El 'caso Urquijo' vuelve a la vida
El inspector Jos¨¦ Romero, hoy convertido en abogado, guarda un recuerdo "agridulce" de la investigaci¨®n del doble crimen de los marqueses cuando va a cumplirse el 30? aniversario
Una casualidad de la vida puso en mis manos el caso Urquijo. Yo era entonces inspector de polic¨ªa y estaba estudiando derecho en la Universidad. Javier Roig, otro compa?ero que tambi¨¦n hac¨ªa lo mismo, me coment¨® que era amigo de Juan de la Sierra, el hijo de los difuntos marqueses de Urquijo, y me pidi¨® que mirase c¨®mo iban las pesquisas del crimen. Le advert¨ª que no me gustaba meter la nariz en asuntos ajenos. Pero ¨¦l insisti¨® tanto que al final le promet¨ª que me enterar¨ªa y que si nadie estaba haciendo nada... As¨ª fue como me puse a investigar el asesinato de los marqueses. ?Y menuda carga me cay¨®!".
Jos¨¦ Romero Tamaral, de 60 a?os, hijo de camionero, mediana estatura, pelo cano, hablar pausado, siempre de traje y corbata, recuerda c¨®mo se meti¨® de hoz y coz en uno de los asuntos criminales m¨¢s famosos del siglo XX. El banquero Manuel de la Sierra Torres y su esposa, Mar¨ªa Lourdes Urquijo Moren¨¦s, hab¨ªan sido hallados muertos el 1 de agosto de 1980 en su lujoso chal¨¦ del Camino Viejo de H¨²mera, en Madrid. Dentro de dos meses se cumplir¨¢ el 30? aniversario. Y eso supondr¨¢ la resurrecci¨®n del caso Urquijo.
"Tuve que hacer la investigaci¨®n ayudado por mi mujer y usando mi coche y gastando mi dinero", dice el polic¨ªa
El fugitivo Javier Anastasio podr¨ªa estar ya en Espa?a, tras haber obtenido el pasaporte y el DNI en Argentina
Tres balas -una para el marqu¨¦s y dos para la marquesa- acabaron con sus vidas mientras dorm¨ªan. La noticia del doble crimen cop¨® las portadas de los peri¨®dicos, sumergidos entonces en la modorra estival. El presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez, acababa de iniciar sus vacaciones, igual que millones de ciudadanos. Durante aquel t¨®rrido verano de 1980, los espa?oles vivieron el asunto con pasi¨®n digna de un culebr¨®n televisivo y se familiarizaron con los personajes del drama: los hermanos Juan y Myriam de la Sierra Urquijo; el ex marido de ¨¦sta, Rafael Escobedo; el administrador Diego Mart¨ªnez Herrera, el mayordomo Vicente D¨ªaz...
Marieta, como se conoc¨ªa familiarmente a la arist¨®crata, era Grande de Espa?a, fr¨¢gil, muy t¨ªmida, muy religiosa, vinculada al Opus Dei. Se cas¨® con Manuel de la Sierra el 12 de diciembre de 1954 en la iglesia de Santa B¨¢rbara de Madrid. La pareja de contrayentes fue apadrinada nada m¨¢s y nada menos que por los condes de Barcelona.
La Brigada Judicial de Madrid se hizo cargo de las investigaciones. Descartado el atentado terrorista, los polic¨ªas intuyeron desde el primer momento, a falta de mejor hip¨®tesis, que tras el caso se escond¨ªa una venganza personal o un crimen por encargo. ?Pero de qui¨¦n? ?Y por qu¨¦? El yerno de las v¨ªctimas, Rafael Escobedo, ten¨ªa muchas papeletas.
El inspector Romero empez¨® a indagar en el caso por su cuenta y riesgo. Sin que nadie se lo mandara. "Empec¨¦ el asunto a partir de los cuatro casquillos de bala encontrados en el chal¨¦ de Somosaguas. Eran el ¨²nico cheque al portador que ten¨ªa. Si era capaz de relacionar estos casquillos con alguno de los sospechosos, la cosa estar¨ªa clara", recuerda.
Romero contact¨® con la f¨¢brica de armas Star, en ?ibar, donde hicieron unas pruebas de bal¨ªstica que determinaron que los casquillos Winchester Long Rifle, del calibre 22, presentaban marcas similares a las que ten¨ªan los cartuchos disparados por una pistola Star F Olympic. Y resulta que el padre de Rafael Escobedo, el joven yerno de los marqueses, ten¨ªa un arma de este tipo. El asunto se pon¨ªa interesante.
El polic¨ªa fue y le pregunt¨® a Miguel Escobedo por esa pistola de coleccionista, una de las primeras de ese tipo salida de la f¨¢brica Star. Pero el consuegro de los marqueses asesinados aleg¨® que ya no ten¨ªa ese arma porque se la hab¨ªa regalado a?os atr¨¢s a un amigo militar.
El inspector solitario no olvidar¨¢ jam¨¢s c¨®mo fueron los inicios de sus averiguaciones: "Pas¨¦ muchas noches de insomnio. Tuve que hacer la investigaci¨®n ayudado por mi mujer, Maribel, y utilizando mi propio coche y gastando mi dinero. No s¨®lo ten¨ªa el reto de relacionar los hechos con el autor, sino que ten¨ªa que hacerlo de tapadillo. A espaldas de mis compa?eros de la brigada. El entonces jefe superior de polic¨ªa de Madrid, Gabriel Garc¨ªa Gallego, me dio autorizaci¨®n para que siguiera adelante. 'Pero s¨®lo me dar¨¢s cuenta a m¨ª de tus pesquisas', me advirti¨®".
Sin prisa, pero sin pausa, fue cerrando el cerco en torno a Rafael Escobedo. ?Pero d¨®nde buscar las pruebas que avalasen sus sospechas? De pronto pens¨®: ?qu¨¦ har¨ªa yo?, ?d¨®nde habr¨ªa practicado la punter¨ªa antes del asesinato? Si yo tuviera una finca, creo que ese ser¨ªa el sitio id¨®neo. Y as¨ª descubri¨® que los Escobedo pose¨ªan la finca San Bartolom¨¦ en Moncalvillo de Huete (Cuenca). El 7 de abril de 1981, el polic¨ªa fue a esa finca y encontr¨® m¨¢s de 200 casquillos. Uno de ellos era id¨¦ntico -y disparado por el mismo arma- a los encontrados junto a las camas ensangrentadas de los marqueses.
Dos d¨ªas m¨¢s tarde, Romero regres¨® a la finca de San Bartolom¨¦ para llevarse detenido a Rafi Escobedo como presunto autor del doble asesinato. Este contar¨ªa despu¨¦s que fue encerrado en un calabozo del viejo caser¨®n policial de la Puerta del Sol, donde unos agentes le hicieron confesar tras desnudarle y obligarle a hacer flexiones en un pasillo, ante la mirada de todos los que pasaban, que le insultaban y se re¨ªan de ¨¦l. "Eso es lo que alguien relacionado con el caso ha denominado la tortura siciliana. ?Menuda majader¨ªa!", afirma Romero.
El antiguo detective rechaza de plano que ¨¦l participara en ning¨²n tipo de maltrato o coacci¨®n: "La confesi¨®n de Rafi no era la prueba reina. Hab¨ªa datos objetivos que demostraban su participaci¨®n en el crimen. La verdadera confesi¨®n -parcial y hasta donde ¨¦l quiso- la hizo en el juzgado, asistido por el abogado Miguel Segim¨®n Escobedo, que adem¨¢s era primo suyo. Si hab¨ªa sido torturado, ese era el momento para denunciarlo. ?No? Y no lo hizo".
Rafael Escobedo, el yerno de los Urquijo, fue juzgado a finales del mes de junio de 1983 y result¨® condenado a 53 a?os, cuatro meses y dos d¨ªas de reclusi¨®n. La sentencia del tribunal presidido por el magistrado Bienvenido Guevara declaraba probado que cometi¨® el crimen "solo o en compa?¨ªa de otros", y lo conden¨® a indemnizar a los hijos de los marqueses -Juan y Myriam- con 20 millones de pesetas (120.000 euros).
En octubre de ese mismo a?o, el inspector ley¨® en Intervi¨² un reportaje en el que se dec¨ªa que Mauricio L¨®pez-Roberts, marqu¨¦s de Torrehermosa y amigo de Rafi Escobedo, hab¨ªa encargado un silenciador de pistola en un taller del barrio de San Blas de Madrid. Eso mosque¨® al polic¨ªa y le sirvi¨® para proseguir la investigaci¨®n. De paso permiti¨® a la justicia abrir un segundo sumario, en el que fueron procesados el propio L¨®pez-Roberts, como encubridor, y su amigo Javier Anastasio de Espona, como presunto coautor del asesinato.
Anastasio, tras cumplir el tiempo m¨¢ximo en prisi¨®n preventiva, aprovech¨® su puesta en libertad provisional para fugarse a Brasil en diciembre de 1987. Siete meses m¨¢s tarde, su amigo Rafi Escobedo fue descubierto ahorcado en el penal de El Dueso (Cantabria), poniendo fin as¨ª a sus ¨²ltimos a?os de sufrimiento y papelinas de hero¨ªna entre rejas.
El fugitivo Javier Anastasio hoy est¨¢ ya libre de toda culpa, despu¨¦s de que los jueces hayan declarado prescrito el delito que se le imputaba. El simple paso del tiempo le ha dejado exento de responsabilidad y es un hombre libre. En mayo del a?o pasado le fue expedido sin problemas un pasaporte y cuatro meses despu¨¦s obtuvo el DNI en la Embajada de Espa?a en Buenos Aires, seg¨²n han informado a EL PA?S fuentes policiales. Es previsible, pues, que haya vuelto a Madrid. Aunque nadie le ha visto.
"No tengo ning¨²n inconveniente en hablar o sentarme a comer con Javier Anastasio o con Mauricio L¨®pez-Roberts. Nadie mediatiz¨® mi investigaci¨®n y siempre actu¨¦ con entera libertad. A m¨ª me gustar¨ªa que se publicaran en Internet los dos sumarios del caso Urquijo para que la gente juzgara si la investigaci¨®n se hizo bien o mal. Fue uno de los casos de investigaci¨®n criminal m¨¢s brillantes", declara el inspector Romero.
Y eso pese a que hubo episodios incre¨ªbles, como la misteriosa desaparici¨®n de 269 casquillos de bala guardados en el juzgado. O la no menos misteriosa desaparici¨®n de la pistola homicida, que hab¨ªa sido depositada en 1983 en el Ayuntamiento de Pelayos de la Presa tras ser hallada por unos ni?os en el pantano de San Juan, donde hab¨ªa sido arrojada por Javier Anastasio.
Romero confiesa que aquella investigaci¨®n le dej¨® "un sabor agridulce". El sabor agridulce de ver que el caso se sald¨® con un hombre suicidado en prisi¨®n (Rafi Escobedo), otro que ha estado huido m¨¢s de 20 a?os (Javier Anastasio), y un tercero (Mauricio L¨®pez-Roberts) que fue condenado a 11 a?os y que "siente que su condena fue injusta, ya que colabor¨® con la justicia". Porque haber, parece que hubo varios implicados m¨¢s en el doble asesinato. Por ejemplo, la persona a la que pertenec¨ªa la huella dactilar parcial localizada en el marco de una puerta del chal¨¦ del crimen y que jam¨¢s se pudo determinar de qui¨¦n era.
Haberse metido en el caso Urquijo le acarre¨® a Romero envidias, maledicencias, acusaciones de ser ambicioso -lo ha hecho para medrar, dec¨ªan- y otros disgustos. Pero no le vali¨® ni una medalla, ni un ascenso. Hace seis a?os dej¨® "felizmente" la polic¨ªa, al cumplir la edad que le permit¨ªa pasar a segunda actividad (una especie de prejubilaci¨®n).
Abri¨® despacho de abogado en Pozuelo de Alarc¨®n, en el que sobre todo lleva asuntos civiles, matrimoniales y algunos penales: "Generalmente act¨²o como acusador particular, en defensa de las familias de las v¨ªctimas. Nunca defiendo al acusado de un delito, excepto si ¨¦l me convence de que es inocente, como sucedi¨® hace poco con un hombre al que libr¨¦ de una condena de asesinato. Pero yo no estoy dispuesto a poner mi inteligencia al servicio de ning¨²n canalla...". Por eso, por ejemplo, rehus¨® defender al profesor Vicente Isabel Burgos, que el 2 de mayo de 2000 abri¨® en canal a una joven prostituta en Pozuelo. Y en otro momento de la conversaci¨®n se queja: "El derecho penal est¨¢ en crisis. Lo que hace falta no es un derecho penal mejor, sino algo mejor que el derecho penal".
"Con el caso Urquijo aprend¨ª m¨¢s derecho que durante toda la Universidad. Fue un reto intelectual. ?Pero qu¨¦ polic¨ªa no sue?a con enfrentarse a un caso as¨ª"?, agrega. "Hay gente que habla mal de los funcionarios, pero aquello a m¨ª me cost¨® mi dinero, mi gasolina y mi tiempo. Los funcionarios p¨²blicos de este pa¨ªs, ahora que el Gobierno les va a rebajar el sueldo, se merecen un reconocimiento". Y, lejos de jactarse de haber pasado a la historia como el polic¨ªa del caso Urquijo, se despide diciendo: "Mi mayor ¨¦xito es tener la mujer que tengo y mi hija Raquel, que es diplom¨¢tica".
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