Jos¨¦ Antonio Corrales, el arquitecto de la ¨¦tica
Con la muerte de Jos¨¦ Antonio Corrales el 25 de julio desaparece una de las figuras claves para entender lo que fue la arquitectura espa?ola en la segunda mitad del siglo XX. Nacido en Madrid en 1921, estudi¨® arquitectura en la escuela t¨¦cnica superior de la capital (ETSAM), titul¨¢ndose en 1948. Tras unos a?os de aprendizaje en el estudio de su t¨ªo, el arquitecto Luis Guti¨¦rrez Soto -a?os que le permitieron un conocimiento de la pr¨¢ctica profesional del que hizo gala a lo largo de su dilatada carrera-, se asoci¨® a mediados de los a?os cincuenta con Ram¨®n V¨¢zquez Molez¨²n, pasando a formar parte del grupo de inquietos arquitectos madrile?os dispuestos a recuperar el terreno perdido tras la guerra.
Autor de una obra singular¨ªsima: el Pabell¨®n de Espa?a en Bruselas
El rescate de la modernidad se convirti¨® en la meta de un bien nutrido grupo de arquitectos, entre los que se encontraban, por citar algunos nombres, De la Sota, S¨¢enz de O¨ªza, Carvajal y Garc¨ªa de Paredes. Dicho grupo se distanciaba generacional e ideol¨®gicamente de Fisac, Cabrero, Aburto y Cano Lasso, activos ya como arquitectos en los a?os cuarenta.
Pronto, en 1958, una obra singular¨ªsima, el Pabell¨®n de Espa?a en Bruselas, permiti¨® apreciar a todo el mundo la capacidad de Corrales y Molez¨²n como arquitectos. El Pabell¨®n de Bruselas era toda una bocanada de aire fresco en un todav¨ªa enrarecido ambiente arquitect¨®nico. Era un edificio ajeno a toda la ret¨®rica que hab¨ªa dominado la escena arquitect¨®nica de los a?os anteriores. Era flexible, ligero, capaz de reconocer la topograf¨ªa y adaptarse a cualquier per¨ªmetro. Incorporaba la industria, haciendo uso de la geometr¨ªa, y era susceptible de ser recuperado, como de hecho ocurri¨® m¨¢s tarde. Era sensible a los materiales y daba lugar a todo un espacio complejo que algunos cr¨ªticos asociaron con el espacio fragmentado e infinito que hemos aprendido a ver en la Mezquita de C¨®rdoba. Bruselas consolid¨® su maestr¨ªa.
Entre las obras de aquellos a?os cabr¨ªa mencionar las Escuelas de Herrera de Pisuerga (1954); la Residencia de Miraflores de la Sierra (1957), en colaboraci¨®n con Alejandro de la Sota; las Casas de Almendrales (1959); el edificio del Reader's Digest en Madrid (1962); la Casa Cela en Palma de Mallorca (1962); las Casas de Elvi?a en A Coru?a (1964); el Parador de Turismo de Sotogrande (1964); la Casa Huarte de Madrid (1965); el edificio Balbina Valverde (1966); los hoteles de Maspalomas (1965) y La Manga (1969); etc¨¦tera.
En todas ellas se manifestaba un absoluto dominio del lenguaje y de la construcci¨®n que les permit¨ªa abordar los m¨¢s diversos temas en clave moderna. Convendr¨ªa tambi¨¦n no olvidar sus proyectos para concursos -en muchos momentos brillant¨ªsimos- sin que quepa en una nota como esta mencionarlos. Y otro tanto ocurre con los muchos edificios privados e institucionales que, bien solo o bien en compa?¨ªa de Molez¨²n, proyect¨® a lo largo de su carrera.
Pero ser¨ªa equivocado pensar que el rescate de la modernidad que aquellos arquitectos buscaban estaba dictado tan solo por un af¨¢n est¨¦tico. Hab¨ªa, y en el caso de Jos¨¦ Antonio Corrales de un modo muy especial y muy propio, un compromiso ¨¦tico. La modernidad no era solamente una cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica, era el compromiso con toda una forma de vida. Para ¨¦l, la est¨¦tica de la modernidad implicaba toda una ¨¦tica. Para ¨¦l, la arquitectura moderna era la expresi¨®n de un modo de vida m¨¢s justo, m¨¢s acorde con sus convicciones, con su modo de entender la vida en sociedad.
Fue un convencido de estos principios toda su vida y ello se refleja en su dilatada obra. Su valiosa contribuci¨®n a la arquitectura de vivienda, sea colectiva o individual, bien lo prueba.
Si tuvi¨¦ramos que destacar dos obras en esta apresurada nota, acudir¨ªa, por un lado, a la compleja arquitectura urbana de Elvi?a en A Coru?a y, por otro, a la casa que para los suyos construy¨® en los alrededores de Madrid en 1997. Obras sin concesiones, radicales, en las que el uso de un material -como los tableros de madera aglomerada en su casa- o la estructura de corredores y comunicaciones verticales en Elvi?a, nos ofrecen inesperadas experiencias vitales. Eran aquellas sorpresas, hijas de una l¨®gica constructiva reci¨¦n descubierta, las que persegu¨ªa. As¨ª tambi¨¦n en sus propuestas como dise?ador, que le llevaban a proyectar una mesa o una silla con el mismo entusiasmo que un edificio institucional.
Mantuvo esta fe en la modernidad a lo largo de toda su vida. Incansable en el trabajo -que hac¨ªa con gusto, pues sent¨ªa por su oficio, por la arquitectura, aut¨¦ntica pasi¨®n-, estuvo activo hasta el final de sus d¨ªas, tomando parte en numeros¨ªsimos concursos sin que decayera su entusiasmo por la arquitectura. El examen de sus ¨²ltimos proyectos dar¨ªa fe de cu¨¢nto mantuvo sus principios sin condescender con las tendencias y las modas. Dedic¨® los ¨²ltimos meses de su vida a poner en orden su archivo, lo que, con seguridad, le permiti¨® ver en perspectiva lo que hab¨ªa sido su obra, a la que se hab¨ªa entregado con una pasi¨®n solo comparable por la que sent¨ªa por el cine y la poes¨ªa.
Cuando hace unos meses se public¨® un libro con ocasi¨®n de la concesi¨®n del Premio Nacional de Arquitectura 2001 que recog¨ªa su obra, Jos¨¦ Antonio Corrales recordaba en el pr¨®logo cu¨¢nto le impresionaba la frase de Le Corbusier que dice: "La clave est¨¢ en mirar, observar, ver, imaginar, inventar, crear". Jos¨¦ Antonio Corrales ha vivido fiel al contenido de esta sentencia en compa?¨ªa de su mujer, Isabel Lantero, y de sus seis hijos, que han tenido la fortuna de compartir con ¨¦l su forma de vida.
Rafael Moneo es arquitecto.
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