Cada vez m¨¢s crecidos
Fue el ¨²ltimo en llegar, pero tiene todo el aspecto de ser el que va a quedarse durante m¨¢s a?os. La primera edici¨®n seria de Walter Benjamin no comenz¨® a publicarse hasta 30 a?os despu¨¦s de su muerte (Gesammelte Schriften, Suhrkamp, 1972-1989); y nadie pudo leer su obra emblem¨¢tica, Los Pasajes, hasta 1982. Era s¨®lo un nombre cuando las c¨¢tedras, seminarios y revistas de filosof¨ªa europeos estaban tomados por el existencialismo sartriano y las disputas clericales sobre aspectos psic¨®ticos del marxismo leninismo. En el mejor de los casos, por empe?os hermen¨¦uticos sobre Heidegger.
Hoy es todo lo contrario: aquel desconocido ha tomado el centro del escenario. Celebremos que en Espa?a la publicaci¨®n de sus Obras Completas, gracias al sello Abada, ha llegado ya al quinto volumen, en el cual se incluyen algunos de sus escritos literarios como la Infancia en Berl¨ªn o la colecci¨®n Im¨¢genes que piensan en cuidada traducci¨®n de Jorge Navarro. Es la puerta ideal para visitar a Benjamin en sus m¨¢s ¨ªntimas habitaciones.
De los pensadores del siglo XX, Benjamin es quien mejor expres¨® la incoherencia y el caos de nuestro tiempo
Walter Benjamin fue el primero en fundamentar positivamente el arte popular
La llegada de Benjamin a la universidad ha sido lenta y dif¨ªcil, no s¨®lo por el inmovilismo que los marxistas impusieron durante d¨¦cadas en tantos departamentos, sino tambi¨¦n por la singularidad del escritor alem¨¢n. Benjamin no es f¨¢cil de integrar en ning¨²n espacio ortodoxo, pero tampoco en alguna heterodoxia que rinda beneficios en el reparto mercantil de los cr¨¦ditos universitarios. En efecto, tiene Benjamin una fuerte influencia de la teolog¨ªa hebrea, pero tambi¨¦n del marxismo; es un rom¨¢ntico de primera generaci¨®n, la de Novalis, pero tambi¨¦n un defensor de la tecnolog¨ªa "nihilista"; es un tradicionalista con decidido arraigo en la continuidad y sin embargo el m¨¢s inteligente analista y part¨ªcipe de las vanguardias del siglo XX. Instalado en la contradicci¨®n permanente, ni siquiera puede apelarse a una evoluci¨®n que hiciera de ¨¦l un adolescente primitivista que en la edad madura descubre el mundo de la seriedad, porque es justamente en la ¨²ltima etapa (por ejemplo en el c¨¦lebre Sobre el concepto de historia, Libro 1, vol. 2 de Abada) donde se muestra m¨¢s alejado del marxismo y del sociologismo adorniano, pero mediante un inesperado regreso al mesianismo jud¨ªo. La incongruencia puede (y quiz¨¢s debe) destruir a cualquier pensador, pero no es el caso de Benjamin. Cada uno de sus rostros est¨¢ asentado sobre una po¨¦tica acumulativa cuya raz¨®n de ser expuso en sus trabajos sobre el montaje cinematogr¨¢fico y en el crucial experimento de Los Pasajes. La incoherencia acaba siendo su mayor virtud.
Hay, adem¨¢s, otro aspecto que no puede eludirse aunque parezca fr¨ªvolo: junto con Wittgenstein, es el escritor de mayor adherencia sentimental entre lectores y estudiosos. Ambos, el vien¨¦s y elberlin¨¦s, poseen los atributos de la santidad laica. Wittgenstein por su altruismo, su austeridad, la novelesca estancia en Cambridge, los a?os erem¨ªticos, su endiablado car¨¢cter. Una figura cinematogr¨¢fica, sin duda. Pero Benjamin, con quien a¨²n nadie se ha atrevido, es, si cabe, m¨¢s instigador de identificaci¨®n sentimental. Este hombre grueso, torpe, d¨¦bil, incompetente, inofensivo, tuvo un final tr¨¢gico que se ha contado mil veces, pero es imposible no repetirlo.
Cuando los nazis tomaron Par¨ªs, Benjamin se uni¨® a un grupo de jud¨ªos que se propon¨ªa cruzar la frontera espa?ola para embarcar en Lisboa. Llevaba consigo una maleta que pesaba como si estuviera repleta de plomo. Nadie ha podido averiguar qu¨¦ conten¨ªa. Sus compa?eros, seg¨²n el relato de una superviviente, le ve¨ªan agotado, consumido, arrastrando por aquellas trochas pirenaicas un peso que les retrasaba y compromet¨ªa la vida de todos. M¨¢s de una vez los gu¨ªas mercenarios amenazaron con dejarle atr¨¢s si no renunciaba a la maldita maleta, pero sus acompa?antes impidieron que abandonaran a aquel pobre hombre, el cual, en cambio, les invitaba a continuar sin ¨¦l. Cuando por fin llegaron a Port Bou el 26 de septiembre de 1940, se inscribi¨® en la Fonda de Francia. All¨ª mismo se suicidar¨ªa unas horas m¨¢s tarde, al constatar que los aduaneros rechazaban su entrada en Espa?a. Era un obst¨¢culo burocr¨¢tico que sin duda se habr¨ªa podido arreglar (o comprar) en un par de d¨ªas, pero Benjamin hab¨ªa alcanzado el l¨ªmite. Tras su muerte se pierde para siempre el rastro de la maleta. El Ayuntamiento de Port Bou le dedic¨® un bello monumento que, seg¨²n dicen quienes lo han visitado en los ¨²ltimos a?os, se encuentra en un estado lamentable.
La vida de Benjamin, como su obra, tiene el sello de lo propiamente humano desnudo de toda arrogancia: la b¨²squeda infatigable de alguna certeza, la fascinaci¨®n de lo novedoso, el respeto por lo pasado, la seducci¨®n de la utop¨ªa, el no menos enga?oso atractivo de la trascendencia, el cavilar premioso de la filosof¨ªa junto con la estampida po¨¦tica. Sus escritos son a veces cegadoramente l¨²cidos e inmediatos, pero en no pocas ocasiones tienen la opacidad de la poes¨ªa moderna y son apenas comprensibles. De manera que todo en Benjamin, vida y obra, es incoherente y ca¨®tico, pero tambi¨¦n es la mejor cabeza que ha pensado sobre la incoherencia y el caos de nuestro tiempo. Sirva para ello un solo ejemplo, el de su trabajo m¨¢s difundido en las universidades, el titulado La obra de arte en la ¨¦poca de su reproducci¨®n t¨¦cnica (Libro 1, vol. 1 de la edici¨®n de Abada).
Bajo tan pomposo t¨ªtulo se encuentra una de las m¨¢s l¨²cidas reflexiones acerca del imperio de la tecnolog¨ªa sobre las artes y del uso que los reg¨ªmenes totalitarios les estaban dando, es decir, su uso como arma de persuasi¨®n y propaganda. Sin embargo, y a pesar de la farragosa jerga marxistoide, el ensayo es tambi¨¦n una primera y convincente defensa del arte democr¨¢tico. Mucha gente puede creer que el adjetivo "democr¨¢tico" tiene una connotaci¨®n positiva porque se ha convertido en la religi¨®n pol¨ªtica contempor¨¢nea, pero para Benjamin la democracia es tan s¨®lo el mecanismo de control adecuado para una sociedad de masas enormemente potente y peligrosa. Dicho con simpleza: Benjamin es el primero en fundamentar positivamente el arte popular, el arte dem¨®tico, el arte "de la chusma" que todos sus compa?eros sin excepci¨®n, comenzando por Adorno, execraban y atacaban despiadadamente desde el elitismo izquierdista.
La disputa llega hasta el d¨ªa de hoy. No hace muchas semanas y con motivo del Mundial de F¨²tbol, uno de los ¨²ltimos marxistas supervivientes, Terry Eagleton, publicaba un art¨ªculo que parec¨ªa escrito hace 40 a?os. En ¨¦l acusaba a los aficionados al f¨²tbol ("el populacho", los llama) de haber sido devorados por el fascismo y al espect¨¢culo mismo lo tachaba de "opio del pueblo", como en vida de Engels. Daba risa, pero esa era la posici¨®n de la izquierda en la ¨¦poca de Adorno, cuyos art¨ªculos sobre m¨²sica tambi¨¦n nos hacen sonre¨ªr, sobre todo cuando se refieren a la m¨²sica popular, el jazz o la "m¨²sica de cine".
Frente a esta posici¨®n reaccionaria, Benjamin no ten¨ªa la menor duda sobre lo inevitable de un arte popular y democr¨¢tico en una sociedad tecnificada. Evidentemente ¨¦l lo imaginaba en la senda del constructivismo ruso y el teatro de Brecht, pero tambi¨¦n en la del cine de Hollywood donde Brecht ejercer¨ªa de guionista. Yo creo que si Benjamin viviera en la actualidad, antes tomar¨ªa la senda de Zizek y sus an¨¢lisis sobre las series de televisi¨®n que la de Eagleton y su episcopal excomuni¨®n de las masas.
As¨ª que desde el puerto del siglo XX los viejos fil¨®sofos nos despiden agitando pa?uelos. La nave del siglo XXI se aleja lentamente y sobre la cubierta nosotros, supervivientes ef¨ªmeros, contemplamos el muelle. Vemos c¨®mo van mermando las figuras y buscamos con la mirada a Sartre, a Russell, a Luckacs, a Scheler, a Dilthey, a Husserl.
Advertimos entonces un fen¨®meno inquietante: algunos empeque?ecen m¨¢s r¨¢pido que otros, pero tambi¨¦n los hay que en lugar de menguar crecen. Entre los que crecen a gran velocidad se divisa un hombre gordo, con gafas y pantalones gastados, que acaba de perder el cuaderno donde estaba anotando algo sobre la brillante superficie de las aguas y la estela del nav¨ªo que se aleja fatalmente, ineludiblemente. Estela que persiste unos minutos y luego tambi¨¦n desaparece.
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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