Genial azote humor¨ªstico
Cuentan que cuando a Stella Gibbons se le concedi¨® en 1933 el Premio Femina-Vie Heureuse por Cold Comfort Farm (en castellano se ha titulado La hija de Robert Poste), Virginia Woolf se preguntaba qui¨¦n era la escritora y qu¨¦ libro era ese. La autora de Las horas parec¨ªa haber olvidado que tiempo atr¨¢s elogi¨® el trabajo po¨¦tico de Gibbons en The mountain beast. Suspicacias al margen, lo que s¨ª hubo entre las dos escritoras fue una curiosa coincidencia. Hugh S. Walpole fue el encargado de glosar la obra de Virginia Woolf cuando esta recibi¨® por Al faro, el Premio Femina-Vie Heureuse en la edici¨®n de 1928. En el acto de entrega del galard¨®n, Walpole hizo un discurso que ¨¦l mismo calific¨® de "lamentable", y Virginia Woolf, a prop¨®sito de las palabras que le dirigi¨® el escritor, dej¨® anotado en su diario: "Dijo lo mucho que le desagradaban mis libros; o mejor dicho lo mucho que tem¨ªa por lo suyos".
La hija de Robert Poste
Stella Gibbons
Traducci¨®n de Jos¨¦ C. Vales
Impedimenta. Madrid, 2010
358 p¨¢ginas. 22,76 euros
Por su parte, Stella Gibbons convirti¨® el prefacio de La hija de Robert Poste en una declaraci¨®n de principios. El prefacio es en realidad una carta dirigida a Anthony Pookworthy, personaje inventado pero que todo el mundo se?al¨® como Hugh S. Walpole, y el texto es una diatriba mordaz e inteligente que ironiza sobre Walpole y otros autores y los compara consigo misma, y argumenta que si ella como periodista (trabaj¨® en el Evening Standard y hab¨ªa escrito varios libros de poemas) hab¨ªa aprendido a decir exactamente lo que quer¨ªa decir en frases cortas, sab¨ªa que para obtener cr¨ªticas favorables sobre su primera novela deb¨ªa "escribir como si no estuviera muy segura de lo que quer¨ªa decir pero estuviera encantada de decir exactamente lo mismo en frases tan largas como fuera posible". Tambi¨¦n indicaba que los pasajes m¨¢s "elegantes y literarios" se se?alaban en La hija de Robert Poste con un asterisco para de esa manera hacer m¨¢s f¨¢cil la tarea de los cr¨ªticos. Por ejemplo y sobre la mirada de la adusta Judith Starkadder, escribi¨® colocando el asterisco "... no eran los suyos dos ojos, sino dos cu¨¦vanos hundidos entre esas dos buhardillas de hueso sobresalientes, esos dos mont¨ªculos mortecinos que eran sus mejillas...", y sigue y sigue...
S¨ª, el pr¨®logo, esa carta, ya advierte que La hija de Robert Poste es un azote humor¨ªstico dirigido a las novelas rom¨¢nticas y al agobiante pesimismo rural que caracterizaba a algunas de ellas. Es c¨¢ustica, divertida con disparatadas situaciones y con un elenco de zumbados personajes cuyas hilarantes obsesiones destierran el aburrimiento de quien lee. El argumento: Flora Poste, hu¨¦rfana a los diecinueve a?os, hereda cien libras anuales, ninguna propiedad, una f¨¦rrea voluntad (por parte de padre) y unas estupendas pantorrillas (de su madre). Flora ha decidido no trabajar y vivir de sus parientes y, entre todos los familiares, elige a los Starkadder, que viven en Cold Comfort Farm, en el condado de Sussex. Conocer a los integrantes del clan Starkadder es un placer que el lector no debe perderse, pues cada uno de ellos posee una peculiaridad que resulta desternillante no s¨®lo por su cualidad intr¨ªnseca sino por el modo en que Flora Poste se enfrenta a ellas. Porque lo que Flora pretende, como las hero¨ªnas al uso, es redimirlos y lo consigue por caminos insospechados, Stella Gibbons no deja t¨ªtere (escritor) con cabeza. All¨ª est¨¢n parodiados historias, ambientes, paisajes y personajes de Thomas Hardy, Mary Webb, Sheila Kaye-Smith, las hermanas Bront? o Jane Austen (las hermanas Bront? y Austen admiradas por Stella Gibbons). Y est¨¢ D. H. Lawrence, de quien se dijo que era el Mr. Meyeburg en La hija de Robert Poste. La protagonista de manera inconsciente le llama Mybug "mi pesadilla, mi chinche". Mybug es un escritor obsesionado con el sexo, y convierte un paseo por el campo en una acci¨®n libidinosa: una charca es un ombligo, los ped¨²nculos de las ramas del abedul son s¨ªmbolos f¨¢licos, y las semillas, ?ah!, las semillas. Mybug tambi¨¦n est¨¢ empe?ado en demostrar que las Bront? no fueron m¨¢s que unas borrachas y que el autor de Jane Eyre o Cumbres borrascosas es su hermano Branwell. Y est¨¢ la t¨ªa Ada Doom, personaje que no sale de su habitaci¨®n, con una redenci¨®n espl¨¦ndida y cuya frase repetida, "vi algo sucio en la le?era", mantiene en vilo al lector, pues encierra el secreto de los Starkadder. Y qu¨¦ decir de los libros que inventa Gibbons, como ese manual de autoayuda titulado El sentido com¨²n de ¨ªndole superior o los Pens¨¦es del que Flora Poste hace uso nada m¨¢s llegar a la granja: "Jam¨¢s te enfrentes a un enemigo al final de viaje, a menos que sea ¨¦l quien haya viajado".
La hija de Robert Poste es una novela muy divertida, inteligente y demoledora, y aunque el boca a boca ha funcionado de maravilla, hay que dejar por escrito la recomendaci¨®n de su lectura y se?alar que la traducci¨®n de Jos¨¦ C. Vales, as¨ª como sus explicaciones sobre juegos de palabras y sus notas a pie de p¨¢gina son valios¨ªsimas. Una curiosidad: la autora sit¨²a la novela en un futuro inmediato, ya que, publicada en 1932, la acci¨®n transcurre tras una guerra anglonicarag¨¹ense ocurrida en 1946.
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