Intervenciones privadas en cuerpos p¨²blicos
Cuando mi esposo cumpli¨® 50 a?os regres¨® a la adolescencia, una noche de agosto llev¨® a nuestra casa de Miramar a la joven "Periodista"; aqu¨ª se inici¨® su aventura sexual con la informante pol¨ªtica de turno. ?l mordi¨® la carnada, ella convirti¨® nuestro espacio privado en p¨²blico. Se abre un t¨®pico intocable: la vida con el pianista de jazz.
Mi marido es otra persona, y yo, su hu¨¦sped por 15 a?os, busco albergue en otra parte. Llegu¨¦ al evento Bogot¨¢ 39, posaba. Estaba rota.
Aparecieron regalos sobre mi cama en el hotel. Alguien vino a rescatarme. Joan, actor de la televisi¨®n chilena, mi novio de las telenovelas adolescentes, me voy a su exilio, de cabeza al protag¨®nico. Me present¨® la nieve; se hizo agua mientras nos bes¨¢bamos en el camino. Mariachis chilenos, amigos nuevos, y sus cuatro hijos preparando mojitos. Aparec¨ª marchita, con maletas y libros. Varias c¨¢maras nos segu¨ªan clandestinas.
Joan enciende el fuego en los Andes.
Quiero salir "de eso", primer encuentro sexual. Le temo a su belleza. Salvaje cuerpo de bailar¨ªn maduro, estrabismo y vigor. Restos de un entrenamiento cl¨¢sico, militar. Le pido que venga a la cama. El fr¨ªo corta pero el miedo me reduce en la cama, pat¨¦tica y peque?a. Joan r¨ªe observando c¨®mo se tensan los l¨ªmites. El temblor gana mis muslos, mi mand¨ªbula. ?l dibuja mi piel con carb¨®n ardiente. Escribe negro sobre blanco lo que yo no puedo leer a mis espaldas.
Desenfunda un sable japon¨¦s.
-Mishima, susurr¨¦.
-Mi china, te esperaba para estrenar este sable, grit¨®.
Va sobre m¨ª, destroza la ropa de lana, descubre las carnes, corta su pelo, marca los huesos, instrumento al aire lame mi cuello, desea decapitarme con el filo, toca mi cuello de la garza. En lento ritual rompo su uniforme de cine independiente, lujo y camuflaje. Mi estilo: ni?a que desnuda a pap¨¢. Su piel ya va marcada por las mujeres que se lo han bebido.
Degusto el sable en mis muslos. Libera mis caderas selladas. Me posee con su faro encendido, macho e imponente, me apaga y enciende su marfil pulido, viaja recto a mi delta, toca esta pieza d¨²ctil, mancha mi breve garabato de tinta china, centro mal tocado por ciertos hombres, refugio de guerra, Barquito Portugu¨¦s que resbaloso hiere. El actor arrasa desde el fondo, termina con esa rara virginidad que guardan ciertas zonas de los cuerpos. ?La virginidad se pierde solo una vez? Duele y gozo rindi¨¦ndome, este hombre va penetr¨¢ndome a gatas.
Dos bestias conocidas, un aire de familia inconfundible. Ahora soy yo quien escarba y penetro en sus zonas oscuras, fluyendo en sus espaldas, en el hueco de sus nalgas, su debilidad y mi lengua pactan, entro a la ciudad prohibida, haci¨¦ndolo llorar por esta ausencia, la p¨¦rdida de su otra virginidad tan bien guardada. Sus rones, mis mordidas. Semen sobre l¨¢grimas. Salimos desnudos en la noche helada para cazar conejos, -?aqu¨ª nunca se come?- lluvia dorada pule el sable japon¨¦s, afilado, desangrando mi matriz de ni?a ofrecida. Corte diagonal de la inocencia. Estanque de agua caliente bajo La Cruz del Sur. Aparecemos en una revista del coraz¨®n. Anillo de diamantes.
La confesi¨®n de Joan.
-Si vuelves a tu gira de libros te cazo como a un conejo. Eres mi reh¨¦n y yo, "un soldado". Era un plan de placeres para desactivar tu vida cubana, aquella casa ya no existe, el placer la ha matado. La que reclutaron para neutralizar a tu marido, fracas¨®, pero t¨² eres mi "objetivo", tres meses de lujuria. Est¨¢s marcada, l¨¦ete. No te muevas.
Descifro el texto en mi espalda:
"Hecha en Cuba" 1970.
Leo mi espalda a ciegas. No me pidan m¨¢s que escape, a d¨®nde ir¨¦ marcada, a preguntar, por qui¨¦n.
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