Reformas compartidas
Solo el Gobierno concreta su propuesta de reforma laboral; los dem¨¢s no se retratan. En todo caso, esta reforma solo tiene sentido en el marco de un cambio de modelo productivo, incluida la cultura empresarial
La reforma laboral se ha convertido en lo que Alfred Hitchcock llamaba un macguffin. Todos hablan de ella sin decirnos en qu¨¦ consiste. Para la inmensa mayor¨ªa de sus predicadores, la reforma laboral tiene, como la yegua del fil¨®sofo, todas las cualidades imaginables menos la existencia. Nadie la concreta aunque todos parecen coincidir en considerarla como una necesidad de esas que solemos llamar imperiosa.
Estamos en un debate nominalista de los que sustituyen las ideas por las palabras. Un debate encendido y caluroso en el que unos y otros censuran al ¨²nico que le ha puesto contenidos, el Gobierno, sin aclarar, naturalmente, qu¨¦ es lo que falta y qu¨¦ es lo que sobra. Por eso me parece importante que el decreto ley se vaya a tramitar posteriormente como proyecto de ley. De esta forma, podremos saber si sus reformas laborales, las de aquellos que se limitan a enunciarlas, son algo m¨¢s que un macguffin.
No deber¨ªan buscarse ganancias de productividad con mayor jornada y salarios m¨¢s bajos
La clave est¨¢ en la innovaci¨®n empresarial, la formaci¨®n de los trabajadores y la tecnolog¨ªa
Pero, adem¨¢s, su tramitaci¨®n, podr¨ªa servir para hacer m¨¢s visible la necesaria conexi¨®n entre el marco de relaciones laborales y el cambio del modelo productivo. Se trata de encontrar en la crisis una oportunidad: sanear las cuentas p¨²blicas al mismo tiempo que ponemos en marcha todas las reformas de la estrategia de sostenibilidad. Solo en ese contexto ha de entenderse la consolidaci¨®n fiscal y la reforma laboral.
Tenemos un mercado de trabajo muy sensible al ciclo. Podr¨ªamos incluso decir que acusa una preocupante bulimia: se crea mucho empleo cuando la econom¨ªa crece y se destruye tambi¨¦n mucho cuando la econom¨ªa deja de hacerlo. Esto ya nos pone de manifiesto el primer problema: en Espa?a la variable econ¨®mica del ajuste empresarial es siempre el nivel de ocupaci¨®n. Es decir, se sigue viendo el coste laboral como uno de los factores determinantes de la competitividad de las empresas.
Debatir sobre qu¨¦ mercado de trabajo tenemos y cu¨¢l queremos tener implica tambi¨¦n discutir y analizar la estructura productiva que tenemos y la que queremos tener para ganar competitividad. Dicho de otra forma: a menos que ingenuamente creamos que el derecho es el que gobierna la econom¨ªa, deberemos empezar por explicar en qu¨¦ modelo econ¨®mico queremos incluir la reforma laboral. Si no lo hacemos, reducir el coste del despido, por poner un ejemplo de una medida que puede ser ¨²til para ganar estabilidad, solo se ver¨¢ como una forma m¨¢s f¨¢cil de que las empresas se sigan ajustando a la evoluci¨®n del ciclo econ¨®mico con el tama?o de sus plantillas.
As¨ª que lo primero, en este proceso de cambio de leyes laborales, es determinar el modelo econ¨®mico al que habr¨¢ de aplicarse la nueva legislaci¨®n. Para decirlo m¨¢s claramente y ci?¨¦ndonos a nuestra realidad: la reforma laboral ha de ser un acompa?amiento necesario de la estrategia de sostenibilidad que ha aprobado el Gobierno de Espa?a. Y, por consiguiente, ha de ser parte de un compromiso pol¨ªtico y social que una las dos cosas: el modelo econ¨®mico y el modelo de relaciones laborales que mejor se acomode al mismo.
Nuestra econom¨ªa viene funcionando, desde hace ya muchos a?os, de prestado. Compramos m¨¢s de lo que vendemos y esto, adem¨¢s de exigirnos un alto nivel de endeudamiento, nos se?ala un defecto de competitividad. He aqu¨ª el problema que hemos de resolver. Y resolverlo no en el corto sino en el medio y largo plazo; es decir, ganar competitividad no con la ventaja relativa, ya casi irrelevante, de nuestros menores costes laborales, sino profundizando en nuestra capacidad de innovar; de hacernos no m¨¢s baratos sino mejores.
Algunos llaman a esto el cambio del modelo productivo. El Gobierno lo ha llamado estrategia de sostenibilidad. Nosotros lo llamamos Andaluc¨ªa sostenible. Se trata, dicho resumidamente, de hacer mejor lo que sabemos hacer y de adelantarnos en la satisfacci¨®n de las nuevas necesidades. De hacer de la calidad nuestra estrategia competitiva; de convertir a la educaci¨®n en la palanca del cambio; de invertir en conocimiento y formaci¨®n; de hacer del factor trabajo el elemento decisivo no por sus costes sino por sus aportaciones; de buscar la excelencia; de digitalizar el mundo de la empresa; de hacer interminable la carrera por la innovaci¨®n. Si esto es as¨ª, y yo creo que s¨ª, la aguja de marear nos se?ala un norte de pactos y compromisos.
Para empezar, deber¨ªamos alcanzar un pacto entre todas las Administraciones p¨²blicas. Un pacto que re¨²na en una misma pol¨ªtica de oferta a todos los Gobiernos. Dado el actual reparto de competencias, es importante que todos actuemos coordinadamente para ganar competitividad de forma creciente y duradera. Andaluc¨ªa sostenible solo ser¨¢ posible en la medida en que forme parte de una misma estrategia en el conjunto de Espa?a. Las pol¨ªticas educativas y formativas, las de investigaci¨®n y desarrollo, las de fomento empresarial, los incentivos econ¨®micos, los procedimientos administrativos y todas las pol¨ªticas que pretenden hacer m¨¢s sostenible nuestra organizaci¨®n productiva deber¨ªan seguir una misma pauta por parte de los distintos Gobiernos. El efecto de aceleraci¨®n ser¨ªa enorme. Discutamos el modelo y las medidas, para inmediatamente compartir un mismo camino. Un camino que integrar¨ªa tambi¨¦n la reforma laboral.
El actual sistema de relaciones laborales sigue todav¨ªa las pautas de un modelo productivo que est¨¢ en un proceso de transformaci¨®n. La coexistencia de lo viejo y lo nuevo hace que las reglas de juego, que pueden ser razonables en algunos casos, se conviertan en un obst¨¢culo para la implantaci¨®n del nuevo modelo o para mejorar la productividad. Los miles de convenios colectivos que se hacen cada a?o por encima del ¨¢mbito de la empresa vienen a expresar esta rigidez del sistema y, a veces, la fractura de un mercado laboral ¨²nico que rechaza marcos aut¨®nomos o fragmentados.
Hay, pues, que modificarlo. Pero hay que hacerlo impulsando de forma simult¨¢nea el cambio en la organizaci¨®n y en la cultura empresarial. Parece haber un acuerdo general en que es necesaria mayor vinculaci¨®n de los salarios a la productividad. Pero, para que ello pueda ser as¨ª, no basta con modificar la estructura de la negociaci¨®n colectiva (que tambi¨¦n); hay que conseguir, adem¨¢s, que las ganancias de productividad no se consigan con mayor jornada y salarios m¨¢s bajos, sino con la innovaci¨®n empresarial, la formaci¨®n de los trabajadores y la aplicaci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas.
Una estrategia de sostenibilidad compartida ha de llevarnos hacia un modelo en el que las aportaciones empresariales en innovaci¨®n, en mejora de la calidad, en formaci¨®n de sus empleados, tengan como contrapartida una mayor disponibilidad de estos, una mayor polivalencia y, en definitiva, tambi¨¦n, un mayor nivel de iniciativa.
Ese contrato por una mayor productividad exige un nuevo marco regulatorio de las relaciones laborales en la direcci¨®n que ha marcado el Gobierno: m¨¢s seguridad en las contrataciones, m¨¢s estabilidad en el empleo y mayor flexibilidad en la prestaci¨®n laboral. M¨¢s seguridad jur¨ªdica en el inicio y en la finalizaci¨®n del contrato y, sobre todo, una mayor vinculaci¨®n de las remuneraciones a la productividad.
La reducci¨®n del d¨¦ficit, la reforma laboral, el desarrollo del Pacto de Tole-do, la estrategia de sostenibilidad son parte de un mismo objetivo que nos compromete a todos. La crisis ha de ser una oportunidad para revisar nuestros problemas estructurales y resolverlos con un impulso compartido. Para asegurar el futuro y para conservar el modelo que ha hecho de la Europa de los ¨²ltimos sesenta a?os una historia de ¨¦xito.
Jos¨¦ Antonio Gri?¨¢n Mart¨ªnez es presidente de la Junta de Andaluc¨ªa.
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