?Y qu¨¦ af¨¢n de ganar y ganar!
El deporte, actividad sin m¨¢s objetivo que el de la redundancia de la victoria como fin en s¨ª mismo, se ha convertido en contenido principal, por no decir ¨²nico, de esa mala pasi¨®n que es todo patriotismo
La cultura en general y especializadamente la cultura de estadio ha sido siempre, de manera cong¨¦nita, un instrumento de des-subjetivaci¨®n pol¨ªtica y de control social. As¨ª ha sido en Roma desde el Panem et circenses; y sobre Grecia tenemos el testimonio, indirecto y tard¨ªo, de Luciano de Samosata -naci¨® ya en la era cristiana, bajo el dominio del Imperio Romano-, que, en su di¨¢logo Anacarsis o de la gimnasia, se remonta a los tiempos de Sol¨®n, al que nos pinta como hospitalario receptor y gentil acompa?ante de un escita, seguramente rico, Anacarsis, que baja hasta Atenas con el deseo de conocer la cultura y las instituciones de la H¨¦lade. Hay que decir que por "gimnasia" no entiende Luciano solamente la habitual -no s¨¦ si cotidiana- de los particulares, sino tambi¨¦n la de un estadio -con multitud de espectadores, ya se entiende-; pero en lo que dice de esto ¨²ltimo puede haber influido, o por lo menos as¨ª lo parece, su conocimiento de los grandes estadios o los circos de la Roma imperial, pues, por a?adidura, el texto menciona ya, con veinte siglos de anticipaci¨®n, la mayor¨ªa de los t¨®picos y gratuidades racionalizadoras y moralizadoras que se re¨²nen en las actuales apolog¨ªas del deporte, con la pintoresca coincidencia de que Sol¨®n -o m¨¢s bien el Sol¨®n de Luciano de Samosata- las esgrima con la misma inclinaci¨®n defensiva y encarecedora. Pero Anacarsis no se convence en absoluto por las razones de Sol¨®n, y sigue pareci¨¦ndole una total indignidad que amigos que no tienen ning¨²n disgusto se peleen rebozados en grasa, en arena, en barro, haci¨¦ndose a veces mucho da?o y luego sigan tan amigos. A m¨ª esto me ha recordado siempre al Marqu¨¦s de Bradom¨ªn, en la Sonata de est¨ªo, de Valle-Incl¨¢n, en el pasaje en que dice: "La raza sajona es la m¨¢s despreciable de la tierra. Yo al ver los pu?etazos pueriles y grotescos en la cubierta de la goleta, descubr¨ª una nueva versi¨®n de la verg¨¹enza: la verg¨¹enza zool¨®gica".
La presidenta de Madrid ha expuesto la Copa de Oro como si fuese el Sant¨ªsimo Sacramento
El Nosotros, como se ve en las unanimidades totalitarias, es much¨ªsimo peor persona que el Yo
Que el deporte, actividad sin contenido alguno y sin m¨¢s objetivo que el de la redundancia de la victoria como fin en s¨ª mismo, haya podido transformarse en contenido principal, por no decir ¨²nico, de esa mala pasi¨®n que es todo patriotismo arroja la m¨¢s vidriosa sospecha sobre el patriotismo en general, incluido el solo aparentemente no l¨²dico; ambos, con singular indiferencia respecto de lo cruento o incruento, pertenecen al mismo pragma y tienen el mismo origen. El acreditado grupo de fil¨®logos y antrop¨®logos franceses sobre la cultura griega, formado en torno al gran maestro Gernet, remite dicho origen a los juegos funerarios; por ejemplo, los de las exequias de Patroclo, en la Il¨ªada, canto XXIII. Parece ser que a toda la subsiguiente y diversificada derivaci¨®n funcional e institucional puede asign¨¢rsele por clave la palabra "ag¨®n", que yo describir¨ªa como relaci¨®n de competici¨®n y de controversia. Yo no he le¨ªdo nada de Gernet, pero dispongo de la obra de otro miembro del grupo, Marcel Detienne, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica, que tiene precisamente a Gernet como el autor incomparablemente m¨¢s citado, con hasta 45 referencias, de las cuales transcribo aqu¨ª la que me parece m¨¢s id¨®nea y autosuficiente: "En el estudio Droit et soci¨¦te L. Gernet escribe: 'El derecho que empieza a aparecer en escena no lo hace como una t¨¦cnica especial y profesional: emana, ya como tal, de la vida de los juegos; hay continuidad entre la costumbre agon¨ªstica y la costumbre judicial". Lo cual apunta al hecho de que el ag¨®n se traslada de la competici¨®n deportiva a la controversia judicial, pero al fin se conserva en cuanto oposici¨®n entre dos partes: en el estadio hay una lucha de cuerpos, en el juzgado hay una de palabras. El extraordinario hallazgo de Gernet sobre el primitivo origen del derecho conforme al esquema de "partes" del ag¨®n tiene toda la importancia hist¨®rica de un modelo de derecho procesal que pervive todav¨ªa hoy: la f¨®rmula dual de controversia entre "acusaci¨®n" y "defensa" queda perpetuada en el nombre mismo fijado en el derecho: "juicio contradictorio".
No podr¨ªa haber sido m¨¢s que la siempre perspicaz e hiperactiva presidenta de la Comunidad de Madrid la que agarrase al vuelo la posibilidad de explotar publicitariamente la ya de por s¨ª desaforadamente delirante explosi¨®n de victoria entre los espa?oles, decidiendo hacer con ella m¨¢rquetin de Estado, mediante la exposici¨®n de la Copa de Oro en la Puerta del Sol, para que todos los madrile?os pudiesen adorarla como si fuese el Sant¨ªsimo Sacramento. Naturalmente, no pod¨ªa ser m¨¢s que la aut¨¦ntica de oro y no una de yeso ba?ada en purpurina, porque esta ser¨ªa tan fraudulenta a efectos de irradiar Gracia Santificante como una hostia de cartulina blanca recortada en forma de c¨ªrculo, y nuestra siempre fidedigna lideresa podr¨ªa tal vez dar gato por liebre en cualesquiera baratas laicidades o profanas batallitas de una vida pol¨ªtica en estado de creciente peque?ez, pero nunca en un rito que ella misma, desde su incontestable Fe en Espa?a, desde su cong¨¦nita y profunda espa?olez, ha querido instituir con carism¨¢tica categor¨ªa sacramental. Por ¨²ltimo, para representar al equipo triunfador, no se ha puesto una camiseta de color rojo, que es, por as¨ª decirlo, el color titular de la selecci¨®n, sino que ha preferido endosar una camiseta verde y con el n¨²mero 1, lo cual est¨¢, en sentido objetivo, enteramente puesto en raz¨®n, dado que eran el color y el n¨²mero de Casillas, que no solo ha sido capit¨¢n del equipo, sino tambi¨¦n uno de los grandes "h¨¦roes" de la Selecci¨®n. Pero en esto tampoco puede excluirse la motivaci¨®n de una arri¨¨re pens¨¦e de nuestra siempre r¨¢pida y avispada presidenta, sugerida por el azar de que Casillas sea nativo de la provincia de Madrid, en el sentido de aprovechar el dato para dejar un poco de lado a los catalanes, demasiado numerosos en la Selecci¨®n y con sus propios "h¨¦roes", y sobre todo el otro capit¨¢n, aunque en ?frica fuera de servicio, Puyol, con su gol de cabeza viniendo desde atr¨¢s, como el tebano Pel¨®pidas en Leuctra contra los espartanos. La publicidad que buscaba nuestra siempre omnipresente hiperpresidenta quer¨ªa ser central, no, en modo alguno, perif¨¦rica, y solo la que, por feliz coincidencia, se le ofrec¨ªa con el castellano Casillas pod¨ªa ser, para ella, verdadera publicidad de la ya descaradamente designada como "Marca Espa?a".
La explotaci¨®n publicitaria que por obra del Estado y no menos por los medios de comunicaci¨®n ha tenido esta famosa Victoria de Espa?a, rematada por el obsceno culto de la Puerta del Sol, en que los adoradores de la Copa de Oro recordaban a los de la procesi¨®n del Corpus de Toledo, que m¨¢s que a adorar al Sant¨ªsimo -cosa que puede hacerse en cualquier parte- parecen haber ido a adorar esa secular monta?a labrada en oro y pedrer¨ªa que es la custodia de Arfe, no puede dejar de provocar un repeluco hacia el deporte en general como el que le hizo decir a Leon Bloi: "Creo firmemente que el deporte es el medio m¨¢s seguro para producir una generaci¨®n de cretinos da?inos". A veces, en efecto, tan da?inos como los nazis, acerca de los cuales Jos¨¦ Ignacio Barbero en su excelente introducci¨®n a su propia selecci¨®n de distintos autores, que titula Materiales de sociolog¨ªa del deporte, nos da esta informaci¨®n: "Hitler convirti¨® los Juegos Ol¨ªmpicos en un asunto de vital importancia para el Estado, en una oportunidad hist¨®rica para mostrar al mundo los logros del nacional-socialismo y del Tercer Reich"; y en nota a pie de p¨¢gina da una cita de un manual de Kurt M¨¹nch: "Todo atleta y deportista del Tercer Reich debe servir al Estado... El deporte alem¨¢n es, en el sentido total del t¨¦rmino, pol¨ªtico". Todos conocen las acciones y prop¨®sitos pol¨ªticos, inmensamente criminales, que a continuaci¨®n se perpetraron por mano de los propios seguidores de esa doctrinaria concepci¨®n de los deportes.
En fin, el patriotismo es una mala pasi¨®n, que, con la ya m¨¢s arriba mencionada indiferencia ante lo cruento o lo incruento (que me parece que al menos en el f¨²tbol hace s¨®lo 30 a?os no era as¨ª) se sustenta y perpet¨²a en el hecho de que la Victoria, deportiva o guerrera, sea el ¨²nico o m¨¢ximo instrumento de autoafirmaci¨®n colectiva. La mera idea de "lo colectivo" muchos la ennoblecen, porque no es personal; lo personal suele ser arbitrariamente tachado de individualismo y ego¨ªsmo; lo colectivo, en cambio, pertenece al Nosotros. Convendr¨ªa, por tanto, se?alar que el Nosotros no s¨®lo en la gram¨¢tica es tan persona como el Yo, sino tambi¨¦n, por a?adidura, como se ha visto en la unanimidad del Totalitarismo, much¨ªsimo peor persona.
Rafael S¨¢nchez Ferlosio es escritor.
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