El asesinato pol¨ªtico de ZP
El mi¨¦rcoles Zapatero culmin¨® el proceso de ruptura de la conexi¨®n personal con sus electores que le ha caracterizado durante toda la crisis. Ahora es s¨®lo un pol¨ªtico profesional, un miembro del "establishment"
Las sociedades primitivas, en momentos de desconcierto o terror, cuando la escasez de recursos provoca la lucha entre sus distintos grupos de manera que la supervivencia de toda la comunidad est¨¢ en juego, reaccionan de modo unitario, seleccionando y asesinando a un chivo expiatorio. En el ritual com¨²n de violencia, las ilusiones se unifican y renuevan con la esperanza de que, eliminada la encarnaci¨®n personalizada del desastre o amenaza, todo volver¨¢ a la normalidad.
Por supuesto, son fantas¨ªas. Como dec¨ªa Freud, nunca a las sociedades en p¨¢nico, incluidas las contempor¨¢neas, les ha importado m¨¢s la verdad que las ilusiones. Cuando los seres humanos sentimos miedo, o creemos amenazadas nuestras propiedades, empleos o salarios, o cuando nos damos cuenta de que los perjudicados vamos a ser nosotros y no otros (mercado laboral dual), o tanto nosotros como los otros (as¨ª funcionarios como trabajadores sin empleo asegurado), la adrenalina se adue?a de nuestra fisiolog¨ªa, los grupos se transforman en masas, existe unanimidad en la demonizaci¨®n de un personaje, incluso por miembros de su propia tribu (y la de Zapatero ha sido ¨²ltimamente m¨¢s la de los sindicatos que su propio partido), y tienen finalmente lugar ceremonias primitivas como la elecci¨®n y sacrificio de un chivo expiatorio. Pero el asesinato pol¨ªtico y simb¨®lico de Zapatero ser¨¢ irrelevante para enfrentarse a la crisis. El d¨ªa despu¨¦s de la liturgia sacrificial ser¨¢ id¨¦ntico al anterior, porque nada importante depende ya de una persona sola o de un l¨ªder, la supercher¨ªa m¨¢s persistente de la pol¨ªtica contempor¨¢nea.
?En qu¨¦ son diferentes sus medidas de las que hubiera adoptado Rajoy? ?D¨®nde est¨¢ la justicia?
Ya no controla la pol¨ªtica y la econom¨ªa. Lo ¨²nico sobre lo que a¨²n puede influir es en su sucesi¨®n
Zapatero ha cometido graves errores que lo convierten motu proprio en el candidato sacrificial ideal. Uno fue personalizar a tal extremo la opci¨®n socialista, sustituyendo la marca PSOE por la suya propia, y acumular tal poder en su persona, que se ha convertido en el objetivo obvio a batir. Otro desacierto ha sido la afasia ideol¨®gica en el terreno econ¨®mico. Discurso inexistente con Solbes y tambi¨¦n cuando Zapatero mismo ha llevado de facto las riendas de la econom¨ªa. En los ¨²ltimos meses se ha limitado a un "no pasar¨¢n" en defensa de los derechos sociales. Y "han pasado", en asedio corto y f¨¢cil. Dif¨ªcilmente podr¨¢ la izquierda asimilar una herida en su autoestima como ¨¦sta, sin externalizarla en agresividad hacia un culpable.
Pero es el contenido peculiar de la conexi¨®n de Zapatero con su electorado lo que puede provocar una mayor virulencia en su contra. La propuesta de valor electoral de Zapatero fue, al principio, de contraste: no ser Aznar en estilo de liderazgo, y el "optimismo antropol¨®gico" como meta-ideolog¨ªa frente al pesimismo hobbesiano de la derecha. Y esta oferta pol¨ªtica fue suficiente hasta la crisis econ¨®mica, porque la actitud vital buenista, inocente, de Zapatero encarna los valores de muchos espa?oles que no pertenecen a las clases medias-altas. La vinculaci¨®n de Zapatero con su electorado ha sido identitaria, de ingenuidad compartida, no detallada ideol¨®gica o program¨¢ticamente.
En Billy Budd, Herman Melville relata la historia de un bello e ingenuo marinero que, cuando no responde a las fantas¨ªas que otros hab¨ªan proyectado sobre ¨¦l, acaba concitando sus energ¨ªas negativas. Brusco en sus reacciones y con problemas de expresi¨®n en momentos de tensi¨®n, Billy Budd acaba siendo ejecutado. Nada causa mayor decepci¨®n y agresividad que apercibirse que aquel que se pensaba compart¨ªa nuestra identidad no es tal. La forma en que Zapatero anunci¨® las medidas anticrisis en el Congreso tendr¨¢ graves consecuencias para su persona pol¨ªtica. El presidente no enmarc¨® emocionalmente su cambio de pol¨ªticas b¨¢sicas, lo que era imprescindible dada su particular vinculaci¨®n con sus electores. Como Billy Budd estuvo mudo respecto a cuestiones que ten¨ªa que haber respondido para mantener su identidad: ?cu¨¢nto le ha costado an¨ªmicamente tomar estas decisiones?, ?en qui¨¦n pensaba mientras las adoptaba?, ?por qui¨¦n y por qu¨¦ le dol¨ªan?, ?qu¨¦ esperanza da?, ?qui¨¦nes son los suyos, los que realmente le importan?, ?d¨®nde est¨¢ la justicia?, ?por qu¨¦ trata igual a todos los ciudadanos cuando todos no son iguales?, ?en qu¨¦ son sus medidas diferentes en tiempo y contenido de las que hubiera promulgado Rajoy? En el Congreso, Zapatero rompi¨® la conexi¨®n personal con sus electores. El qu¨¦ y el c¨®mo de su discurso lo podr¨ªa haber transmitido perfectamente Campa, el secretario de Estado de Econom¨ªa. Zapatero se despersonaliz¨®. Y la despersonalizaci¨®n es un requisito previo a la eliminaci¨®n.
En el caso de Zapatero, lo que los anglosajones llaman "character assassination" ya estaba en marcha mucho antes de esta semana, pero se acelerar¨¢ tras el desastre de su intervenci¨®n en el Congreso. Sin embargo, lo que est¨¢ en juego es mucho m¨¢s que la peripecia personal del presidente: es la calidad de nuestra democracia y el destino de las opciones pol¨ªticas progresistas.
La ca¨ªda de Zapatero y del partido en el Gobierno supondr¨ªa un episodio m¨¢s de una serie de transiciones fallidas. Se forz¨® el final de Su¨¢rez, nuestro primer chivo expiatorio en democracia, se redujo a Calvo Sotelo a la irrelevancia, y se tens¨® el sistema democr¨¢tico al m¨¢ximo en el intento de que Gonz¨¢lez se retirase motu proprio, o para eliminarlo pol¨ªticamente por otras v¨ªas, como la judicial. Aznar se convirti¨® en 2004 en nuestro segundo chivo expiatorio -qu¨¦ terrible debi¨® ser su herida narcisista- en un contexto s¨²bito e inesperado de desconcierto emocional que le llev¨® a perder las elecciones (la derrota fue suya, no de Rajoy). Los lamentables finales de nuestros presidentes se?alan, excepto para Aznar, que la democracia espa?ola tiene todav¨ªa mucho de superestructura y que, cuando deja de ser funcional a las ¨¦lites y grupos de presi¨®n, estos ponen en marcha mecanismos distintos de los estrictamente electorales para acelerar cambios de ciclo.
Es por eso que la cuesti¨®n pol¨ªtica m¨¢s importante es siempre la sucesi¨®n. El legado de los presidentes espa?oles no se consolida en lo que ellos hacen si no en lo que consiguen sus sucesores. Es decir, es un problema de ciclos pol¨ªticos, no de dirigentes concretos. El presidente Zapatero desoy¨® voces que le advert¨ªan hace meses de que la sucesi¨®n era ya su reto principal -de hecho el ¨²nico sobre el que tiene todav¨ªa influencia, ya que la econom¨ªa se ha fugado de la pol¨ªtica nacional-.
Hay otra cuesti¨®n todav¨ªa m¨¢s importante en juego. Zapatero es el presidente espa?ol que m¨¢s disfruta de la acci¨®n pol¨ªtica, que mejor encarna el prototipo del pol¨ªtico puro. Quiz¨¢s con excesivos tactismos y frivolidades, pero lo ha representado con gran eficacia. Tuvo el gran m¨¦rito de sobrevivir una primera legislatura en la que, excepto el Gobierno, todo el resto del poder en Espa?a estaba en manos del PP. Zapatero ha sido, con Aznar, el presidente m¨¢s fiel a sus ideales, que fue capaz de avanzar en temas de derechos civiles y sociales. Descabalgarlo prematuramente, por presi¨®n medi¨¢tica, pol¨ªtica, o por ecos populistas m¨¢s o menos hist¨¦ricos, debilitar¨ªa la virtualidad de la pol¨ªtica como mecanismo estable de acceso y permanencia en el poder, especialmente cuando la alternativa conservadora actual a Zapatero es esencialmente anti pol¨ªtica: la mera administraci¨®n de las cosas -o su mero registro, podr¨ªamos decir pensando en Rajoy- o una democracia con la judicatura convertida en tercera c¨¢mara.
?Qu¨¦ pueden hacer la izquierda y los sindicatos en esta tesitura? Les ser¨¢ muy dif¨ªcil balancear la presi¨®n sobre el presidente para que las medidas contra la crisis no sean meramente de t¨¦cnica econ¨®mica, sino de pol¨ªtica econ¨®mica, con la necesidad de ayudarle ante el acoso sin l¨ªmites al que le someter¨¢ la derecha, cuyo objetivo no es, por supuesto, Zapatero, sino la izquierda en su conjunto. Tienen que recordar que toda personalizaci¨®n de la crisis en Zapatero, as¨ª como toda impresi¨®n de unanimidad en su contra, juega, en el medio plazo, contra ellos mismos. Parad¨®jicamente, cuando la sucesi¨®n de Zapatero es todav¨ªa m¨¢s importante que hace meses, proteger al presidente para que no se convierta en chivo expiatorio, de unos interesadamente, de otros ciegamente, se debe convertir en prioridad de la izquierda. No por ¨¦l. Por ella misma.
Jos¨¦ Luis ?lvarez es doctor en Sociolog¨ªa por la Universidad de Harvard y profesor de ESADE.
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