Joan Mir¨® regresa al Rijksmuseum
El museo holand¨¦s confronta los tres 'Interiores' del pintor con las obras del XVII que los inspiraron - Proceden del Metropolitan, MoMA y Guggenheim de Venecia
Joan Mir¨® (1893-1983) vuelve a ?msterdam, en una suerte de eterno retorno al lugar de su inspiraci¨®n. Parad¨®jicamente, entre sus colegas de cabecera figuraron dos maestros holandeses del Siglo de Oro: se llamaban Jan Steen y Hendrick Sorgh y su especialidad era el costumbrismo de precisi¨®n fotogr¨¢fica.
A mediados del siglo XVII, convirtieron en ¨¦xito de ventas las escenas cotidianas de los hogares holandeses. Sus cuadros de bailes, banquetes de boda y serenatas caseras atrajeron de tal modo a Mir¨® que les dedic¨® tres de sus obras. Estos lienzos, denominados Interiores holandeses, sus bocetos y los originales cl¨¢sicos que los inspiraron se han reunido por primera vez en una muestra organizada por el Rijksmuseum de ?msterdam hasta el pr¨®ximo 13 de septiembre.
Mir¨® visit¨® ?msterdam para ver la obra de Vermeer y sus contempor¨¢neos
Mir¨® viaj¨® en 1928 a la capital holandesa para contemplar las obras de Vermeer y de sus contempor¨¢neos. El autor de La chica de la perla le emocion¨®, pero no as¨ª la quietud del resto de su obra. "Eran im¨¢genes maravillosas, pero faltas de movimiento", seg¨²n Panda de Haan, conservadora de la muestra, titulada Mir¨® y Jan Steen.
Los que s¨ª le hicieron vibrar por sus escenas alegres con gente, m¨²sica, gatos y perros fueron Steen y Sorgh. De su mano, Mir¨® penetr¨® en la intimidad dom¨¦stica de los Pa¨ªses Bajos en un momento dulce, tras la paz con Espa?a por la Guerra de Flandes. Para Mir¨®, fue una visita muy emotiva porque estaba enamorado. Adem¨¢s de aprender, quer¨ªa obsequiar con sus trabajos a Pilar Juncosa, su futura esposa.
As¨ª que admir¨® los lienzos holandeses, compr¨® postales e inici¨® una laboriosa recreaci¨®n en tres telas que acab¨® titulando Interiores holandeses I, II y III. Tom¨® M¨²sico tocando el la¨²d (1661), de Sorgh, como punto de partida, y someti¨® el primero de sus Interiores a un intenso proceso de simplificaci¨®n. El lienzo holand¨¦s recrea un instante del idilio entre un var¨®n y su dama junto a la ventana. El tipo de composici¨®n se repite de Vermeer a Rembrandt durante el Siglo de Oro. La falta de luz natural era proverbial en los hogares holandeses, y las ventanas a la calle daban mucho juego. En el cuadro de Mir¨® todo cambia. La cabeza del m¨²sico aparece dentro de un halo blanco. El bigote flota y alrededor del nuevo personaje todo baila. Un gato mira al espectador y un perro se fuma una pipa. "En el extremo derecho dibuja la huella del pie para decir que estuvo all¨ª y vio los originales. La firma aut¨¦ntica est¨¢ detr¨¢s. El pie destaca asimismo en los bocetos, de los que parte se guardan en la Fundaci¨®n Mir¨®, de Barcelona", recuerda la conservadora.
El Interior II surge de La clase de baile (a un gato) (1660), de Steen. Aqu¨ª Mir¨® distorsiona a¨²n m¨¢s los personajes y a?ade detalles. Donde el holand¨¦s pone ni?os tocando y riendo con el felino, que est¨¢ sobre una mesa, ¨¦l planta un gran rostro sin cuerpo. La ni?a, ¨²nica figura femenina, lleva una falda azul. Mir¨® la usa como fondo para colocar objetos sobre ella. Y un anciano barbudo que mira por un ventanuco, da paso a una ara?a.
Vistos juntos en el museo, con el Interior I a la izquierda, el segundo a la derecha, y el tercero y m¨¢s grande en el centro, parece un tr¨ªptico. Es como si un guitarrista tocara para su doncella en un espacio lleno de animales dom¨¦sticos y objetos variados. "Hasta se permiti¨® un juego con el Interior III".
Intrigada por una nota a pie de p¨¢gina sobre Interior III, la conservadora del Rijksmuseum llam¨® al Museo Metropolitan de Nueva York, que lo guarda en su colecci¨®n (los otros dos est¨¢n en el MOMA de Nueva York y en la colecci¨®n Peggy Guggenheim, de Venecia). "Por fin sabemos que fue la suma de los otros dos, sin modelo holand¨¦s colgado en la pared", dice. Fue un homenaje al pasado para poder regresar al depurado futuro de su mundo expresivo.
Dos espa?oles en las tripas del nuevo 'Rijks'
Las obras de remodelaci¨®n del Rijksmuseum van a buen ritmo y el museo, uno de los m¨¢s importantes de Europa, abrir¨¢ de nuevo al p¨²blico en 2013. Las gr¨²as operan sin descanso en el coraz¨®n de ?msterdam, y han terminado casi las labores de excavaci¨®n y drenaje del subsuelo. Los nuevos subterr¨¢neos de la sala est¨¢n bajo el nivel del mar, y buzos especializados han comprobado de forma peri¨®dica el estado de las inyecciones de hormig¨®n. Sin embargo, el proyecto lleva 12 a?os abierto y ha sufrido retrasos inesperados. Sus arquitectos, los espa?oles Antonio Cruz y Antonio Ortiz, no pensaron que el tr¨¢fico de bicicletas por el arco exterior del museo fuera a complicar el resultado final de su dise?o.
"Cuando acabas una obra es como si te amputaran un miembro. Lo vives tan a fondo que luego, al regresar, hasta pareces un intruso. En este caso, adem¨¢s, el museo original era un proyecto casi wagneriano, en el sentido de obra total. Un¨ªa la ciudad vieja y la nueva. Luego fue faltando espacio, se levantaron pisos en lugares indebidos. Ha sido un centro maltratado, aunque nada hac¨ªa pensar que acab¨¢ramos chocando con los ciclistas", dice Antonio Ortiz. Tras muchas disputas, el acceso final para el p¨²blico se abrir¨¢ a ambos lados del ya famoso pasaje. Las bicicletas mantendr¨¢n el uso exclusivo del centro, "y todo se unir¨¢ por debajo, con un gran s¨®tano que resuelva los problemas de un museo actual", dice Ortiz.
"Las grandes salas mundiales se han quedado peque?as, por eso hemos sacado del Rijksmuseum todas las oficinas y talleres ajenos a las exposiciones", dice Ortiz, y a?ade: "En Holanda se trabaja con gran precisi¨®n y una agenda clara. Nos han llegado a preguntar hasta el color de la piedra de las escaleras interiores". Ortiz cifra en unas 500 personas el equipo que renueva el museo.
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