Crisis en los Andes: ?qu¨¦ pas¨® en Bogot¨¢?
Desde hace al menos tres a?os la naturaleza de las relaciones entre Colombia y Venezuela ha cambiado. En ese sentido, la din¨¢mica dom¨¦stica y fronteriza que tiene la lucha armada en Colombia y los profundos cambios pol¨ªtico-militares en el mundo andino hacen que el entrelazamiento entre conflicto interno e internacional sea hoy m¨¢s probable. Si a ello se suma el papel gravitante y contradictorio de Estados Unidos en las relaciones triangulares entre Bogot¨¢, Caracas y Washington, entonces se tiene un panorama a¨²n m¨¢s complejo.
El dato m¨¢s novedoso es la transformaci¨®n del dilema de seguridad entre Colombia y Venezuela. Si bien el dilema de seguridad entre Bogot¨¢ y Caracas no es nuevo ni excepcional, ha alcanzado un grado de escalamiento inusitado. El hecho es que hoy ni Bogot¨¢ ni Caracas creen que lo que hace el vecino lo realice en clave de disuasi¨®n (deterrence, en nomenclatura anglosajona); esto es, no creen que el mensaje de uno al otro quiera decir: "No me ataques porque el costo de hacerlo ser¨¢ mayor para ti, pues yo usar¨¦ todo mi poder¨ªo en la represalia". Lo que predomina es la percepci¨®n de que los dos procuran la reversi¨®n (-roll back, en nomenclatura anglosajona) del otro. Es decir, que Bogot¨¢ busca (con la ayuda de Estados Unidos) dar marcha atr¨¢s a la Revoluci¨®n Bolivariana de Ch¨¢vez y que Caracas busca (con la ayuda de las FARC) promover la ca¨ªda del r¨¦gimen pol¨ªtico en Bogot¨¢. Se ha construido entonces un dilema de seguridad exacerbado que es dif¨ªcil de regular y manejar.
Hay que esperar a Santos para ver si el enfrentamiento con Venezuela es pol¨ªtica de Uribe o de Estado
M¨¢s a¨²n, ahora la relaci¨®n bilateral ha entrado en una fase m¨¢s peligrosa. Por decisi¨®n del Gobierno de Venezuela se han roto las relaciones diplom¨¢ticas entre Caracas y Bogot¨¢. En general, fuera de Colombia, se ha indicado que el presidente ?lvaro Uribe, con la denuncia hecha, busc¨® extremar la situaci¨®n a dos semanas de la asunci¨®n de un nuevo mandatario. Me quiero detener en el an¨¢lisis del lado colombiano, sin reparar en el tema de las pruebas, su pertinencia o su alcance y quiero sugerir cuatro modos de entender lo sucedido.
Una primera interpretaci¨®n se centra en la personalidad y el estilo del presidente Uribe. Audaz, inquebrantable y frontal o desmedido, intemperante y provocador son los calificativos que se usan para describirlo. En uno y otro caso, habr¨ªa sido su car¨¢cter lo que le llev¨® a precipitar esta situaci¨®n a la espera de la reacci¨®n de su contraparte venezolana.
Una segunda interpretaci¨®n tiene que ver con la convicci¨®n ideol¨®gica de Uribe: el mandatario estar¨ªa queriendo terminar sus ocho a?os de mandato con la certeza de que actualmente hay un l¨ªmite definitivo, interno y externo, en lo que esaceptable para Colombia en su lucha contra los actores armados.
En ambos casos, se tratar¨ªa de decisiones individuales que, por conveniencia o convicci¨®n, ha tomado el presidente Uribe antes de terminar su gesti¨®n. En ambos casos el papel del presidente electo, Juan Manuel Santos, ser¨ªa menor: silenciosa y pragm¨¢ticamente estar¨ªa aceptando la determinaci¨®n de Uribe, presidente del cual hasta hace poco fue un ministro de Defensa de l¨ªnea dura frente a Venezuela. Parad¨®jicamente, un Santos moderado al frente del Ejecutivo podr¨ªa tener la ocasi¨®n de redise?ar, quiz¨¢s sobre bases medianamente m¨¢s positivas, la relaci¨®n hoy maltrecha.
Una tercera lectura remite m¨¢s bien a que la situaci¨®n actual podr¨ªa ser el producto de una pol¨ªtica de Estado. Uribe, m¨¢s all¨¢ de su personal sentir, habr¨ªa asumido el reto de llevar el caso a la OEA debido a que el aparato estatal civil y militar, y buena parte de la ciudadan¨ªa, estar¨ªan plenamente de acuerdo en la redefinici¨®n sustantiva de la relaci¨®n con Venezuela. Ya nada deber¨ªa ser como fue en el pasado: se tratar¨ªa de reorientar completamente el v¨ªnculo colombo-venezolano en cada uno de los planos de la relaci¨®n bilateral. El presidente entrante pudo haber dicho hace unos d¨ªas que buscaba un gradual mejoramiento de las relaciones, pero ello no significa que Santos deje de asumir que, a partir de ahora, Venezuela deber¨¢ dar pruebas contundentes de cambio para, eventualmente, reabrir las relaciones. De alg¨²n modo, el Santos ministro fue un arquitecto clave de una estrategia activa de presi¨®n y denuncia contra Caracas: m¨¢s a¨²n, durante la ¨²ltima campa?a presidencial indic¨® que como mandatario volver¨ªa a usar la fuerza contra un vecino si se presentara una situaci¨®n como la que en marzo de 2008 (siendo ¨¦l ministro) llev¨® al ataque en territorio ecuatoriano para dar de baja a un hombre clave de las FARC, Ra¨²l Reyes.
Una cuarta explicaci¨®n, que refuerza la idea de una pol¨ªtica de Estado, es la que asume que, a pesar de las divergentes expresiones recientes en torno a Caracas, Uribe y Santos habr¨ªan concertado de cierta manera los pasos a seguir en el tema Venezuela. Se tratar¨ªa -salvando las distancias y las diferencias- del esquema que en su momento usaba el PRI mexicano cuando controlaba el Gobierno y el Estado. El presidente saliente asum¨ªa los costos de medidas econ¨®micas impopulares (recortes, ajustes, etc¨¦tera) para que su sucesor gozara de m¨¢s margen de maniobra y reforzara, a su turno, la pol¨ªtica ya establecida.
Resulta esencial discernir con realismo y claridad qu¨¦ postura ha sido la asumida en Bogot¨¢. Las llamadas a buenos oficios de Unasur, Brasil, la OEA, Espa?a y Francia son y ser¨¢n simples declamaciones si no se tiene m¨¢s precisi¨®n acerca de lo que est¨¢ sucediendo. Quiz¨¢s todav¨ªa se trate, si predominaran las dos primeras opciones mencionadas, de encontrar salidas despu¨¦s del 7 de agosto, cuando tome posesi¨®n Juan Manuel Santos. Un estrecho espacio de distensi¨®n que pueda ser verificado, por ejemplo, por el Consejo de Defensa Sudamericano, puede abrirse si la tercera opci¨®n es la correcta. Pero es probable que no tenga sentido procurar una reapertura improvisada de las relaciones rotas si lo que se ha producido es el cuarto esquema: en todo caso, Suram¨¦rica se deber¨¢ preparar, en esa eventualidad, para una pol¨ªtica de control de da?os m¨¢s que una de resoluci¨®n de tensiones.
Mientras tanto, Estados Unidos poco aporta a la distensi¨®n: hace ya bastante tiempo que Washington ha dejado de brindar orden y apenas si agrega al desorden propio de la regi¨®n con su escasa capacidad de desplegar una diplomacia constructiva para Am¨¦rica Latina.
Juan Gabriel Tokatlian es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Di Tella, Buenos Aires, Argentina.
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