R¨¦quiem por una revista difunta
Una serie de revistas culturales jalonan la historia de la Cuba contempor¨¢nea. Casi todas de corta duraci¨®n, como recuerda el pr¨®logo del ¨²ltimo n¨²mero de Encuentro de la cultura cubana, que acaba de ver la luz, despu¨¦s de 14 a?os y m¨¢s de medio centenar de entregas, esforz¨¢ndose en construir desde Madrid un puente hasta la isla, por encima de la dictadura. En cierto sentido, Encuentro es el punto de llegada l¨®gico de la trayectoria de brillantes frustraciones que en los primeros a?os del castrismo iniciara Lunes de Revoluci¨®n, bajo la gu¨ªa de Guillermo Cabrera Infante. Entonces se trataba de cumplir las expectativas libertarias de la Revoluci¨®n, superando el ambiente autoritario que iba consolid¨¢ndose en el orden pol¨ªtico.
'Encuentro', le¨ªda dentro y fuera de Cuba, ha tenido una alta calidad y muy buenos colaboradores
Fue una apertura truncada por la iniciativa comunista en la c¨¦lebre reuni¨®n de la Biblioteca Nacional donde el jesu¨ªtico Fidel zanj¨® el dilema entre libertad o represi¨®n intelectual con aquello de que dentro de la Revoluci¨®n todo, pero nada fuera de ella. La cultura qued¨® en consecuencia burocratizada y despu¨¦s del juicio a Heberto Padilla, sometida al canon estaliniano. Ahora bien, eso no significa que el r¨¦gimen sofocase del todo el impulso cultural, en la medida que la intelectualidad cubana hab¨ªa asumido una revoluci¨®n en la cual apenas hab¨ªa participado. As¨ª que los intelectuales, explica Iv¨¢n de la Nuez, "aprovecharon las posibilidades abiertas por la Revoluci¨®n, pero pactaron una subordinaci¨®n que entreg¨® a las estructuras pol¨ªticas las transmisiones del proyecto cultural". Solo que el agotamiento del modelo socialista se hizo visible desde 1989, dentro y fuera de Cuba, aqu¨ª de forma aguda con el desplome del periodo especial; la exigencia de un vuelco pol¨ªtico y cultural se hizo inexcusable para personalidades que hab¨ªan sido activas en el interior de las estructuras del r¨¦gimen. Esta es la caracter¨ªstica singular de Encuentro, desde que empieza a gestarse en Madrid a mediados de los noventa: su promotor, Jes¨²s D¨ªaz, y muchos de sus principales colaboradores fueron hombres que hasta poco antes hab¨ªan estado encuadrados, voluntariamente o por imperativo burocr¨¢tico -como su ¨²ltimo director, Antonio Jos¨¦ Ponte-, en las instituciones culturales castristas.
Tal vez esto sea tambi¨¦n lo que les permiti¨® superar el dualismo habitual en las pol¨¦micas entre los intelectuales cubanos. Fidel Castro dijo una vez que la Revoluci¨®n no deb¨ªa convertirse en un Saturno que devora a sus hijos. Pero lo cierto es que devor¨® a muchos y otros solo lo evitaron con el exilio, como su eficaz colaborador Carlos Franqui, el ex director de Revoluci¨®n recientemente desaparecido sin cumplir su sue?o de sobrevivir siquiera un d¨ªa a Fidel; como su amiga personal Martha Frayde, durante d¨¦cadas luchadora desde Madrid por los derechos humanos en la isla; como el gran historiador Manuel Moreno Fraginals, antiguo colaborador del Che. La diferencia en los noventa es que al perder Cuba su condici¨®n de revoluci¨®n subsidiada, la continuidad implicaba miseria irreversible. Desde el mismo interior del r¨¦gimen emerg¨ªa una propensi¨®n hacia el cambio. A Ra¨²l Castro se le atribuye el impulso para las reformas econ¨®micas tras el maleconazo. La machacada disidencia interior, con Elizardo S¨¢nchez a la cabeza, propon¨ªa una reconciliaci¨®n por la democracia, interpelando a Fidel para encabezarla.
En este clima se materializa en Madrid el proyecto de Jes¨²s D¨ªaz, brillante novelista, maestro en la t¨¦cnica del gui¨®n cinematogr¨¢fico y antes mezcla de ortodoxia comunista y apertura cultural. Por eso pronto es desplazado de la direcci¨®n de El Caim¨¢n Barbudo, que funda en 1966 "consciente de que los dogmas no han hecho siempre sino frenar el desarrollo de la cultura", y tampoco dura mucho Pensamiento Cr¨ªtico (1967-1971). Su ortodoxia perdura, pero en 1992 no puede m¨¢s y denuncia desde las p¨¢ginas de este diario la tragedia de un pueblo atenazado entre el "bloqueo" (sic) y "la consigna criminal de socialismo o muerte". El ministro Hart le declara traidor. D¨ªaz sabe que su juicio es compartido por muchos en la isla.
La novedad de Encuentro de la cultura cubana residi¨® en la novedad del destinatario, que no fueron solo exiliados o disidentes, sino tambi¨¦n quienes dentro del espacio revolucionario pod¨ªan contribuir al cambio. De ah¨ª su voluntad, pronto limitada por las presiones del r¨¦gimen, de que en la revista colaborasen por igual cubanos de dentro y de fuera de Cuba, dentro de un amplio espectro que iba desde Carlos Alberto Montaner hasta la reproducci¨®n de un informe de Ra¨²l Castro. La ayuda econ¨®mica del Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez hizo posible su aparici¨®n en 1996. En torno a Jes¨²s D¨ªaz, un n¨²cleo muy reducido: Anabel Rodr¨ªguez, transitoriamente P¨ªo Serrano, Rafael Rojas desde M¨¦xico... Balance: un producto de alta calidad, donde entre m¨²ltiples colaboraciones destacaron los an¨¢lisis econ¨®micos de Carmelo Mesa-Lago, los ensayos pol¨ªtico-culturales de Rojas, las complejas reflexiones de Marifeli P¨¦rez-Stable.
La muerte de Jes¨²s D¨ªaz en 2002 y el hachazo a la disidencia de 2003 da?aron al fondo pol¨ªtico del proyecto, pero su calidad se mantuvo hasta que la crisis ha acabado con Encuentro. Su primer n¨²mero estuvo dedicado a Tit¨®n Guti¨¦rrez Alea y, como en Guantanamera, las muertes se suceden sin que la agon¨ªa del castrismo llegue a su t¨¦rmino.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.