El doble de Camps
Desde que lleg¨® a la presidencia de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps ha sido continuamente observado. Los periodistas han analizado sus palabras y sus gestos, sus amabilidades y sus desplantes. En los ¨²ltimos tiempos, ese escrutinio es mayor. Los pol¨ªticos de la oposici¨®n, con ?ngel Luna a la cabeza, han reprochado al presidente esos cari?os y colusiones que se gasta. Supongo que no es sencillo sobrevivir a dicha inspecci¨®n; imagino que no es f¨¢cil mantener la cordura. Si nos vi¨¦ramos tan acosados acabar¨ªamos haciendo molinillos.
Cuando las cosas van bien, el examen minucioso de tus actos incomoda: es una molestia que tienes que soportar con entereza. Cuando las cosas van mal, la pesquisa de tus opacidades lastima, da?a el cr¨¦dito de tu figura. Si el desempe?o de dicho empleo provoca fastidio, tanto martirio, la pregunta es obvia: ?qu¨¦ te hace continuar en el cargo?
El vigor lo obtiene de "la gente de la calle"; la fuerza se la da la verdad "y con eso se va a cualquier rinc¨®n del planeta". Eso dice. ?Suena cursi? D¨ªas atr¨¢s me refer¨ªa aqu¨ª a ese estilo, a esas inflamaciones verbales. ?Son monsergas? En un reportaje publicado por este peri¨®dico, Josep Torrent y Joaqu¨ªn Ferrandis restaban importancia a la caricatura del presidente redicho, ese que emplea "un lenguaje relamido y algo cursi en el que las constantes referencias futbol¨ªsticas son la excusa perfecta para no hablar de los temas importantes. Pero ese es el Camps aparente". El Camps real -a?ad¨ªan- es un tipo de aparato, un pol¨ªtico fajado en luchas intestinas, que "oculta una voluntad de hierro, una capacidad de resistencia".
Bien mirado, ambos extremos no son contradictorios. Expresado con elocuencia inflamada, el discurso relamido pertenece al mismo Camps que dijo: "A usted le encantar¨ªa coger una camioneta, venirse de madrugada a mi casa y por la ma?ana aparecer yo boca abajo en una cuneta". Se lo solt¨® a ?ngel Luna meses atr¨¢s. Si lo piensan bien, es una imagen de gran lirismo, de una colosal fuerza po¨¦tica; y es una imagen de gran cinismo, de una bravuconer¨ªa inspirada y retadora. De repente, la madrugada, el pase¨ªllo, las cunetas, la muerte: las violencias del pasado regresaban sin disimulo, con una claridad ¨¢spera de muertos a los que se les ha descerrajado un tiro. Sigmund Freud podr¨ªa haber analizado esas expresiones para determinar si reflejaban temor o deseo.
El presidente pidi¨® perd¨®n por este exceso verbal. Pero no nos lo pide por sus lirismos aspaventosos. ?Qui¨¦n se disculpaba ante Luna? ?Era el Camps aparente o el real, el blando o el duro? Si es el primero, su descargo suena vac¨ªo, un flatus vocis. Si es el segundo, el pol¨ªtico fajador, sus explicaciones parecen artilleras, pura treta. ?A qui¨¦n hemos de creer? Sin duda: al cursi.
http://justoserna.wordpress.com
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