Rafael Alberti: a la caza del poeta rojo
El gaditano se ha convertido ¨²ltimamente en una presa f¨¢cil, una presa enjaulada donde todos los cazadores vac¨ªan a placer sus escopetas. Su pecado fue llevar un carn¨¦ pol¨ªtico lejano de ese centro hoy tan sacralizado
En vida, Rafael Alberti se defin¨ªa como un poeta en la calle y como un marinero en tierra; tras su muerte, lo han convertido justo en lo contrario: en una empresa fantasmal y en un barco lleno de agujeros. Las dos cosas dan el mismo resultado: un naufragio. Porque entre los ataques externos y el fuego amigo, su biograf¨ªa se ennegrece d¨ªa a d¨ªa y sus libros est¨¢n cada vez m¨¢s lejos de sus lectores y de la verdad, puesto que algunos resultan inencontrables y otros est¨¢n manipulados no se sabe si por sus herederos, sus editores, sus estudiosos o, m¨¢s bien, por la suma de todos ellos.
Parece mentira, pero el nombre del autor de libros capitales como Sobre los ¨¢ngeles, Baladas y canciones del Paran¨¢, Retornos de lo vivo lejano, A la pintura y tantos otros, cada vez se cita menos a la hora de hablar de literatura y, en cambio, cada vez aparece m¨¢s en los peri¨®dicos como parte de un esc¨¢ndalo o como v¨ªctima de un insulto. La tarea de desprestigiarlo parece haberse convertido en el deporte nacional, y da lo mismo abrir una novela, una biograf¨ªa, un libro de poemas o un ensayo de algunos de nuestros autores m¨¢s notables, para demostrarlo. Dan ganas de salir a defenderlo a pesar de su familia, cuya ¨²ltima versi¨®n es un gran ejemplo de que, cuando uno tiene mala suerte, la ropa limpia se mancha en casa.
Fue un poeta colosal y un s¨ªmbolo de la Rep¨²blica, del Partido Comunista y de la Transici¨®n
Tras 38 a?os de exilio, declar¨®: "Me fui con el pu?o cerrado y regreso con la mano abierta"
En lo que deber¨ªa de ser la casa de su obra, la Fundaci¨®n Rafael Alberti, montada en El Puerto de Santa Mar¨ªa con la bisuter¨ªa de la que iba a abrirse originalmente en C¨¢diz, y por lo tanto sin ninguno de los tesoros art¨ªsticos que fueron trasladados a Espa?a, con dinero p¨²blico, desde la casa del poeta en Roma, todo son sospechas y acusaciones de inmoralidad.
Los dos ¨²ltimos episodios de esa historia negra son un nuevo caso de manipulaci¨®n de la obra de Alberti y la denuncia que acaba de presentar el secretario de la instituci¨®n, en la que se?ala grav¨ªsimas irregularidades cometidas por sus m¨¢ximos responsables, entre ellas la de comprar serigraf¨ªas del autor de Noche de guerra en el Museo del Prado para revend¨¦rselas por cinco veces su precio de mercado a la propia Fundaci¨®n. En cuanto a la censura que se ejerce desde hace a?os sobre los textos del maestro, que ya expliqu¨¦ en su momento en mi libro A la sombra del ¨¢ngel y en varios art¨ªculos publicados en este mismo peri¨®dico, esta vez le ha tocado a un estudio del arquitecto Joan Carles Fogo Vila titulado Los espacios habitados de Rafael Alberti que ha sacado la misma "fundici¨®n", como la llama Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, con una serie de cambios y supresiones que son, m¨¢s o menos, los mismos que sufrieron las ¨²ltimas ediciones de las memorias de Alberti, La arboleda perdida, que la editorial Seix Barral sigue publicando en sus versiones tergiversadas: Luis Garc¨ªa Montero y yo hemos sido tachados, tambi¨¦n Teresa Alberti, a veces su hija Aitana, y en este caso nuevos enemigos-consorte como Almudena Grandes o Pedro Guerra. Qu¨¦ miseria y, sobre todo, qu¨¦ desprop¨®sito.
Sin nadie que lo defienda y en contra de las corrientes de opini¨®n que nos arrastran, Alberti se ha convertido en la jaula donde todos los cazadores van a vaciar sus escopetas. ?ltimamente, la disculpa para atacarlo es Miguel Hern¨¢ndez, enfrentando el drama del poeta-soldado a la supuesta farsa de los "intelectuales de mono planchado y pistolas de juguete" -como los llama el bi¨®grafo Jos¨¦ Luis Ferris en Miguel Hern¨¢ndez: pasiones, c¨¢rcel y muerte de un poeta- que hicieron la guerra en la retaguardia, escondidos en la Alianza de Intelectuales Antifascistas de Madrid. En su biograf¨ªa Oficio de poeta, por lo dem¨¢s muy completa, Eutimio Mart¨ªn lo acusa, con otras palabras, de egoc¨¦ntrico y de oportunista, al aprovecharse de que su mujer dirigiera el Teatro de Arte y Propaganda para estrenar all¨ª varias de sus obras, mientras que las del autor de Viento del pueblo se rechazaban; y eso a pesar de que el propio Mart¨ªn reconoce que el teatro de Hern¨¢ndez no era gran cosa, mientras que el de Alberti est¨¢ entre lo mejor que se escribi¨® durante la contienda.
Siguiendo la misma l¨ªnea, se deja entrever que Alberti no hizo todo lo que pudo por salvar a Miguel Hern¨¢ndez, pese a que luego se asume que fue el propio autor de Romancero y cancionero de ausencias quien se equivoc¨® al elegir su huida, con lo que Mart¨ªn repite el modelo que marc¨® Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n en su obra Enterrar a los muertos, donde dec¨ªa que Rafael no quiso salvar al traductor de John Dos Passos y, a la vez, llegaba a la conclusi¨®n de que su asesinato no lo pudo parar ni el presidente Negr¨ªn, puesto que fue el resultado de una lucha de poder entre dos poderosos generales rusos. Como remate, en la edici¨®n ampliada de su absorbente libro Las armas y las letras, Andr¨¦s Trapiello, que pese a su antipat¨ªa manifiesta por Alberti reconoce que este le ofreci¨® su ayuda a Hern¨¢ndez para que pudiera salir de Espa?a en un avi¨®n de la Rep¨²blica, aporta una foto del poeta gaditano, vestido de miliciano y dedicada al escritor ruso Ilya Erhemburg con la frase "la belle ¨¦poque", de la que saca la conclusi¨®n de que para Alberti la Guerra Civil fue una fiesta. ?No parece mucho m¨¢s sensato deducir que de lo que habla Alberti es de su juventud, 25 a?os despu¨¦s de haber sido tomada esa imagen?
Si saltas del ensayo a la ficci¨®n, encuentras m¨¢s de lo mismo.
Abres la ¨²ltima novela de Antonio Mu?oz Molina, La noche de los tiempos, y Alberti es, sin duda, uno de esos se?oritos hip¨®critas que lanzan vivas a la clase trabajadora mientras se cruzan de piernas y piden otra copa en la terraza del hotel Ritz; o te cuentan c¨®mo ¨¦l y su esposa viajaban a Rusia "costeados por el dinero de la Rep¨²blica, y al volver se hac¨ªan fotos en la cubierta del barco, los dos levantando el pu?o cerrado, ella envuelta en pieles, rubia, con los labios muy pintados, como una Jean Harlow sovi¨¦tica con cara de pepona espa?ola".
O lees el ¨²ltimo libro de poemas de Miguel d'Ors, Sociedad limitada, y en su poema 1938, encuentras esto: "Capital de la gloria. Una vez m¨¢s los versos / doloridos de Alberti, con silbidos de balas / y sangre y trimotores y trincheras en donde / huelen los capotones a corderos mojados. / Y al fondo de estas p¨¢ginas, en aquel horizonte / en que rasgan la noche l¨ªvidos fogonazos, / al otro lado de las alambradas, justo / donde la voz de Alberti se?ala al enemigo...". Son solo dos ejemplos.
Rafael Alberti fue un poeta colosal y un s¨ªmbolo de la Rep¨²blica, del Partido Comunista y de la Transici¨®n, cuyas primeras Cortes inaugur¨® como vicepresidente de la C¨¢mara junto a Dolores Ib¨¢rruri y cuya esencia tal vez resume mejor que ning¨²n otro su gesto al descender del avi¨®n que lo trajo a Espa?a tras 38 a?os de exilio: "Me fui con el pu?o cerrado y regreso con la mano abierta".
Pero nada de eso hace que se le tenga el m¨¢s m¨ªnimo respeto. Al contrario, hay tanta gente a la caza del poeta rojo, tantos buscadores de oro tratando de sacarle el ¨²ltimo euro al muerto y tan pocos que quieran recordar su categor¨ªa literaria, civil y humana, que dentro de poco su nombre ser¨¢ parte de esa sombra que se ha echado sobre toda la parte de nuestro pasado que no se ha podido arrastrar al centro pol¨ªtico. Un centro que funciona como un desag¨¹e por el que lo mismo se cuela una Ley de Memoria Hist¨®rica que el prestigio de un escritor que, seg¨²n sentencia del tiempo, llevaba el carn¨¦ equivocado en la cartera.
Benjam¨ªn Prado es escritor.
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