Con Piaf en la monta?a rusa
La obra de Pam Gems, en el Nuevo Teatro Alcal¨¢, en producci¨®n anglo-porte?a, est¨¢ a a?os luz de las franquicias al uso. Elena Roger es un trueno (energ¨ªa, entrega, volumen vocal), pero la emoci¨®n asoma raramente
La actriz y cantante argentina Elena Roger se dio a conocer en Londres en 2006 con una reposici¨®n de Evita a las ¨®rdenes de Michael Grandage, el patr¨®n del Donmar Warehouse, donde dos a?os m¨¢s tarde protagonizar¨ªa Piaf, de Pam Gems, que la ha llevado al estrellato. El espect¨¢culo permaneci¨® luego cuatro meses en el West End (Vaudeville Theatre), le vali¨® el Olivier a la mejor actriz de musical (cosa ins¨®lita, porque los brit¨¢nicos no premian a un for¨¢neo ni bajo tortura), llen¨® el Liceo de Buenos Aires durante el verano de 2009 y sigue llenando el madrile?o Nuevo Teatro Alcal¨¢, que acoge la producci¨®n del Donmar, creada por Jamie Lloyd, con reparto y equipo porte?o comandado por Edgardo Mill¨¢n. La poderosa mixtura angloplatense est¨¢ a a?os luz de los habituales musicales "de franquicia", aunque cuesta un poco acostumbrarse a una Piaf que dice "and¨¢ a cagar, boludo" como una maleva de Abasto. Por otro lado, el Alcal¨¢ es un teatro precioso, con excelente ac¨²stica, pero no permite la proximidad del Donmar o el Liceo: el espacio revela por igual la formidable energ¨ªa del elenco y la extrema delgadez del texto de Pam Gems, estrenado en 1979 por Jean Lapotaire y repuesto en 1993 por Elaine Paige. La funci¨®n actual, podada por la autora (presumiblemente para que quepan m¨¢s canciones) dura 90 minutos sin intermedio y parece seguir, en una sucesi¨®n de vi?etas tan trilladas como veloces, la estructura patentada por El ¨²ltimo cupl¨¦: infancia miserable, empresario paternal, vida turbulenta, muerte de su ¨²nico amor, fama y soledad, ca¨ªda en picado. La escenograf¨ªa de Soutra Gilmour combina la embocadura de un viejo teatro con un pavimento adoquinado y lo que se dir¨ªa la parte inferior de un puente del Sena o la sala de estar de Batman, seg¨²n como se mire. La iluminaci¨®n es extraordinaria: Neil Austin (y su hom¨®nimo argentino, Sebasti¨¢n Barcat) crean y delimitan atm¨®sferas en cuesti¨®n de segundos, con la fuerza y la poes¨ªa tenebrista de los maestros del cine negro. El relato no puede arrancar mejor: la ruinosa Piaf sufre su ¨²ltimo colapso en el Olympia y antes de desplomarse es sostenida por una docena de manos que, en una coreograf¨ªa huracanada, la desnudan y la vuelven a vestir de adolescente, retropropuls¨¢ndola al Belleville de los a?os treinta, donde se abre camino (mitad putilla, mitad cantante callejera) en compa?¨ªa de su amiga Toine (Gipsy Bonafina), hasta que Louis Lepl¨¦e (N¨¦stor S¨¢nchez), empresario del Gerny's, la planta en los Campos El¨ªseos.
Lo peor es la anemia de las escenas, que convierte a los personajes en meros perfiles, y el dibujo de la estrella
Pam Gems se pasa la cronolog¨ªa por el forro (sit¨²a el romance con Cerdan antes de la gira americana, o su historia con Montand -que empez¨® en 1944- en la ¨²ltima etapa de su vida), pero lo peor es la anemia de las escenas, que convierte a los personajes en meros perfiles, y el dibujo de la estrella (vulgar, promiscua, adicta), que acaba recordando a la abuela de Amy Winehouse: su angelismo claro y melanc¨®lico asoma muy raramente.
La ocupaci¨®n es un pu?ado de alemanes groseros que se la quieren tirar. La resistencia es un buen mozo que se la tira y le da tema para Mon legionnaire. Aparece Marlene Dietrich (Natalia Cociuffo) para cantar con ella La vie en rose y decirle (reiteradamente) que no beba tanto. El affaire Piaf-Cerdan sintetiza lo mejor y lo peor del espect¨¢culo. El instant¨¢neo clima del ring (humo, vapor, luces bajas) es tan impresionante como el de Urtain, y el armaz¨®n de la secuencia es vigoroso, pero parece una pel¨ªcula a c¨¢mara r¨¢pida: combate, polvo, muerte, canci¨®n. (Mon Dieu cumple aqu¨ª la funci¨®n que cumpl¨ªa El relicario en manos de Juan de Ordu?a). Poco m¨¢s tarde, durante la gira yanqui, Piaf canta la versi¨®n inglesa de Les trois cloches con Les Compagnons de la Chanson. Desafiante, como si se choteara de su nuevo p¨²blico. Tampoco era eso: la cosa tiene su gracia, pero est¨¢ a un paso de Les Luthiers. A la postre, acabamos sabiendo m¨¢s del personaje por sus canciones (la alegr¨ªa cercada de dolor de L'accordeoniste, el extra?amiento radical de La ville inconnue) que por todos los sketches de la se?ora Gems. En la segunda parte, Elena Roger muestra su talla actoral en la transformaci¨®n f¨ªsica de la cantante, quebrada por la morfina y el alcohol. Ah¨ª advertimos tambi¨¦n un notable trabajo de voz: ha sido tr¨¦mula y burlona al principio (y un poco demasiado nasal para mi gusto), luego amplia y majestuosa como un gran r¨ªo, y cada vez m¨¢s rota en su declive. Hay una buena escena "de texto": el enfrentamiento con su m¨¢nager, Louis Barrier (Rodrigo Pereira), en la habitaci¨®n del Ritz. Y una met¨¢fora tan sencilla como intensa: cuando canta Bravo pour le clown con un pie en el delirio, acosada por un ca?¨®n de luz que agiganta su sombra. Y los sensibles apuntes de su relaci¨®n con Theo Sarapo (Pablo Grande), rematados por el impecable d¨²o de ?A quoi ?a sert l'amour? Sarapo tiene aqu¨ª m¨¢s peso y m¨¢s humanidad, sorprendentemente, que Montand y Aznavour, que fueron mucho m¨¢s importantes en su vida: misterios del texto. "De acuerdo en que el libro es poca cosa", me dicen a la salida, "y que casi nada respira y se adensa, pero ?no te emocion¨® Elena Roger hasta las l¨¢grimas? ?No es, cuando canta, la Piaf rediviva?". Lamento no poder responder "s¨ª, me parti¨® el alma". Tiene enorme autoridad esc¨¦nica, y energ¨ªa furiosa, y entrega a raudales, y volumen de voz, y una t¨¦cnica impecable, y un fraseo que en ocasiones es casi id¨¦ntico, pero la esencia se le escapa. Y la irrepetible esencia de la Piaf es que cantaba como si le fuera la vida en ello: eso se puede imitar pero no se puede encarnar. S¨®lo sent¨ª un pellizco aproximado en las tres ocasiones ya dichas: La ville inconnue, L'accordeoniste, Bravo pour le clown. Quiz¨¢s no sea magro bot¨ªn para una apuesta tan alta y tan dif¨ªcil. No me erizaron el vello ni su Hymne a l'amour, ni Mon man¨¨ge a moi, ni el Non, je ne regrette rien que cierra el espect¨¢culo y pone al p¨²blico en pie. En oto?o, Elena Roger vuelve al Donmar para interpretar Passion, de Sondheim. Tengo verdaderas ganas de ver lo que consigue con el personaje de Fosca.
Piaf, de Pam Gems. Direcci¨®n de Jamie Lloyd. Nuevo Teatro Alcal¨¢. Madrid. Hasta el 18 de julio.
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