino la percepci¨®n social que generen. En este sentido, parece evidente que la percepci¨®n social dominante es de injusticia en el reparto de la factura. No es s¨®lo una cuesti¨®n moral. Afectar¨¢ a la eficacia de esas medidas. Y, lo que quiz¨¢ es m¨¢s importante, puede bloquear reformas necesarias para salir bien parados de la crisis.
Adem¨¢s, existe la sensaci¨®n de que han sido impuestas desde fuera. Esto da?a la autoestima de una sociedad y de unos actores sociales que en el pasado fueron capaces de enfrentarse a peores situaciones y consiguieron salir con ¨¦xito de ellas.
Por otro lado, la forma en la que se han adoptado, casi con nocturnidad, no es s¨®lo una
cuesti¨®n est¨¦tica. Ha dejado a los sindicatos con el trasero al aire y cuestionado su papel y eficacia en la interlocuci¨®n social. El riesgo es que esa situaci¨®n desairada les lleve a cruzar la l¨ªnea roja que nunca hab¨ªan cruzado desde diciembre de 1988 en que convocaron una huelga general que dej¨® a la econom¨ªa sin direcci¨®n pol¨ªtica, y a la pol¨ªtica socialista sin rumbo.
A esa percepci¨®n de injusticia se suma la sensaci¨®n de improvisaci¨®n. La mayor¨ªa de ciudadanos estamos dispuestos a apretarnos el cintur¨®n si confiamos en que ese esfuerzo es para mejorar. Tengo la convicci¨®n de que muchos funcionarios y trabajadores hab¨ªan descartado ya hace meses una congelaci¨®n salarial. Pero el Gobierno no se atrevi¨® a proponerlo. Ahora dicta el recorte salarial y la austeridad. Pero la austeridad por la austeridad es una aberraci¨®n. No se trata de reducir el d¨¦ficit a costa de reducir el crecimiento, sino de reducir el d¨¦ficit fomentando el crecimiento. Sin crecimiento los ingresos p¨²blicos no volver¨¢n. Y sin los ingresos el d¨¦ficit no se puede reducir de forma sostenible s¨®lo con tijeretazos a los gastos.
Hasta ahora, todas las pol¨ªticas exitosas de estabilizaci¨®n que se han llevado a cabo en Espa?a han venido acompa?adas de otras pol¨ªticas orientadas a fomentar el crecimiento y el empleo. Se hizo as¨ª en 1959, en plena ¨¦poca autoritaria. Y, ya en democracia, con los Acuerdos de La Moncloa de 1977, o el plan a medio plazo para la estabilizaci¨®n y el crecimiento de 1983. Ese mix de estabilidad y crecimiento es el buen camino.
?Y ahora qu¨¦? El presidente del Gobierno no puede pretender que una vez ha tomado la decisi¨®n "valiente" de salir a anunciar la mala nueva, a lo hecho pecho y a seguir como si no hubiese pasado nada.
Sin cuestionar la necesidad de pagar la factura de la crisis, es necesario lograr dos cosas. En primer lugar, un reparto m¨¢s equitativo de la factura de la crisis. En segundo lugar, complementar las medidas de austeridad con medidas orientadas al crecimiento.
Se trata, ante todo, de buscar un reparto m¨¢s equitativo de la factura de la crisis. Por un lado, repartiendo mejor y m¨¢s eficientemente los recortes del gasto p¨²blico. Por otro, aumentando la presi¨®n fiscal sobre grupos sociales y econ¨®micos que hasta ahora escapan a la fiscalidad. As¨ª, es necesaria una pol¨ªtica decidida de lucha contra el enorme fraude fiscal, una lucha contra la econom¨ªa sumergida y una reforma del sistema tributario. Quiz¨¢ no se logre, pero ese esfuerzo es indispensable para crear al menos la percepci¨®n de equidad en el reparto de la carga de la crisis.
En este sentido, las reuniones que se han abierto con agentes sociales y otras fuerzas pol¨ªticas deber¨ªan conducir a elaborar un verdadero programa de estabilizaci¨®n, reforma y crecimiento a medio plazo para la econom¨ªa espa?ola. Pero un programa as¨ª necesita un liderazgo pol¨ªtico fuerte. Fuerte no en sentido autoritario, sino en el sentido de convincente y persuasivo, capaz de lograr la confianza de los ciudadanos.
El presidente Zapatero tiene tambi¨¦n que sacar consecuencias pol¨ªticas. Si la situaci¨®n econ¨®mica es realmente grave como dice, y sin duda lo es, no puede entonces pretender seguir como si nada hubiese pasado. Ha de optar por una de estas cuatro opciones. La primera, convocar elecciones. Eso permitir¨ªa un verdadero debate p¨²blico sobre la situaci¨®n econ¨®mica y que los ciudadanos decidan. La segunda ser¨ªa ceder el liderazgo pol¨ªtico y de gobierno a otro miembro de su partido. Pero esta opci¨®n abocar¨ªa de hecho a la anterior. La tercera ser¨ªa un gobierno de coalici¨®n con mayor¨ªa parlamentaria suficiente que permitiese gobernar la econom¨ªa hasta el final de la legislatura. La cuarta ser¨ªa una remodelaci¨®n profunda del Gobierno con un ministro fuerte al frente de la econom¨ªa. Pero Zapatero nunca ha querido un perfil as¨ª a su lado. Por eso, imagino, se fue Pedro Solbes.
Naturalmente le queda una quinta opci¨®n: no hacer nada. No descarto que sea la elegida.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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