?Qui¨¦n no ha cruzado v¨ªas?
El debate sobre la Administraci¨®n y sus deberes asoma la pata cada vez que una cat¨¢strofe pone en marcha, de golpe, el humano deseo de descargarse de la propia responsabilidad. Entonces despierta la voluntad fiscalizadora. Esa que pregunta inquisitorialmente qu¨¦ ha hecho mal el Estado, en lugar de bucear y buscar respuesta en la introspecci¨®n. La tragedia de Castelldefels, que seg¨® la vida de 13 personas e hiri¨® a otras 14, ha evidenciado esa voluntad de culpar al otro de los actos cometidos por uno mismo. Las declaraciones de quienes cruzaron las v¨ªas y por fortuna alcanzaron con vida el otro and¨¦n son un ejemplo. Ellos apuntaban con dedo acusador al convoy Alaris, que cubr¨ªa el trayecto entre Alicante y Barcelona, por circular sin luz y por no advertir debidamente de su presencia con se?ales ac¨²sticas. Las autoridades tampoco escaparon, pues el paso elevado de la estaci¨®n estaba cerrado, aseguraban. Es decir, pr¨¢cticamente fueron v¨ªctimas de una encerrona que les aboc¨® a atravesar las v¨ªas a pie. A juzgar por lo declarado, nadie repar¨® ni en los carteles que proh¨ªben cruzar, ni en las advertencias de la megafon¨ªa que recuerdan el veto.
Ninguna comisi¨®n de expertos demostrar¨¢ lo que es obvio: que uno es soberano para decidir cruzar las v¨ªas por donde no debe
Las investigaciones puestas en marcha dilucidar¨¢n c¨®mo sobrevino la cat¨¢strofe y tratar¨¢n de hallar respuesta a por qu¨¦ los 10 vigilantes de seguridad entraron siete minutos m¨¢s tarde de que se produjera el accidente. Es cierto que cuando el intercambiador ferroviario de Tarragona est¨¦ terminado -dentro de dos o tres a?os- los trenes de velocidad alta podr¨¢n circular por las v¨ªas del AVE en lugar de hacerlo por las de los convoyes de cercan¨ªas o regionales, como el caso de la costa sur de las comarcas de Barcelona. Pero ninguna objetivada comisi¨®n de expertos demostrar¨¢ lo que es obvio: que uno mismo es soberano para tomar la decisi¨®n ¨²ltima de cruzar las v¨ªas por donde no debe. El gregarismo puede mover tanto a seguir la cola de quienes pacientemente aguardaban para pasar al otro lado como a lanzarse, en pos de los impacientes, a las v¨ªas. Todo depende del grado de euforia que cada uno lleve consigo.
La condici¨®n humana es una extra?a s¨ªntesis entre lo que se debe hacer y lo que se quiere hacer. En su complejidad, a¨²na determinismo y libre albedr¨ªo. La ley y la prohibici¨®n deben existir, pero tambi¨¦n tiene derecho a expresarse su transgresi¨®n, la voluntad de hacer lo que a uno le viene en gana. El equilibrio, en caso de existir, es dif¨ªcil. Pero si se opta por hacer lo que a uno le viene en gana, aun a costa de vulnerar la ley, se pierde el derecho a descargar responsabilidades en terceros para lograr la exculpaci¨®n. Uno de los personajes m¨¢s injustamente castigado por este episodio de Castelldefels es el maquinista del Alaris: circulaba a la velocidad adecuada, no dio positivo en las pruebas de alcoholemia y drogas y ha sido objeto inicial de sospecha.
Quien m¨¢s quien menos ha cruzado alguna vez alguna v¨ªa, la que sea, por donde no deb¨ªa. En ocasiones suceden accidentes y en otras no pasa nada. Y la testarudad cotidianidad muestra que los h¨¢bitos apenas cambian, incluso tras un tr¨¢gico accidente. Cada d¨ªa desde el mi¨¦rcoles tr¨¢gico, hay y habr¨¢ ciudadanos que cruzar¨¢n v¨ªas por donde no deben. La funci¨®n de los poderes p¨²blicos cuando hay vulneraci¨®n de la ley es multar, mejor dicho: multarnos. Cuarenta y ocho horas despu¨¦s de la cat¨¢strofe ferroviaria una joven fue sancionada en la misma estaci¨®n, Castelldefels Playa, con 6.000 euros. No deja de ser contradictorio que nos escandalicemos cuando esto sucede. Infringimos la ley y al tiempo exigimos m¨¢s polic¨ªa y m¨¢s controles para hacerla cumplir. Y cuando nos cae encima el peso de ley, nos quejamos. Nuestra complejidad y conducta, un tanto esquizofr¨¦nica, nos lleva a firmar el contrato que confiere a la autoridad poderes sobre nosotros y simult¨¢neamente lamentamos que esa misma autoridad ejerza los poderes otorgados.
Es exigible un ejercicio de madurez. Vivir en sociedad es un compromiso. Cruzar las v¨ªas es un ejercicio de libertad personal, cargar con las consecuencias es nuestra responsabilidad.
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