La fiesta del gol
"Estos son mis principios. Si no te gustan, tengo otros". Con esta sentencia resum¨ªa Groucho la que viene a ser la historia de mi vida. Hace dos domingos dedicaba esta columna (en toda la extensi¨®n de la palabra) a defender mi derecho a disentir de la pasi¨®n futbolera. La columna no estaba mal, qu¨¦ caramba, incluso hubo gente que me escribi¨® para compartir conmigo esa desafecci¨®n por el mundo Mundial. Pero en dos semanas las personas (algunas) podemos cambiar enormemente. Ya s¨¦ que es algo habitual en las necrol¨®gicas alabar la coherencia del finado, como si lo mejor que hubiera hecho el muerto es no haber cambiado en su pu?etera vida (que tambi¨¦n es triste). Yo no tengo planes de morir a corto plazo, pero dado que nunca se sabe, me gustar¨ªa dejar por escrito a mis posibles necr¨®logos que destaquen de mi persona mi profunda incoherencia,mi veletismo,mi veleidosidad. Yo me doy un aire a ese personaje de la pel¨ªcula Ojos negros interpretado por Mastroianni, que en vez de cumplir con su deber en la vida se va detr¨¢s de una cuadrilla de gitanos por el gusto de bailar la m¨²sica; soy como el pobre Pinocho, que no consigue ser de carne y hueso por no saber resistirse a las tentaciones. No quiero decir que en dos semanas me haya convertido en una experta del balompi¨¦ (en absoluto), pero, al igual que a Pinocho le sal¨ªan al paso ni?os malotes con promesas de gran diversi¨®n, a m¨ª se me plantaron unos individuos de mi propia familia que no compart¨ªan mi voluntad de sentirme al margen de tan tama?o acontecimiento. Y contra la familia (por mucho que diga Rouco), en Espa?a, no se puede hacer nada. Si la familia decide ver elMundial en tu casa, resignaci¨®n cristiana y gin-tonics de pepino, tortilla, tomate y jam¨®n. Rebelarse es una p¨¦rdida in¨²til de energ¨ªa. Con esto no quiero excusarme. Yo, cuando decido lanzarme al pozo de la contradicci¨®n,me tiro en plancha: camiseta roja y vuvuzela los chinos. Al segundo gin-tonic ya estaba haciendo comentarios t¨¦cnicos, del tipo, el ¨¢rbitro es un capullo; los holandeses, unos degenerados, y qu¨¦ bueno est¨¢ Casillas. Dir¨¦ algo en mi defensa, soy persona de pocos principios, s¨ª, pero tengo algunos irrenunciables, los que se incluyen en la declaraci¨®n de los derechos humanos; en el resto, soy flexible, las ideolog¨ªas absolutasme danmiedo (ym¨¢s quienes las defienden) y siento recelo hacia las personas que creen estar en poder de la verdad. No me gustaba el f¨²tbol hace dos semanas, sigue sin gustarme, pero qu¨¦ quieren: me gusta el gin-tonic, el cachondeo, la alegr¨ªa contagiosa; me gusta observar a ese se?or educado con pinta de honrado funcionario delMinisterio de Fomento que se llama Vicente del Bosque, me atrae su humanidad, su contenci¨®n, la ternura palpable y verdadera hacia su hijo; me gustan los cuerpos de los futbolistas, que nada tienen que ver con las musculaciones exageradas tan en boga en los gimnasios; me caen bien esos chavales, que parecen tan majos, tan normales, que responden al simp¨¢tico estereotipo del h¨¦roe popular que sale de la nada para perpetrar una haza?a;me gusta ver c¨®mo disfrutan mis familiares futboleros, como si en ese momento volvieran a ser los ni?os que yo conoc¨ª; me gusta, a pesar de mi ignorancia, contemplar un golazo, producto de una jugada intr¨¦pida, prodigiosa. Me gust¨®, como a la mayor¨ªa de las mujeres que conozco, el arrebato casillesco, el beso espont¨¢neo, y no pienso perderme en interpretaciones de "g¨¦nero", porque si seguimos por ese camino vamos a conseguir que nadie tenga un gesto natural con una c¨¢mara delante.Me hizo gracia toda esamuchachada atravesando Madrid como en carroza, dando saltos, ajenos al jet lag, a los 8.000 kil¨®metros, como si el cansancio fuera incapaz de derrotar el chute de adrenalina y la fortaleza de la juventud. Me parec¨ªa genial que disfrutaran como ni?os de su victoria, que no fueran reservones como son algunos artistas y que quisieran compartir su alegr¨ªa con una ciudad volcada a la calle y un pa¨ªs volcado frente al televisor. Me re¨ª cuando les ve¨ªa saltar en el escenario, como si a¨²n fueran chicos de instituto, tir¨¢ndose unos sobre otros a cadamomento, escribiendomensajes en elm¨®vil o haci¨¦ndose fotos a s¨ª mismos. Eso s¨ª, hemos de reconocer que, en cuanto a calidadmusical, Brasil lo hubiera hecho infinitamente mejor. Por Dios: ?esa m¨²sica enlatada, esos playbacks, esa celebraci¨®n ca?¨ª! ?Eso es todo lo que damos de s¨ª para homenajear a un equipo que seg¨²n se repiti¨® una vez y otra nos ha sacado en las primeras p¨¢ginas de la prensa mundial? Miraba el espect¨¢culo televisivo y no daba cr¨¦dito. Qu¨¦ confusi¨®n, qu¨¦ vulgaridad. Es inaudito que los m¨¢s c¨®micos del show fueran los propios deportistas. Y no se sab¨ªa si los presentadores televisivos hab¨ªan sido aleccionados para celebrar el espect¨¢culo fuera el que fuera o si estaban cegados por la emoci¨®n del momento, pero el caso es que no hicieron ni un solo comentario cr¨ªtico a semejante desmadre. Es cierto que nadie pod¨ªa apagar la felicidad ni del p¨²blico ni de los campeones, pero daba un poco de pena que no se hubiera aprovechado el momento para sacar a escena unosm¨²sicos imponentes. Dio la impresi¨®n de que Espa?a, la del Viva Espa?a, es el pa¨ªs donde todo elmundo tiene las orejas de madera.
Las ideolog¨ªas absolutas me dan miedo y siento recelo hacia quienes creen estar en poder de la verdad
Me atrae la humanidad de Vicente del Bosque, su ternura palpable y verdadera hacia su hijo
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