?El hundimiento!
Por si hab¨ªa alguna duda, ayer se certific¨® ante el muy ilustre notario de los tendidos de la plaza de Las Ventas el hundimiento de las figuras de cart¨®n piedra que mandan en el toreo actual.
Resulta que los tres se?ores se ponen de acuerdo para traer debajo del brazo a sus dos toritos del alma, y as¨ª se anuncian en uno de los carteles estrellas de la feria. Y se decantan, claro est¨¢, por lo m¨¢s granado de la ganader¨ªa moderna; es decir, toretes con las fuerzas muy justas, -algunos, inv¨¢lidos-, de c¨®moda presentaci¨®n, y de buena nota familiar. De hecho, todos, en mayor o menor medida, derrocharon nobleza y buenas maneras: pase usted, se?or torero; no, usted primero; por favor, no faltar¨ªa m¨¢s... Y as¨ª, con esa cursi familiaridad transcurri¨® la tarde.
SEIS GANADER?AS / EL JULI, PERERA, CAYETANO
Primero de La Quinta: justo, blando y muy noble. Segundo de N¨²?ez del Cuvillo: justo e inv¨¢lido. Tercero de D. Hern¨¢ndez: justo y muy noble. Cuarto de V. del R¨ªo: bien presentado y soso. Quinto de El Ventorrillo: bien presentado y descastado. Sexto de Toros de Cort¨¦s: mal presentado e inv¨¢lido. Todos mansearon en los caballos.
El Juli: tres pinchazos, media -aviso- y cinco descabellos (silencio); dos pinchazos, casi entera y dos descabellos (silencio).
Miguel ?ngel Perera: casi entera (silencio); pinchazo, media baja -aviso- y dos descabellos (silencio).
Cayetano: dos pinchazos y estocada que asoma (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas, 25 de mayo. Corrida de la Asociaci¨®n de la Prensa. La Infanta Elena asisti¨® desde una barrera del tendido 10. Vig¨¦sima corrida de la feria de San Isidro. Lleno.
Lo que ocurri¨® ayer fue un petardo, un desastre sin paliativos, un fiasco
Cayetano Rivera fracas¨® con enorme estr¨¦pito, aunque su primero fue noble
Pero no pas¨® nada. Como lo oyen: absolutamente nada. Ni un capotazo, ni un quite (lo intent¨® El Juli en el ¨²ltimo y se derrumb¨® el toro), ni un puyazo, ni un par de banderillas, ni un derechazo, ni un natural, ni un adorno, ni una estocada... Pero, ?esto qu¨¦ es? ?Qui¨¦n tore¨® ayer en las Ventas, por Dios? ?C¨®mo se puede exigir tanto como exigen estos se?ores, y ofrecer, despu¨¦s, semejante petardo?
Porque eso es lo que ayer ocurri¨®: un petardo, un desastre sin paliativos, un fiasco...
La tarde fue propicia para un mitin a bordo, para una rebeli¨®n en masa de la escasa afici¨®n, que hubiera terminado en una persecuci¨®n a gorrazos por la calle de Alcal¨¢ a los tres coletudos impotentes y desmerecedores que llamarse figuras. ?Figuras de qu¨¦? De la comodidad y de la vulgaridad. Figuras de la incapacidad. Figuras del pegapases.
Pero no lleg¨® la sangre al r¨ªo. Como siempre, el p¨²blico que soporta estoicamente esta farsa tiene verg¨¹enza y escr¨²pulos, y a lo m¨¢s que se atrevi¨® -y no toda la plaza- fue a protestar durante la faena -por llamarle cualquier cosa- de Cayetano al cara de b¨²falo inv¨¢lido sexto con el que vino debajo del brazo para hacer el rid¨ªculo delante de todos. Sus vulgares trapazos transcurrieron entre el choteo general, pero no crean que el torero se inmut¨®. No; all¨¢ que sigui¨® molestando a la concurrencia como si el asunto no fuera con ¨¦l.
Por cierto, Cayetano fracas¨® ayer con enorme estr¨¦pito. Su primero fue uno de los dos m¨¢s nobles de la tarde, y por all¨ª anduvo el ronde?o sin saber qu¨¦ hacer, despegad¨ªsimo, al hilo del pit¨®n, impotente y desbordado por un santo var¨®n que no entend¨ªa la actitud indolente del muchacho. El sexto era feo con ganas, inv¨¢lido por m¨¢s se?as, y el torero se mostr¨® precavido y temeroso. ?Encima...!
Y quedan dos figurones de la modernidad, El Juli y Perera, y todav¨ªa se pregunta la gente c¨®mo es posible que no dieran una a derechas. El primero se encontr¨® con un mu?equito de feria, bonito, dulce como el alm¨ªbar, un carret¨®n de entrenamiento, y lo tore¨® bien. Pero no dijo nada porque lo que ten¨ªa delante era una ovejita que daba lastimita, pero nada m¨¢s. Y el otro, el cuarto, ten¨ªa un molesto cabeceo, y eso, como pueden imaginar, incomoda a las figuras; y un punto de soser¨ªa, tambi¨¦n, y, total, que toda la labor del diestro careci¨® del m¨ªnimo inter¨¦s exigible. Y para culminar ambas gestas, pinchazo viene y pinchazo va. Un horror... Por cierto, ese toro cuarto galop¨® con alegr¨ªa de salida, pero a los treinta segundos se convirti¨® en una piltrafa. Un atleta transfigurado en un moribundo. ?Qu¨¦ extra?a transformaci¨®n...!
Y ocurre con estas cosas que nunca hay dos sin tres: Miguel ?ngel Perera, por razones que ¨¦l sabr¨¢, no vive sus mejores momentos como matador de toros. Ha cambiado radicalmente su situaci¨®n en la plaza. Ya no es el torero que derrochaba suficiencia, colocaci¨®n y templanza. Parece, ojal¨¢ sea s¨®lo una impresi¨®n, un pegapases sin mesura; no le sale una a derechas, y, se coloque como se coloque, la muleta queda enganchada, desv¨ªa la trayectoria del toro hacia fuera y todo se desluce una barbaridad. Hundido y moribundo estaba su primero, y no se entendi¨® nada con el descastado quinto.
Ni un capotazo, ni un quite, ni un par... Nada. Ayer se certific¨® en Madrid el hundimiento de las figuras.Feria de San Isidro
20? festejo
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