Cu¨¢nto debe Europa a los bizantinos
El diccionario de la RAE de la Lengua Espa?ola (edici¨®n de 1970) define "bizantinismo" como "corrupci¨®n por lujo en la vida social, o por exceso de ornamentaci¨®n en el arte", y, en segunda acepci¨®n: "Afici¨®n a discusiones bizantinas". Respecto a "bizantino", nos advierte: "D¨ªcese de las discusiones bald¨ªas, intempestivas o demasiado sutiles". El sentido despectivo del t¨¦rmino es com¨²n a otras lenguas; y se funda en un viejo estereotipo, heredado de la Ilustraci¨®n, junto a la imagen de un mundo bizantino "corrupto" de figuras r¨ªgidas, joyas y ropas de oro, iconos, c¨²pulas, mosaicos, sedas, eunucos, una corte de intrigas sangrientas y discusiones teol¨®gicas infinitas en monasterios, plazas y mercados. (Una imagen decadente evocada por Hegel, Voltaire y Gibbon, y sus contempor¨¢neos).
Bizancio. El imperio que hizo posible la Europa moderna
Judith Herrin
Traduccio J. Ramos Mena. Debate.
2009. 495 p¨¢ginas. 27,90 euros.
El hombre bizantino.
Traducci¨®n de P. B¨¢denas y otros. Alianza. Madrid, 1994. 356 p¨¢ginas. 26,30 euros.
El hombre bizantino
Guglielmo Cavallo (editor).
Taducci¨®n de P. B¨¢denas y otros.
Alianza. Madrid, 1994.
356 p¨¢ginas. 26,30 euros.
"Sin Bizancio no habr¨ªa existido Europa", afirma Judith Herrin al tiempo que denuncia su perversa fama
Pero esa imagen deformada no hace justicia al refinado y milenario imperio que defendi¨® a Europa de los ataques ¨¢rabes durante siglos, y civiliz¨® y cristianiz¨® el mundo eslavo, y mantuvo y transmiti¨® el gran legado cultural del helenismo y a trav¨¦s de los exiliados y los textos cl¨¢sicos impuls¨® el Humanismo del Renacimiento. "Sin Bizancio no habr¨ªa existido Europa", afirma Judith Herrin al tiempo que denuncia esa perversa fama y su difusi¨®n europea. Los europeos no s¨®lo cometieron una de las m¨¢s infames traiciones de la historia al lanzar la Cuarta Cruzada a conquistar y saquear imp¨ªamente la espl¨¦ndida Constantinopla, sino que m¨¢s tarde rehusaron socorrer a la aislada Bizancio en 1453, cuando Mehmet II acometi¨® su conquista. Con feroz codicia asesinaron a muchos bizantinos en 1204, dos siglos m¨¢s tarde abandonaron la ciudad a los turcos, y, luego, acaso con mala conciencia, insultaron a los vencidos. "Las sistem¨¢ticas calumnias dirigidas hacia Bizancio como imperio que contin¨²an a¨²n hoy", escribe J. Herrin, "se originaron en el intento de los cruzados de justificar su codicia y pillaje contra sus correligionarios cristianos". (Los bizantinos eran hermanos en la fe, pero cism¨¢ticos, algo her¨¦ticos y encima arruinados. Ni los monarcas europeos ni el Papado les ten¨ªan ninguna simpat¨ªa. Tampoco los intelectuales del XVIII, ya se ve, por otras razones).
No faltan libros recientes con una perspectiva m¨¢s justa de los m¨¦ritos y logros de la civilizaci¨®n bizantina, corrigiendo el t¨®pico tradicional, y subrayando los avances y los claros rasgos de modernidad en aquel prolongado y vers¨¢til imperio, que tambi¨¦n, como otros, tuvo sus tiempos siniestros y una triste decadencia. Como ha escrito G. Cavallo: "Bizancio anticipa el estado centralizado de la edad moderna, experimenta formas estatutarias de asistencia p¨²blica y privada a la pobreza, se abre a modos capitalistas de expansi¨®n econ¨®mica, concede a la mujer -aunque sea bajo el ropaje de un difundido antifeminismo- una dignidad y un papel desconocidos hasta nuestro siglo, y anticipa pr¨¢cticas de trabajo intelectual (ediciones de textos, formas de lectura) de la edad moderna". Mucho antes, Hans Freyer destacaba, en su Historia universal de Europa, c¨®mo hab¨ªa ejercido de dique y filtro espiritual entre Oriente y Occidente: "Bizancio recibe los poderosos efectos del Oriente y, en sentido positivo, ha impermeabilizado al Occidente contra ellos, o al menos, como un filtro, ha dejado pasar poco hacia ¨¦l. Muy varia sabidur¨ªa de la sangre, viejas experiencias del cuerpo y el alma, mucho arte del goce y de la ascesis se han perdido con ello para Occidente, y s¨®lo gracias a ello es ¨¦ste tan inquieto, tan inteligente, tan falto de sabidur¨ªa y tan laborioso ahora".
El Bizancio de Judith Herrin es "una historia distinta" sin el habitual esquema cronol¨®gico. Enfoca en cap¨ªtulos sueltos sus aspectos m¨¢s caracter¨ªsticos, sugestivos y fascinantes, en un relato espl¨¦ndido por su amenidad, colorido dram¨¢tico y fresco estilo. Trata, en sabias vi?etas, de Constantinopla, la mayor ciudad de Europa, Santa Sof¨ªa, los iconos, los mosaicos de R¨¢vena, la ortodoxia, los eunucos, la corte, la sociedad cosmopolita y el basti¨®n contra el islam; tambi¨¦n de Cirilo y Metodio, las cruzadas, la iconoclasia, el "fuego griego", Venecia y el tenedor (joyel de una princesa bizantina), el Monte Athos, el asedio de 1453 y, en fin, de "la grandeza y el legado de Bizancio".
Al comienzo Judith Herrin cita una nota reciente de prensa sobre la Uni¨®n Europea y sus "regulaciones tributarias de una complejidad manifiestamente bizantina". Luego comenta: "Si necesitamos una palabra para describir la mendacidad de nuestros actuales l¨ªderes pol¨ªticos, la estrafalaria incompetencia de nuestras burocracias, el taimado ego¨ªsmo y las maquinaciones ilegales de nuestras grandes empresas, o bien el enrevesado atractivo de los pasillos globales de la fama, debemos encontrar un t¨¦rmino apropiado, y no es el de bizantino. No es que el imperio estuviera libre de corrupci¨®n, de crueldad y de barbaridades, pero al proyectar en ¨¦l las ideas que todav¨ªa evoca el t¨¦rmino bizantino, estamos sugiriendo que todos esos defectos pertenecen a una sociedad remota y condenada, ajena a nuestro car¨¢cter y desvinculada absolutamente de nuestras propias tradiciones".
El adjetivo "bizantino" merece otras connotaciones, y Bizancio otra mirada.
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