Demasiadas dudas
La reforma laboral es imprecisa en la negociaci¨®n colectiva y en las causas de despido
La reforma laboral contenida en el decreto ley aprobado la semana pasada debe resolver tres problemas graves del mercado de trabajo en Espa?a. El primer objetivo es acabar con la dualidad del sistema laboral que consagra, por una parte, un conjunto de trabajadores con contratos fijos con una elevada protecci¨®n legal y, por otra, un gran n¨²mero de trabajadores con contratos temporales de muy baja protecci¨®n. El segundo motivo estrat¨¦gico de la reforma es facilitar la contrataci¨®n y, por lo tanto, la creaci¨®n de empleo, desde el supuesto de que flexibilizar la negociaci¨®n colectiva y acotar un poco mejor las causas de un despido por razones econ¨®micas, para que los jueces puedan decidir con m¨¢s claridad los motivos de los ajustes de empleo, suscitar¨¢ mayor confianza de los empresarios cuando lleguen los primeros indicios de recuperaci¨®n econ¨®mica. Hay dudas de que los medios dispuestos para obtener estos objetivos sean los adecuados; y queda adem¨¢s la incertidumbre sobre el contenido final de una reforma que queda al albur de una negociaci¨®n pol¨ªtica necesariamente prolongada.
El n¨²cleo de la reforma no est¨¢, pues, en el abaratamiento del precio del despido (aunque es evidente que el coste de las indemnizaciones puede tener importancia en las cuentas de resultados en plena fase de recesi¨®n), sino en conceder a las empresas capacidad para que se descuelguen de los convenios sectoriales y territoriales, de forma que puedan negociar con sus empleados las condiciones salariales en caso de grave dificultad econ¨®mica y en precisar las causas objetivas de deterioro econ¨®mico que pueden argumentar las sociedades para solicitar los ajustes de empleo. En ambos puntos, el decreto es impreciso; incluso es m¨¢s ambiguo que la propuesta de reforma presentada el viernes anterior por el propio Gobierno. De forma que lo m¨¢s probable es que, tal como est¨¢ redactada, contribuya bien poco a generar puestos de trabajo m¨¢s estables. Y hay que temer que todav¨ªa sea m¨¢s dif¨ªcil si los cambios que se introducen, a causa de un prolijo intercambio de favores pol¨ªticos y opiniones con los partidos de la oposici¨®n, no sirven para aclarar ambos puntos.
El Gobierno tampoco ha descendido a debatir una objeci¨®n anunciada por economistas y pol¨ªticos, el gobernador del Banco de Espa?a entre otros: no son estos los mejores tiempos para castigar la contrataci¨®n temporal ofreciendo a cambio incentivos para que se extienda un inflexible contrato de trabajo con 33 d¨ªas de despido. La temporalidad debe ser combatida, pero el m¨¦todo mejor es construir un contrato fijo con un coste de indemnizaci¨®n variable en funci¨®n del tiempo trabajado, de forma que la contrataci¨®n precaria desaparezca por extinci¨®n. Como tampoco es una buena idea hilvanar cambios en el mercado de trabajo con incentivos que impliquen costes para el erario p¨²blico.
Una buena reforma del mercado de trabajo requiere orientar mejor los instrumentos que propone en funci¨®n de los objetivos que persigue. El debate pol¨ªtico deber¨ªa servir para eso, para aclarar diagn¨®sticos y templar las medidas. Los precedentes no invitan al optimismo. Obs¨¦rvese adem¨¢s que por toda Europa, en Francia e Italia especialmente, se extienden las huelgas y la conflictividad social en contra de lo que se interpreta como recortes de los derechos sociales. Europa se enfrenta a un oto?o caliente. El fondo de esta cuesti¨®n sigue siendo la contraposici¨®n entre la idea de que esta fase de la crisis solo se superar¨¢ con pol¨ªticas de ajuste dr¨¢stico que reduzcan el d¨¦ficit, defendida por Alemania, y la posici¨®n de quienes sostienen, como Barack Obama, que todav¨ªa es necesario dejar margen a las pol¨ªticas de est¨ªmulo econ¨®mico para favorecer la recuperaci¨®n. Ambas posiciones llegar¨¢n probablemente hoy a una soluci¨®n de compromiso en la cumbre del G-20 en Toronto.
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