La guerra de la familia Dunga
El t¨¦cnico ha hecho del conflicto y la revancha su modo de trabajo
'Crack, nem pensar', el eslogan m¨¢s repetido en la ¨²ltima campa?a brasile?a contra la drogadicci¨®n, inspir¨® un chiste que ahora repiten por Brasil miles de aficionados disconformes con el juego de su selecci¨®n y con la ausencia de Ronaldinho, Pato y Ganso de la convocatoria: "Cuando Dunga convoc¨® a los jugadores mundialistas adhiri¨® a la campa?a antidroga: crack, ni pensar".
Los altavoces del hotel de Randpark emit¨ªan una versi¨®n del Pa¨ªs Tropical de Jorge Ben, ayer por la ma?ana. La semana que viene los brasile?os cumplir¨¢n un mes encerrados en este recinto de lujo, rodeado por un campo de golf, en el centro de una zona residencial de Johanesburgo. A excepci¨®n del equipo anfitri¨®n, ninguna selecci¨®n lleva m¨¢s tiempo instalada en Sud¨¢frica. As¨ª lo ha querido Carlos Dunga, cada d¨ªa m¨¢s desafiante. Ni la victoria contra Corea del Norte (2-1) lo ha aplacado. Aguarda el partido de ma?ana ante Costa de Marfil enfrentado a quienes no piensan como ¨¦l, que son la mayor¨ªa, entre hinchas, ex jugadores, y periodistas. Hace poco alguien quiso dar muestras de patriotismo cuando le pregunt¨® por "nuestro equipo". Dunga le clav¨® los ojos: "Es mi equipo, no el tuyo".
El brasile?o cree que la armon¨ªa va contra la competici¨®n. Si hay paz, crea un problema
La venganza es el combustible de Dunga desde 1990. Durante el Mundial de Italia se convirti¨® en el portavoz modesto y generoso de un equipo calificado como el peor Brasil de la historia. Rocha, Gareca, Alemao, Valdo, Branco y Galvao no consiguieron ganarse a la torcida. Dunga fue el humillado l¨ªder que dio explicaciones a la prensa tras cada fracaso. Desde entonces alimenta un odio que cada d¨ªa disimula peor y que alcanz¨® su apoteosis el d¨ªa que conquist¨® el Mundial en Passadena, en 1994. Levant¨® la Copa y dirigi¨¦ndose a la tribuna, a sus detractores, les grit¨®: "?Essa ¨¦ para voc¨ºs, seus trairas, filhos de puta! [??sta es para vosotros, banda de traidores, hijos de puta!]".
Dunga se convirti¨® en un jugador admirado mientras desempe?aba sus labores de medio centro en el calcio. Ahora, como muchos t¨¦cnicos, cree que la armon¨ªa conspira contra la competici¨®n. Si intuye cierta paz, desata un conflicto. Cuando ayer le preguntaron por qu¨¦ su seleccionador estaba en guerra con el mundo, Julio C¨¦sar, portero del Inter, sali¨® en su defensa compar¨¢ndolo con el hombre de moda: "Cada entrenador tiene su forma de trabajar. Mourinho hizo lo mismo en el Inter y lo gan¨® todo. Su filosof¨ªa debe ser respetada".
Protegido desde su ¨¦poca de jugador por Ricardo Teixeira, presidente de la federaci¨®n brasile?a y aspirante a presidir la FIFA, Dunga repite las palabras "ganar", "lealtad", "grupo" y "familia" con insistencia. A su alrededor se han afianzado un pu?ado de pretorianos, jugadores que no sobresalen en muchos casos, que han entrado en todas sus listas, jueguen o no en sus clubes. Doni, Elano, Baptista y Maicon son algunos de ellos. Y todos repiten: "familia", "ganar" y "grupo".
Las puertas se abren a pocos elementos ajenos a la plantilla. Uno de estos privilegiados es el sacerdote apost¨®lico que Jorginho de Amorim Campos introduce en la concentraci¨®n para dirigir los rezos en el grupo de oraci¨®n que preside, y al que pertenece Kak¨¢, Felipe Melo, o Lucio, entre otros. Jorginho, que dirigi¨® una malograda campa?a para quitar al diablo del escudo del Am¨¦rica de R¨ªo, el club donde entren¨®, es el devoto agitador moral de Dunga. Adem¨¢s de ayudante de campo, y compa?ero en 1994, dedica parte de sus jornadas en Sud¨¢frica a hacer recuento de los enemigos de su jefe cuando se expresan en prensa, radio y televisi¨®n. Advierte que cada d¨ªa son m¨¢s. Sabe que su salvaci¨®n es la Copa del Mundo. Por las buenas o por las malas.
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