La historia hecha palabra
Quo vadis? (1896) Henri Sinkiewicz
Desde Los m¨¢rtires de Chateaubriand hasta Ben-Hur el tema m¨¢s popular de la novela hist¨®rica del XIX fue el de cristianos perseguidos. Quo vadis? corona la serie, con todos los t¨®picos del g¨¦nero: j¨®venes amantes, -bella y virtuosa cristiana frente a fogoso guerrero romano- ; y tipos secundarios memorables: el voluble y cruel Ner¨®n, el elegante y simp¨¢tico Petronio, el gigant¨®n Ursus, y los ap¨®stoles Pablo y Pedro (a quien el propio Cristo dirige la inquietante pregunta del t¨ªtulo). Impactante dramatismo y escenarios espectaculares: la Roma imperial, catacumbas, casas patricias, el circo con sus fieras, di¨¢logos vibrantes, banquetes y cat¨¢strofe final: el gran incendio de Roma. Happy end rom¨¢ntico y suicidio teatral de Ner¨®n. Sinkiewicz, experto en relatos hist¨®ricos, mereci¨® el premio Nobel. Las versiones del cine lo hicieron un cl¨¢sico.
La gran marcha (2005) E. L. Doctorow
Narraci¨®n vibrante de fulgores ¨¦picos, arrolladora por su tema y por su estilo. Por un lado, la famosa marcha de la caballer¨ªa del general Sherman (1864) desde Atlanta por Georgia y las Carolinas, arrasando ciudades y campos de los confederados. De otro, una narraci¨®n r¨¢pida, cinematogr¨¢fica, que da vida y color a diversas figuras en escenas de intenso dramatismo. Ciudades en llamas, desastres, muerte, gestos heroicos, lastimera turba fugitiva de damas sure?as y esclavos errantes tras las tropas y ruinas, en el torbellino poco heroico que dirige el implacable Sherman, un personaje m¨¢s en el elenco de sus emotivas figuras. Doctorow es genial en la creaci¨®n de tipos y caracteres, y en los di¨¢logos vivaces, continuos e impresionantes por su fuerte tensi¨®n dram¨¢tica. En definitiva, una novela hist¨®rica impactante, por su rigor, estilo y dise?o cl¨¢sico.
La marcha Radetzky (1932) Joseph Roth
En Solferino el teniente Trotta salv¨® la vida al joven emperador. Ese gesto heroico determin¨® su destino, el de su hijo y el de su nieto. Que morir¨¢ al fin bajo las balas del frente ruso medio siglo despu¨¦s en otra guerra. Al tiempo que agoniza, ya viej¨ªsimo y solo, Francisco Jos¨¦, y se desmorona el universo al que los tres Trotta sirvieron. Un mundo de orden, fantasmag¨®rico, de uniformes, guarniciones de frontera, duelos de honor, deudas de juego, vino y amor¨ªos furtivos, viejos criados, lealtades y calladas ternuras. Las m¨²sicas militares punt¨²an con fugaz iron¨ªa unas vidas pautadas por la rutina y la desesperanza: "El mundo en que todav¨ªa merec¨ªa la pena vivir estaba condenado a desaparecer". Roth, que recuerda a Ch¨¦jov y Schnitzler, es un maestro de la melancol¨ªa. La marcial marcha de Radetzky suena como un R¨¦quiem por el Imperio.
Espartaco (1951) Howard Fast
La rebeli¨®n de los esclavos y gladiadores contra Roma en el siglo I antes de Cristo era un tema hist¨®rico muy atractivo, vista como la primera gran rebeli¨®n proletaria. Espartaco derrot¨® cinco veces a los ej¨¦rcitos romanos; luego Craso y Pompeyo aniquilaron a los rebeldes con ejemplar ferocidad. Howard Fast y Arthur Koestler, marxistas y libertarios ambos, escribieron a la par dos novelas apasionantes sobre esa revoluci¨®n de tr¨¢gico final. Koestler insiste m¨¢s en esa audaz aurora precomunista y su utop¨ªa traicionada; Fast subraya la grandeza humana del gladiador protagonista (ahora tiene ya la cara de Kirk Douglas) con emotivas figuras y vivaces di¨¢logos. La novela se edit¨® pese a censuras pol¨ªticas al comienzo, pero alcanz¨®, como el oportuno filme, un ¨¦xito impresionante.
De noche bajo el puente de piedra (1953) Leo Perutz
Ved aqu¨ª la Praga misteriosa y m¨¢gica de la ¨¦poca de Rodolfo II, evocada a trav¨¦s de los 15 episodios fant¨¢sticos de la novela De noche bajo el puente de piedra. Leo Perutz, un maestro del relato de intriga, describe su antiguo barrio jud¨ªo, de oscuras callejas, sinagogas, hechizos y fantasmas, y, al otro lado, la corte del enigm¨¢tico y enloquecido Rodolfo, con su intrigante tropel de alquimistas, bufones, sirvientes y astr¨®logos. El emperador, y su amor desdichado, protagoniza sorprendentes escenas m¨¢gicas; el rico jud¨ªo Mordecai Meisel, otras. Sus destinos se cruzan en esa ciudad prodigiosa, la misma del Golem y el rabino Loew, y del belicoso Wallenstein, donde todo puede suceder. Lo hist¨®rico y lo fant¨¢stico se dan la mano en esta trama "de buscadores de oro y buscadores de Dios".
Yo, Claudio (1934) Robert Graves
Menuda familia la de los Judio-Claudios! Superior al m¨¢s dram¨¢tico culebr¨®n telef¨ªlmico, con intrigas, pasiones turbulentas y cr¨ªmenes taimados. M¨¢s all¨¢ de los sabios cotilleos de Suetonio y T¨¢cito, la cr¨®nica cruel y escandalosa de los primeros emperadores de Roma, llega aqu¨ª en las memorias del escurridizo y puntual narrador, el viejo Claudio, ya no el torpe erudito elevado a la p¨²rpura por azar, seg¨²n contaron los antiguos, sino un cronista implacable, ir¨®nico y mordaz, seg¨²n Robert Graves, experto en cl¨¢sicos, de chispeante imaginaci¨®n y admirable estilo. Con mano maestra evoca escenas y personajes estupendos (la cruel Livia, el turbio Tiberio, el loco Cal¨ªgula, etc¨¦tera). Y sus di¨¢logos son de una frescura teatral. Con buenos remakes en cine y televisi¨®n.
Memorias del imperio (1987) Fernando del Paso
Como en un colosal y abigarrado mural mexicano, aqu¨ª se pinta en fragmentos la cat¨¢strofe de un imperio fulgurante y fugaz, concluido en el fusilamiento esperp¨¦ntico de Maximiliano en Quer¨¦taro en 1867. En la narraci¨®n alternan diversas voces; es una trama polif¨®nica, un gran mosaico barroco y pat¨¦tico. La narradora principal es la emperatriz viuda y loca, Carlota, que monologa en su vieja B¨¦lgica, sesenta a?os despu¨¦s del gran desastre, su amor y su reino perdidos. Pero hay otros relatores, cada uno con acento propio: Maximiliano, un soldado raso, un m¨¦dico, un historiador, Ju¨¢rez, etc¨¦tera. La prosa zigzagueante, el contraste de diversas perspectivas, los tonos carnavalescos y la heteroglosia dan un aire casi surrealista a esta imponente "sinfon¨ªa bajtiniana" (seg¨²n S. Menton), la m¨¢s inolvidable ficci¨®n hist¨®rica latinoamericana.
La muerte de Virgilio (1945) Hermann Broch
En vibrante prosa l¨ªrica de tonos filos¨®ficos, el autor exiliado evoca la angustia del poeta latino enfrentado a la gran duda: ?a qu¨¦ sirve la poes¨ªa y la ¨¦pica? Virgilio llega a Brindisi de noche muy enfermo, en la nave del emperador Augusto. Viene de Grecia; presiente su pronta muerte. En sus ¨²ltimas horas, febril, lo acosa un torrente de fantasmales sue?os, y decide quemar el penoso poema de sus ¨²ltimos a?os. Augusto, mecenas tenaz, batalla por salvar esa Eneida para gloria de Roma. Discuten -durante m¨¢s de cien p¨¢ginas- del poder y la poes¨ªa. Vence Augusto; el poeta cede y se resigna: quiz¨¢s, en fin, su voz perdure m¨¢s que la propaganda imperial y conserve su dolorido sentir. Larga novela y po¨¦tica, m¨ªnima acci¨®n, densa eleg¨ªa de trascendentes ecos.
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