A la hora de la seducci¨®n
Lo dice un personaje de Private lives (1930), la comedia del gran No?l Coward: "Extraordinary how potent cheap music is". Exacto: resulta extraordinario lo potente que es la m¨²sica barata, cursi, populachera, cutre, etc¨¦tera. Coward hablaba con conocimiento de causa: aparte de dramaturgo, triunf¨® como compositor.
En un sentido amplio, la observaci¨®n podr¨ªa aplicarse a toda la m¨²sica pop. Naturalmente, desde nuestra trinchera, argumentaremos que hay un pop creativo y otro que busca el m¨ªnimo com¨²n denominador, que insulta nuestra inteligencia, que adormece nuestros sentidos bla, bla, bla. Coloquialmente, eso se traduce en una oposici¨®n radical entre "m¨²sica buena" y "m¨²sica mala". En realidad, tales categor¨ªas son tambi¨¦n el producto de una educaci¨®n, un origen social, unos prejuicios, de la edad, incluso de la presi¨®n ambiental. Finalmente, consumimos m¨²sica de acuerdo con nuestras necesidades y podemos llegar a deleitarnos con algo que, en circunstancias normales, considerar¨ªamos por debajo de nuestro nivel cultural.
La distinci¨®n entre m¨²sica buena y mala depende de los condicionantes culturales
Precisamente, unos investigadores franceses han profundizado en el poder de la m¨²sica rom¨¢ntica. Por lo que leo, se trata del mismo equipo que demostr¨® que la m¨²sica sentimental impactaba sobre los clientes masculinos que entraban en una florister¨ªa: compraban m¨¢s flores -y m¨¢s caras- cuando sonaban de fondo ese tipo de canciones.
Su nuevo experimento parece un chiste (pero hablamos de "la douce France"). Buscaban calibrar el efecto de diferentes canciones sobre un p¨²blico femenino, de entre 18 y 20 a?os. Exactamente, pretend¨ªan averiguar qu¨¦ tipo de m¨²sica las predispone a una posible aventura amorosa. Advierto que ni el objetivo ni los procedimientos suenan muy cient¨ªficos. M¨¢s bien, parece una ocurrencia de alguna pel¨ªcula de la nouvelle vague tard¨ªa: hasta el nombre del gancho, Antoine, sugiere un argumento de Truffaut.
Nos aseguran que Antoine fue elegido entre una serie de voluntarios, buscando cierto ideal de normalidad: ni un Don Juan ni un cardo. Se convoc¨® a 87 jovencitas, a las que se explic¨® que deber¨ªan valorar unos productos alimenticios. En la sala de espera, como si fuera un capricho del hilo musical, unas escuchaban una canci¨®n empalagosa (Te quiero a morir, de Francis Cabrel) y otras una grabaci¨®n considerada neutral (L'heure du th¨¦, de Vincent Delerm). Imagino que lo de la "neutralidad" se refiere al tono: Delerm encarna a alguien que visita a una amiga, sin otras intenciones, y termina pasando la noche con ella.
Entraban en otra habitaci¨®n donde una pareja muy profesional indagaba sobre sus preferencias gastron¨®micas, en una charla relajada. Al final, la entrevistadora se excusaba y dejaba a su compa?ero solo con la encuestada. Era entonces cuando Antoine intentaba ligar, con urgencia y aparente sinceridad: "Perdona, pero me has parecido encantadora. Me gustar¨ªa pedirte tu tel¨¦fono. Si no te importa, te llamar¨ªa para quedar y tomar algo".
Seguro que ya imaginan los resultados. Aunque Je t'aime a mourir se public¨® antes de que ellas nacieran, todav¨ªa conserva un leve aroma afrodisiaco: el 52% de las que fueron arrulladas por el ¨¦xito de Cabrel accedi¨® a la petici¨®n de Antoine. Por el contrario, solo el 28% de las que escucharon el tema de Delerm -"pas¨¦ para tomar un t¨¦ / y he pasado la noche"- entr¨® en el juego del seductor.
?Hay una ense?anza? No la obvia: cada persona es un misterio y en cualquier elecci¨®n afectiva entran demasiadas variables; para algunas, quiz¨¢ Delerm resulte desconocido, algo pijo o emocionalmente g¨¦lido. Piensen en el propio No?l Coward: aparentemente, encarnaba el no va m¨¢s de la frivolidad. No para los nazis: figuraba en el Libro Negro, donde se detallaban los notables que, tras la invasi¨®n del Reino Unido, ser¨ªan detenidos por la Gestapo y fusilados.
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