Entren a matar
Cuando los restos de don Vicente Blasco Ib¨¢?ez llegaron al puerto de Valencia, el 29 de octubre de 1933, una multitud acompa?¨® el carruaje que transportaba el ata¨²d envuelto en una senyera. Al d¨ªa siguiente, un diario de Madrid, que sin duda ignoraba el l¨¦xico de esta periferia, remataba su cr¨®nica con un a?adido: la se?ora de un conocido republicano cubr¨ªa el f¨¦retro del escritor. No hab¨ªa dama extendida sobre la ilustre mortaja, del mismo modo que resulta poco cre¨ªble que la senyera con la que dice envolverse el a¨²n presidente de la Generalitat, Francisco Camps, le proteja del C¨®digo Penal conforme arrecia la instrucci¨®n judicial. ?Puede una bandera, por grande que sea, poseer dotes superiores a la capa de Harry Potter? Qui¨¦n sabe. En Morella hay un azulejo fijado a una fachada, donde se cuenta que all¨ª obr¨® Sant Vicent Ferrer el prodigio de sacar de la olla, vivo y en su salsa, al zagal que sus progenitores hab¨ªan condimentado para agasajar al predicador. El milagro, en todo caso, no es el abracadabra del dominico, sino que el personal se extas¨ªe ante el mural y adem¨¢s se lo crea. La fe no cotiza en Wall Street, ni entre los estratos sociales m¨¢s acuciados por los efectos de la voladura del sistema financiero y sus impunes bucaneros, pero Camps se parapeta tras la senyera, mientras descalifica a los aparatos del Estado y los autos "de corta y pega" del juez Pedreira. ?Eso no es desacato? Por cierto, ?tampoco es prevaricaci¨®n la partida, no s¨¦ si de front¨®n, que empez¨® De la R¨²a desestimando los argumentos que enjuicia Pedreira en la devoluci¨®n del multicaso al Tribunal Superior de Justicia valenciano? ?De la R¨²a no prevaric¨® y Garz¨®n s¨ª? ?No se desestim¨® aqu¨ª a sabiendas el rosario de marrones que ahora llega rebotado desde el Tribunal Supremo? Cu¨¢nta incertidumbre, no saber derecho o interpretarlo al rev¨¦s.
Y entre tanto, Camps a la deriva, agarrado a la senyera y disparando salvas contra el C¨®digo Penal. Podr¨ªa haber protestado porque en 15 a?os de vigencia del dichoso c¨®digo y tras casi una veintena de reformas, los partidos pol¨ªticos, qui¨¦nes si no, siguen sin tipificar con la contundencia precisa el delito de financiaci¨®n ilegal de estas organizaciones. Ser¨¢ que no han tenido tiempo. Nada es normal en una sociedad anormal. Y, como les ocurre a los at¨®nitos visitantes que leen y releen el azulejo del milagro de Sant Vicent, una legi¨®n de diputados y diputadas en pleno uso de sus facultades, aplauden a rabiar los argumentos de su l¨ªder carism¨¢tico, que en cualquier momento har¨¢ mutis por el foro. Mientras la tijera se abre camino entre n¨®minas, pensiones y recortes por doquier, aqu¨ª sobrevivimos en estado de insumisi¨®n. Eso s¨ª, con f¨®rmula 1, insolvencia may¨²scula y nadando en la piscina vac¨ªa. ?Estado de excepci¨®n o de salud? Despu¨¦s de tanta faena acreditada, pueden entrar a matar.
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