Calle Iniesta, n¨²mero 1
Incapaz de controlar sus nervios, el padre del jugador sali¨® de casa y se perdi¨® el gol
"Ha sido Andr¨¦s, ha sido Andr¨¦s". Andr¨¦s Iniesta Luj¨¢n, t¨ªo y tocayo absoluto del n¨²mero 6 no cab¨ªa en s¨ª de j¨²bilo. Las decenas de aficionados que se agolpaban en el antiguo bar de Andr¨¦s Luj¨¢n, abuelo de Iniesta, reconvertido en Pe?a Iniesta desde que el chico jug¨® con la selecci¨®n sub 16, lloraron, se abrazaron, saltaron de alegr¨ªa. "?Yo soy espa?ol, espa?ol, espa?ol!".
El partido fue intenso. Los pe?istas aplaud¨ªan tanto las paradas de Iker como los recortes de Iniesta. Y temieron alg¨²n mal mayor en ese rato bronco que hubo en la primera parte. Pero todo acab¨® bien. Tracas. Champ¨¢n. Y muchos abrazos entre primos y menos primos que comparten mayoritariamente los apellidos Iniesta y Luj¨¢n.
El abuelo, Andr¨¦s Luj¨¢n, hab¨ªa predicho un 2-0. Se fue de largo, pero s¨ª hab¨ªa vaticinado un gol de Andr¨¦s. El 6. "S¨ª, el 6, que si lo multiplicas por dos es 12, porque tiene un par de pelotas", se suelta.
La fiesta empez¨® a media tarde. El t¨ªo del jugador prepar¨® los fuegos. Se cocinaron callos, revuelto de setas y unos champi?ones que eran "campeones". Nadie dudaba de la victoria. "Juegan muy bien estos chicos". La merienda se sirvi¨® una hora antes del partido pero vol¨® en veinte minutos. Nadie quer¨ªa perderse un detalle. Todos se arremolinaron en torno a la tele. Sentados, de pie, sobre la barra.
Todos menos Jos¨¦ Antonio Iniesta, Dani cuando jugaba al f¨²tbol en el D¨¦nia, y padre de Andr¨¦s. "No soporta ver el partido en directo. Se pone muy nervioso", cuenta su hermano Andr¨¦s, "se ha ganado el mote de El diferido. Lo primero que hace cuando acaba el partido es hablar con su hijo, pero no puede verlo".
De las paredes de la pe?a cuelgan cientos de p¨¢ginas de peri¨®dico con fotos y titulares alusivos al h¨¦roe, a ese n¨²mero 6 que visten casi todos los pe?istas. El local est¨¢ a rebosar pero no suena ni una vuvuzela. El abuelo concede mucha importancia a la disciplina. No cabe un alfiler.
Los nervios se extienden entre los miembros de la Pe?a Iniesta en su pueblo natal, Fuentealbilla, en Albacete. El pueblo tiene 1.800 habitantes. La pe?a, 270 socios. "Muchos son de fuera, de Barcelona, de Salamanca, del Pa¨ªs Vasco...", cuenta el secretario. Cuando acaba el partido augura que "dentro de nueve meses van a nacer muchos ni?os en este pueblo, y todos se van a llamar Andr¨¦s".
El h¨¦roe local est¨¢ en boca de todos. "Siempre ha sido muy trabajador y disciplinado", cuenta su abuelo, "tuvo suerte de que pudi¨¦ramos repartirnos entre cuatro para llevarle a entrenar a Albacete cuando apenas ten¨ªa ocho a?os". Entrenaba de una a dos. Dejaba la escuela un poco antes que los dem¨¢s. Entrenaba y com¨ªa en el coche para volver al colegio en hora. "Ha valido la pena", recuerda el abuelo.
Iniesta ya tiene una calle en Fuentealbilla. El n¨²mero uno es su casa. "Est¨¢ noche lo vamos a celebrar, pero cuando vuelva al pueblo, eso s¨ª que va a ser una fiesta", dice.
El partido sigue y m¨¢s de uno comprende por qu¨¦ Jos¨¦ Antonio, Dani, est¨¢ paseando por monte.
Los mayores gritan como ni?os mientras los peque?os juegan en el sal¨®n contiguo. "Hoy hasta los del PP son rojos", comenta risue?o un pe?ista. "Lo que m¨¢s me alegra es que vamos a pasar un mes sin hablar de Zapatero", le replica un compa?ero.
"Vamos Ini, vamos Ini". Fuentealbilla, fiel a La Roja, vive el sue?o con alegr¨ªa. A medianoche, la fiesta solo acaba de empezar. "Esto nos va a costar un tiempo digerirlo", sentencia el t¨ªo de Andr¨¦s.
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