En caso de duda, Paco de Luc¨ªa
El maestro de la guitarra flamenca abre los Veranos de la Villa con una lecci¨®n magistral de emoci¨®n y templanza
Irrumpe sin compa?¨ªa ni coraza, abrazado solo a esa guitarra de la que nadie imagin¨® que atesorara semejante caudal de emociones. Paco, fiel a s¨ª mismo, a su amor por las cosas sobrias, serenas y henchidas de magia: la camisa blanca, el chaleco oscuro, el rostro ladeado y los ojos comprimidos, ciegos de tanta belleza. Las manos de Paco de Luc¨ªa han aprendido itinerarios y vericuetos que otros no pueden ni tan siquiera concebir. Por eso hab¨ªa de ser alguien como ¨¦l quien inaugurara anoche los Veranos de la Villa madrile?os, y solo ¨¦l quien repitiera actuaci¨®n (esta noche, m¨¢s) en el men¨² de 32 conciertos para sacudirnos los sofocos estivales en la explanada de Puerta del ?ngel.
Sus padecimientos en el escenario son puro regocijo para el p¨²blico
A veces, como ayer, los d¨ªas amanecen cruzados. El calor azota, presumimos que el jefe ha pasado mala noche y la gran ciudad resiste el asedio a duras penas, con sus moradores deambulando de una a otra parada de autob¨²s como los aut¨®matas de Fritz Lang. La jornada pinta mal, en verdad, pero a ¨²ltima hora echa a correr la brisa, el morenazo asturiano acierta a colar la pelota (el gol se core¨® durante los proleg¨®menos como si hubiera pantalla gigante) y el hijo de Luc¨ªa Gomes se encarga de todo lo dem¨¢s.
S¨ª, es cierto: a veces nos tiemblan cosas. Y no solo los p¨¢rpados, del estupor; tambi¨¦n los lagrimales cuando es alguien como el maestro de Algeciras quien convoca a las musas, coquetea con ellas y las invita a cenar. Dice sufrir a¨²n con la m¨²sica, con la responsabilidad, como con un mal dolor de muelas. Si ello es verdad, y aunque solo sea por puro ego¨ªsmo, esperemos que todav¨ªa siga pasando muy malas noches sobre el escenario. Sus padecimientos son, desde el otro lado, regocijo puro.
Le acompa?an hasta siete artistas sobre las tablas, pero de entrada Francisco S¨¢nchez prefiere enfrentarse al abismo en la m¨¢s estricta soledad. Respira hondo, alarga los fraseos, moldea los silencios, pone su guitarra a sollozar. Si Paco se coloca frente al espejo sabe que no hay nadie en toda la V¨ªa L¨¢ctea que maneje las seis cuerdas flamencas como ¨¦l, pero no le gusta que se lo recuerden demasiado.
As¨ª transcurrieron los primeros compases; a fuego lento, con De Luc¨ªa revisando la afinaci¨®n tras cada pieza con una meticulosidad casi enfermiza. Las grandes bazas de Antonio Serrano (barrilete c¨®smico de la arm¨®nica), la segunda guitarra de Ni?o Josele o el bajo el¨¦ctrico de Alain P¨¦rez no har¨¢n acto de presencia hasta bien sobrepasados los 35 minutos de espect¨¢culo. Cualquier otro, con semejante arsenal en la rec¨¢mara, habr¨ªa hundido mucho antes el dedo en el gatillo. Paco es mucho m¨¢s sabio que todo eso y domina el arte de la contenci¨®n. Entre dos aguas lleg¨® al final, en el bis. Lo ¨²nico que se entiende peor es la utilizaci¨®n, m¨ªnima, de ese teclado new age que no hace m¨¢s popular ni accesible su repertorio.
Objeciones nimias. Por fortuna, Paco es, a sus 62 a?os, un talento universal que congrega en las butacas (2.550 personas; aforo completo) a chavalines y abuelos, gitanos fornidos y gitanas guapas, hombres de la cultura y futboleros con el pinganillo prendido de la oreja... . Cuando el d¨ªa se pone feo hay que tomar medidas. Y en caso de duda, Paco de Luc¨ªa. No falla. Anoche tampoco.
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