El 'a?o Camus' y la Europa de la crisis
Cuando el mundo de la literatura y el pensamiento recuerda a un escritor cr¨ªtico y so?ador, los mercados se descaran como el verdadero poder y la democracia se asemeja a una dramaturgia vac¨ªa de contenido
El a?o Camus est¨¢ siendo de enorme trascendencia para el futuro de Europa. Tanto como lo fueran los a?os de plena madurez c¨ªvica y literaria del genial escritor. Un a?o decisivo en el campo de la econom¨ªa, de la pol¨ªtica y del bienestar colectivo, debido al cuestionamiento de la Europa de los derechos sociales por parte de unos innominados "mercados" que, al margen de la voluntad de los ciudadanos, condicionan el curso de la econom¨ªa y, por derivaci¨®n, de la sociedad y de sus instituciones democr¨¢ticas. Decisivo tambi¨¦n en un ¨¢mbito menos estudiado pero no por ello irrelevante, como el de la literatura, especialmente de la novela: no olvidemos que Camus fue, ante todo, escritor ni el hecho de que la novela contempor¨¢nea europea ser¨ªa inconcebible sin obras como La peste o El extranjero.
"Si el hombre fracasa al querer conciliar la justicia y la libertad fracasa en todo", afirm¨®
Siempre rebelde, buscaba una nueva moralidad. "La libertad es el derecho a no mentir", pensaba
Cierto que la Europa de 2010 nada tiene que ver con la que, en 1960, a?o de la muerte de Albert Camus y a apenas dos de distancia de la que, en 1958, viera la entrada en vigor del Tratado de Roma, y, con ¨¦l, el nacimiento de una realidad econ¨®mica, pol¨ªtica y social que, en buena medida, conectaba con el sentido ¨²ltimo de su obra: la sociedad del bienestar, un mundo que, sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, habr¨ªa de conjugar principios tan elementales como democracia y justicia. Tampoco la novela del comienzo de la segunda d¨¦cada del siglo XXI, conviviendo con Internet y con los primeros pasos del libro electr¨®nico, tiene mucho que ver con la novela como artefacto narrativo que intenta explicar el mundo que presidi¨® la trayectoria del escritor y pensador franco-argelino. Ambas realidades, la sociedad europea, y la narrativa que en ella nace y se desarrolla, viven una similar amenaza. Es como si las teor¨ªas acu?adas por el liberalismo tras la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn en 1989, justificadoras de la teor¨ªa econ¨®mica aplicada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la d¨¦cada de los ochenta y contrarias al protagonismo social de "lo p¨²blico" se hubieran convertido, a lo largo de 2010 y tras los impulsos refundadores del capitalismo del momento m¨¢s ¨¢lgido de la crisis financiera, en paradigma de la posmodernidad, en una actualizaci¨®n de El fin de la historia de Fukuyama y en la ¨²nica posibilidad de evoluci¨®n de las sociedades industrialmente avanzadas. Es decir: los llamados mercados como poderes de facto y la democracia y sus instituciones como dramaturgia vac¨ªa de contenido.
Algo semejante ocurre con la literatura de Camus y con sus bases filos¨®ficas y existenciales. Estas tuvieron, en las dos d¨¦cadas posteriores a su muerte, un respaldo simb¨®lico en la extensi¨®n del Estado del bienestar y de la democracia a todo el continente. Tambi¨¦n las confirm¨® la demolici¨®n del estalinismo tras la ca¨ªda del Muro. Sin embargo, durante a?os, desde mucho antes de la quiebra de Lehman Brothers, se ha cernido sobre ellas un manto de olvido alentado por cr¨ªticos, escritores y docentes cuyo objetivo ha sido canonizar propuestas narrativas acordes con el nuevo paradigma: eclecticismo, negaci¨®n de los imaginarios alternativos y de las utop¨ªas, descr¨¦dito del compromiso del escritor, novela hist¨®rica ambientada en escenarios remotos.
A la dimensi¨®n cr¨ªtica de La peste, o a la de la novela que se escrib¨ªa en Italia hasta bien avanzada la d¨¦cada de los sesenta, o a la de la generaci¨®n brit¨¢nica de los angry young men sucedi¨®, en los a?os ochenta, una literatura que, avergonzada / arrepentida de los nexos que mantuvo, consciente o inconscientemente, con distintas formas de comunismo, con el socialismo real y, m¨¢s all¨¢, con la izquierda reformadora, se proclamaba paradigma de una neutralidad -de un apoliticismo- basada, ante todo, en la renuncia a cuestionar y a reinventar el mundo, en un ejercicio est¨¦tico que primaba, por encima de todo, el individualismo en su versi¨®n m¨¢s ensimismada.
Albert Camus fue un escritor comprometido con su tiempo, cr¨ªtico de todas las formas de totalitarismo, pero tambi¨¦n fue un so?ador, a trav¨¦s de la literatura, de una realidad distinta, m¨¢s humana, m¨¢s libre, m¨¢s justa, No dio la espalda a la realidad, sino que ara?¨® en sus contradicciones en busca de senderos que la salvaran de sus propios desastres y trampas.
En sus libros, incluso en sus Diarios de viaje o en las notas sobre el proceso de escritura de Carnets, buscaba una verdad, una forma de rebeli¨®n, una nueva moralidad: "La libertad es el derecho a no mentir. Verdad que se prueba en el plano social (subalterno y superior) y en el plano moral". Hasta en los momentos m¨¢s intensos de su pol¨¦mica con Jean-Paul Sartre, cuando criticaba el gulag, Camus manten¨ªa su confianza en un mundo sin miseria para cuya construcci¨®n consideraba necesario algo m¨¢s que el humanismo ("El humanismo no me fastidia: hasta me hace sonre¨ªr. Pero me resulta insuficiente", escribi¨®).
En el medio siglo transcurrido tras su muerte, la visi¨®n posmoderna de la realidad y el liberalismo extremo que han difuminado el alcance de fondo de su obra, se han visto, sin embargo, cuestionados por acontecimientos y procesos reales de una importancia fundamental. Si la ca¨ªda del Muro fue interpretada como la confirmaci¨®n del fin de la historia, la realidad posterior ha dado al traste con esa interpretaci¨®n: el 11-S y su secuela casi inmediata, las guerras de Afganist¨¢n e Irak; Internet y el aumento del peso de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y de la comunicaci¨®n en nuestra vida cotidiana, la globalizaci¨®n de las relaciones econ¨®micas, el aumento de los flujos migratorios, la amenaza, cada vez m¨¢s real, del cambio clim¨¢tico. Esos fen¨®menos nacieron y se desarrollaron al amparo de un liberalismo sin l¨ªmites y entre apelaciones a la reducci¨®n de las pol¨ªticas sociales mientras se desacreditaban las acciones p¨²blicas y se mitificaba la eficiencia de la acci¨®n y la gesti¨®n privadas.
En paralelo, se extend¨ªa una visi¨®n dominante de la literatura como ejercicio ajeno a cualquier interpretaci¨®n de la realidad: lo fragmentario, como reflejo del mundo en permanente interactividad en la Red, deb¨ªa ser el modelo de la nueva novela y la realidad social y pol¨ªtica habr¨ªa de quedar recluida en el campo del ensayo y de la sociolog¨ªa. De igual modo que la ca¨ªda del Muro confirmaba la vieja "verdad" de Fukuyama estableciendo un campo de juego ¨²nico que identificaba democracia y ultraliberalismo, la literatura cr¨ªtica perd¨ªa funcionalidad puesto que la sociedad no era interpretable, la historia no pod¨ªa ser modificada y la historia (el argumento, la trama), base de la novela desde sus or¨ªgenes, perd¨ªa sentido. En consecuencia, se impon¨ªa el fragmento, la literatura como caleidoscopio, como reflejo acr¨ªtico del caos circundante, se vaciaba el texto de contenidos cr¨ªticos y se decretaba la muerte de la novela tradicional: la forma era lo esencial y una versi¨®n actualizada del mcluhaniano "el medio es el mensaje" pugnaba por imponerse.
Sin embargo, la crisis financiera e hipotecaria del verano de 2008, pese al actual dominio de los principios que suscriben "los mercados", ha puesto de relieve la quiebra del modelo especulativo y del liberalismo sin l¨ªmite y, con ¨¦l, del principio basado en que la pura l¨®gica del mercado resolver¨ªa las injusticias.
As¨ª, Camus y su sue?o de un mundo con plena libertad y, a la vez, sin miseria y solidario, cobra la vigencia ("Si el hombre fracasa al querer conciliar la justicia y la libertad fracasa en todo", lleg¨® a afirmar) que el eclecticismo posmoderno hab¨ªa negado. A la sociedad, sin duda. Pero tambi¨¦n a la literatura. Porque Camus cre¨ªa en esta no solo como obra de arte, sino, tambi¨¦n, como espacio privilegiado para mostrar las contradicciones colectivas y personales y para esbozar mundos mejores, acordes con las m¨¢s hondas aspiraciones de liberaci¨®n y justicia de los seres humanos. La realidad del mundo y de la Europa de hoy no hacen sino confirmar esa necesidad.
Manuel Rico es escritor y cr¨ªtico literario. Sus dos ¨²ltimas obras son Verano y Espejo y tinta.
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