Crep¨²sculo en el Mediterr¨¢neo
La crisis financiera mundial y la crisis de desconfianza planetaria que sigui¨® al 11-S y los atentados de Madrid y Londres obligan al proyecto de Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo a conformarse con objetivos y recursos modestos
A menudo, el encanto del Mediterr¨¢neo nos ha seducido, incluso a veces nos ha cegado. En m¨¢s de una ocasi¨®n, los que lo despreciaban nos han humillado y ofendido. Esa es la raz¨®n por la que nosotros mismos hemos querido esconder algunas cosas sobre el Mare nostrum o evitar ciertos interrogantes implicados en su destino. Una poetizaci¨®n, a menudo discutible, nos ha servido de escudo o de pantalla. A nuestros libros, textos e intervenciones sobre ese asunto se han incorporado nuevas reflexiones que quiz¨¢ nos permitir¨ªan insertar esa problem¨¢tica en un nuevo contexto, un tanto ins¨®lito o inesperado. Por lo que respecta al que suscribe, autor de un Breviario, debo reconocer que semejante confesi¨®n resulta penosa y entristecedora.
El problema no son las culturas, civilizaciones o naciones, sino su conversi¨®n en ideolog¨ªas
Despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn se ha construido una Europa separada de la "cuna de Europa". Las decisiones relativas a la suerte del Mediterr¨¢neo se han tomado sin contar con ¨¦l: eso ha generado frustraciones y fantasmas. En el horizonte se perfila un pesimismo hist¨®rico, un crepuscularismo literario. Quiz¨¢ el ¨²nico h¨¦roe resucitado tras la II Guerra Mundial haya sido S¨ªsifo, y con ¨¦l su mito.
En 2008 el presidente franc¨¦s Nicol¨¢s Sarkozy propuso la instituci¨®n de la Uni¨®n Mediterr¨¢nea. De entrada, la propuesta no fue acogida con entusiasmo por la UE. Se produjo igualmente un cambio de la propia denominaci¨®n: Proceso de Barcelona-Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo y finalmente Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo.
Las modificaciones antedichas reflejan no solo las diferencias de puntos de vista de las que se derivan, sino tambi¨¦n una relativa resistencia al proyecto. Se trata de un programa que en sustancia es positivo, pero que llega en un momento poco oportuno: tras el fracaso de la Conferencia de Barcelona y la crisis en la que se ha precipitado el mundo entero.
?Qui¨¦n pod¨ªa prever que el capitalismo financiero iba a golpear de modo tan grave al propio capitalismo? ?Que el neoliberalismo iba a debilitar determinadas formas de libertad en las relaciones econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas? ?Que el sistema bancario iba a volverse tan despiadado con los propios bancos? ?Que del "marxismo ya sepultado" iba a retornar a la superficie la teor¨ªa marxista de la crisis c¨ªclica? Y as¨ª sucesivamente. En una coyuntura de este tipo, la Uni¨®n por el Mediterr¨¢neo tendr¨¢ que contentarse con planes modestos y menos costosos. Lo cual no har¨¢ m¨¢s felices a los socios de la ribera meridional del Mediterr¨¢neo, que sobre todo requiere ser ayudada. Algunas formas de cooperaci¨®n podr¨¢n parecer m¨¢s cre¨ªbles y reales, mientras que los procesos de integraci¨®n parecen carecer de perspectivas. Ninguna tentativa de someter las normas y preceptos de la cultura religiosa y jur¨ªdica musulmana a las tradiciones europeas ser¨¢ nunca acogida positivamente. La cr¨ªtica de determinados reg¨ªmenes totalitarios, como por ejemplo el libio, seguir¨¢ siendo considerada una intolerable intromisi¨®n en los asuntos ajenos. La pol¨ªtica de vecindad o al menos la de partenariado tendr¨¢ que hacerse m¨¢s funcional y operativa.
En todo caso ser¨ªa necesario desarrollar operaciones adecuadamente preparadas y establecer modalidades jer¨¢rquicas de intervenci¨®n y de presencia. Distintas tentativas y exigencias hace tiempo que requieren ayuda: las cuestiones ambientales, desde la ecolog¨ªa a la contaminaci¨®n; las intenciones de volver a dotar de agua a determinados espacios o de salvarlos de la desertizaci¨®n; y, junto a ello, tambi¨¦n los modos de introducir normas relativas a la pesca y sus limitaciones; y no se pueden aplazar los acuerdos sobre emigraci¨®n en el ¨¢mbito de la colaboraci¨®n entre el sur y el norte del Mediterr¨¢neo. Se podr¨ªa introducir igualmente, sin mayores gastos, un adecuado sistema de intercambios culturales (y no solo simposios circunstanciales). As¨ª como ser¨ªa bienvenida una red de televisi¨®n mediterr¨¢nea com¨²n o al menos un determinado tipo de transmisiones.
Se ha dicho ya todo sobre este "mar primario", sobre su unidad y su divisi¨®n, su homogeneidad y su disparidad. Concepciones hist¨®ricas o pol¨ªticas sustituyen a las concepciones sociales o culturales, sin llegar a coincidir o a armonizarse. Las categor¨ªas de civilizaci¨®n o las matrices de evoluci¨®n propias del Norte y del Sur no se dejan reducir a denominadores comunes. "Elaborar una cultura intermediterr¨¢nea alternativa": la puesta en acci¨®n de un proyecto semejante, cuasi ut¨®pico, que hemos o¨ªdo o le¨ªdo tantas veces, no parece un objetivo inminente. "Compartir una visi¨®n diferenciada" resulta m¨¢s realista, a pesar de no ser siempre de f¨¢cil realizaci¨®n. Tanto al abrigo de los puertos como en mar abierto, "las viejas maromas sumergidas", que la poes¨ªa se propon¨ªa volver a encontrar y reanudar, muchas veces han quedado rotas o arrancadas por la intolerancia o la ignorancia. El vasto anfiteatro, al que se asemeja nuestro mar, ha visto sobre la escena durante demasiado tiempo el mismo repertorio, hasta el punto que los gestos de sus actores son a menudo previsibles. Ser¨ªa necesario replantearse las nociones superadas de periferia y de centro, las viejas referencias de distancia y proximidad, los significados de las rupturas y de las integraciones, las relaciones de las simetr¨ªas frente a las asimetr¨ªas.
La "patria de los mitos" ha sufrido con las mitolog¨ªas que ella misma ha generado o que otros han alimentado. Este espacio rico en historia ha sido v¨ªctima de los historicismos. La tendencia a confundir la representaci¨®n de la realidad con la realidad misma se perpet¨²a: la imagen del Mediterr¨¢neo y el Mediterr¨¢neo real no se identifican en absoluto. En las ciudades de nuestro mar, una identidad del ser, fuerte y profunda, eclipsa o rechaza a una identidad del hacer, escasa e irregular.
El 11-S de 2001 emergi¨® una crisis de desconfianza de dimensiones planetarias, con el consiguiente empeoramiento de las relaciones entre Occidente y el mundo ¨¢rabe e isl¨¢mico. La situaci¨®n se precipit¨® y toc¨® fondo tras los sangrientos atentados de Madrid y Londres. Los acontecimientos de los tiempos recientes han acabado por incrementar el clima de tensi¨®n en la cuenca mediterr¨¢nea, debilitando los ya fr¨¢giles v¨ªnculos entre Estados, entre culturas, reduci¨¦ndolos por lo general a acuerdos epis¨®dicos y formales, cada vez m¨¢s dif¨ªcilmente factibles. El Proceso de Barcelona, iniciado con entusiasmo tras los acuerdos de Oslo (1993) que promet¨ªan resolver pronto los conflictos en Oriente Pr¨®ximo, fue v¨ªctima de esta tr¨¢gica coyuntura.
La exhortaci¨®n a la Alianza de Civilizaciones del jefe de Gobierno espa?ol, Zapatero, fue casi un grito. Frente a una situaci¨®n casi desesperada, sabemos bien que cualquier alianza puede parecer hoy m¨¢s o menos ut¨®pica. Sin embargo, no debemos olvidar que existen utop¨ªas productivas e incluso concretas. Algunas de ellas parecen a veces pr¨®ximas a su realizaci¨®n, si bien con un ritmo irregular o ralentizado: incrementar la seguridad, disminuir la tensi¨®n, reducir o desbloquear las crisis, reglamentar los procesos de inmigraci¨®n-emigraci¨®n, imponer un sistema ecol¨®gico eficiente, suministrar mayor ayuda a los indigentes o a los enfermos.
Los proyectos para la Alianza de Civilizaciones representan una viva reacci¨®n al choque de civilizaciones, seg¨²n la bien conocida f¨®rmula utilizada por el profesor norteamericano Samuel Huntington en su libro El choque de civilizaciones y la transformaci¨®n del orden mundial. Esta teor¨ªa requiere de una aproximaci¨®n particularmente cr¨ªtica. No se trata de un choque de los componentes culturales de una civilizaci¨®n, de culturas en cuanto tales. Lo que chocan son las expresiones de las culturas alienadas y transformadas en ideolog¨ªas, las que operan no ya como contenidos culturales, sino como hechos ideol¨®gicos. El peligro se conoce desde hace tiempo: una parte de la cultura nacional se ha transformado, a lo largo de diversas ¨¦pocas y en diversos lugares, en ideolog¨ªa de la naci¨®n.
Esperamos una nueva cultura que nos sostenga. Estamos esper¨¢ndola impacientes. No sabemos si la literatura, si sus diversos modelos, g¨¦neros y discursos podr¨¢n realmente ayudarnos. Quiz¨¢ con ella resulte al menos m¨¢s f¨¢cil esperar. Entretanto seguimos escribiendo. A lo largo de 17 a?os transcurridos entre asilo y exilio, a causa de las guerras balc¨¢nicas, una pluma fr¨¢gil y un tema evanescente, el del Mediterr¨¢neo, me han salvado.
Predrag Matvejevic es escritor croata, profesor de Estudios Eslavos en la Universidad de Roma. Traducci¨®n del italiano de Juan Ram¨®n Azaola.
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