Sin lazos familiares
El pimiento no es hijo de la pimienta, aunque as¨ª lo pretendiese el almirante Col¨®n cuando lo encontr¨® en sus Indias. Puesto que el viaje descubridor se organiz¨® -y financi¨®- para encontrar nuevas rutas por las que traer las tan ansiadas en la ¨¦poca especias de Oriente, cualquier producto encontrado en las nuevas tierras conquistadas parec¨ªa trasunto de las ya conocidas, y as¨ª se pretendi¨® que el capsicum anuum fuese hermano gemelo de la piper nigum, mas la impostura no soport¨® el detallado an¨¢lisis. Los pimientos americanos eran rojos o verdes, y su forma en nada recordaba las peque?as bolitas picantes que son la simiente de la planta oriental, tan utilizada para elevar el tono o ahuyentar el hedor de las comidas medievales.
Mientras en M¨¦xico tienen su aj¨ª, una suerte del nuestro es el piment¨®n
No obstante aquellos pimientos que encontraron los descubridores hoy son famosos por sus virtudes propias y no por las aparentes, las variedades se han multiplicado por mil y los sabores de sus innumerables y diversos ejemplares discurren ahora de forma sutil del puro picor a la excelsa bondad, de la agresividad m¨¢s insoportable a la dulzura que genera un pimiento amarillo asado a la brasa o caramelizado mediante una larga cocci¨®n con aceite de oliva.
El aj¨ª mesoamericano se cr¨ªa en cualquier meridiano y casi cualquier paralelo, en la mayor superficie y en una simple maceta, por lo que su cultivo se extendi¨® de forma infinita por el orbe cuando los primeros ejemplares con sus semillas llegaron a nuestro Viejo Mundo. No obstante, ya el primitivo pimiento triturado se com¨ªa con alegr¨ªa en el M¨¦xico ind¨ªgena, donde lo utilizaban para condimentar los m¨¢s sabrosos guisados y las m¨¢s delicadas carnes, como se ver¨¢. El mismo Bernal D¨ªaz del Castillo lo cuenta en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espa?a, en un cap¨ªtulo que lo retrata como protagonista gastron¨®mico de la jornada. Relata que se preguntaban entre s¨ª los indios que los ten¨ªan atrapados: "Para qu¨¦ quieren comer ¨¦stos pues presto que les tienen de comer a ellos en aj¨ª cocidos, y si Moctezuma no se enojase, que los quiere para su plato, aqu¨ª los habr¨ªamos comido ya."
Una suerte de aj¨ª es nuestro piment¨®n, dulce o picante, seg¨²n los pimientos secos molidos -siempre rojos- pertenezcan a una variedad u otra, largos o cortos -bola, los de Murcia-, secados al aire o al fuego en la m¨¢s famosa versi¨®n del pueblo extreme?o de La Vera, con un aire del humo que los perfuma. Este aj¨ª nacional ha cubierto de color y de sabor los embutidos m¨¢s raciales y los platos m¨¢s conspicuos de nuestras tierras, de los chorizos que por doquier aparecen tras las matanzas porcinas hasta las sobrasadas, de las ca?as de lomo a los botillos bercianos: al cerdo le sienta bien el piment¨®n.
Como les sienta bien a los miles de platos que con su sabor -y tambi¨¦n con su color- se adornan y hacen apetitosos, porque, ?qui¨¦n concibe una paella sin su punto de color?

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