Esperanza en la audacia
A veces, los grandes cambios se producen de forma imperceptible. En otras ocasiones es posible percibir que un gesto conllevar¨¢ necesariamente cambios. El lunes 17 de mayo tuvo lugar uno de estos gestos: el acuerdo firmado por Ir¨¢n sobre el enriquecimiento de uranio gracias a la intervenci¨®n del presidente brasile?o, Lula da Silva, y del primer ministro turco, Erdogan. Es pronto para saber si ese acuerdo evitar¨¢ que Ir¨¢n consiga su propia bomba at¨®mica o el estallido de una guerra entre este pa¨ªs y las potencias occidentales. Pero es perfectamente posible percibir que este ha sido un gesto indicador de dos ondas de cambios en curso: la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva y la proliferaci¨®n del poder pol¨ªtico entre las naciones.
Las viejas potencias temen que pa¨ªses como Brasil y Turqu¨ªa influyan en los destinos del mundo
Estados Unidos, Francia y Reino Unido disponen de 5.638 cabezas declaradas listas para uso. No se sabe de cu¨¢ntas cabezas disponen Rusia, China, India, Pakist¨¢n o Corea del Norte, aparte de Israel. Se sospecha que Sud¨¢frica y Ucrania tienen ya capacidad para fabricar bombas. Brasil, Argentina, Corea del Sur, M¨¦xico, Jap¨®n y cualquier pa¨ªs de Europa occidental no han desarrollado a¨²n sus bombas por decisi¨®n pol¨ªtica. En Brasil est¨¢ prohibido por la Constituci¨®n, al igual que en Ir¨¢n est¨¢ prohibido por una fatua.
La posibilidad de que nuevos pa¨ªses fabriquen la bomba aumenta de a?o en a?o. La ¨²nica forma de evitarlo es el desarme general y la obligatoriedad de las inspecciones internacionales. Lamentablemente, el TNP o Tratado de No Proliferaci¨®n no muestra tendencia alguna hacia la destrucci¨®n de los actuales arsenales, ni tampoco hacia la fiscalizaci¨®n internacional obligatoria de las inspecciones nucleares.
Los pa¨ªses que poseen la bomba no parecen partidarios del desarme, sino de desarmar a los dem¨¢s. Pero no lo conseguir¨¢n por mucho tiempo porque la tecnolog¨ªa tiende a difundirse. Aparte de que esos pa¨ªses toleran las investigaciones realizadas por sus aliados, y ello con el falso argumento de que hay pa¨ªses dignos de confianza y otros que no lo son tanto.
Ning¨²n pa¨ªs es de por s¨ª digno de confianza, porque los pa¨ªses dependen de sus Gobiernos, que cambian. El Irak de Sadam fue digno de confianza hasta la invasi¨®n de Kuwait; el Ir¨¢n del sha era uno de los pa¨ªses m¨¢s dignos de confianza, amigo de Estados Unidos y Europa hasta que lleg¨® el ayatol¨¢ Jomeini. No debemos confiar en que Ir¨¢n se sienta autom¨¢ticamente obligado por el acuerdo firmado el 17 de mayo; como tampoco puede garantizarse que alg¨²n d¨ªa Brasil no reforme su Constituci¨®n para permitir la fabricaci¨®n de su bomba.
La importancia del gesto de Brasil y de Turqu¨ªa no reside en su tentativa de impedir el avance de la insensata proliferaci¨®n de armas nucleares. Reside en la certeza de avanzar en la proliferaci¨®n del poder pol¨ªtico entre naciones. Brasil y Turqu¨ªa han demostrado que los pa¨ªses emergentes pueden participar en el escenario global. All¨ª mismo, en Asia Central, las grandes potencias del "norte" han jugado durante dos siglos el llamado Great Game. Hicieron y deshicieron fronteras, crearon y deconstruyeron pa¨ªses, colocaron y derribaron Gobiernos. De repente, surgen dos voces del "sur" y entran en el Great Game sin pedir permiso.
La desconfianza en relaci¨®n con el cumplimiento del acuerdo por parte de Ir¨¢n no dejar¨ªa de producirse, aunque fueran otros sus promotores. El recelo de las potencias no tiene que ver con el posible incumplimiento por parte de Ir¨¢n, pues, si fuera eso, bastar¨ªa con pedir garant¨ªas y salvaguardas. El recelo es el de que, si se tiene ¨¦xito con Ir¨¢n, Brasil, Turqu¨ªa y otros pa¨ªses emergentes comiencen a influir en los destinos del mundo. Es eso lo que incomoda a las grandes potencias.
Que Lula y Erdogan consigan que las dos Coreas negocien, que Israel y Palestina retomen las conversaciones, demostrando que la estrategia lateral, sur-sur, llevada a cabo por iguales, puede ser m¨¢s eficiente que las del norte-sur, impuestas con arrogancia por el poder, el d¨®lar y las armas, con la compra, no mediante el di¨¢logo. Que pa¨ªses marginales y perif¨¦ricos empiecen a encontrar v¨ªas de soluci¨®n para los problemas mundiales sin necesidad del benepl¨¢cito de los pa¨ªses centrales. Y que defiendan sus reservas de minerales, sus manantiales de agua dulce, sus patrimonios culturales; que introduzcan regulaciones en el derecho a las patentes cient¨ªficas y tecnol¨®gicas, y despu¨¦s en sus mercados y hasta acu?en monedas que sustituyan al d¨®lar y al euro. Que sepan construir un nuevo dise?o para el mundo global.
Hasta ahora, la onda globalizante ha ido del "norte" al "sur". El acuerdo de Ir¨¢n demuestra que hay una onda que empieza a esparcirse hacia los "lados". Brasil y Turqu¨ªa han realizado un gesto que forma parte de este movimiento hist¨®rico.
Obama ha escrito La audacia de la Esperanza, un hermoso libro.Lula y Erdogan han hecho un gesto con "esperanza en la audacia" de pa¨ªses que no son potencias. Sin armas nucleares, sin billones de d¨®lares para ayuda exterior, albergaron la esperanza en la osad¨ªa de poder influir para construir un mundo mejor. Esperemos que Ir¨¢n tenga la osad¨ªa de mantener el acuerdo y los otros pa¨ªses del mundo puedan agradecer a Brasil y a Turqu¨ªa lo que ambos conseguir¨ªan as¨ª para el mundo: la buena proliferaci¨®n del poder pol¨ªtico.
Cristovam Buarque es catedr¨¢tico de la Universidad de Brasilia y senador del Partido Democr¨¢tico de los Trabajadores (PDT). Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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