Jos¨¦ Mar¨ªa L¨®pez Pi?ero, la ant¨ªtesis del dogmatismo
Hoy he comprendido, una vez m¨¢s aunque por motivos diferentes, a Pedro Solbes. Hace unos meses, con ocasi¨®n de la muerte de nuestra com¨²n amiga Sole Abad, escribi¨® un precioso obituario en el que empezaba afirmando que ese era el art¨ªculo que nunca hubiera querido escribir. He pensado c¨®mo empezar este art¨ªculo dedicado a una de las personas a quienes m¨¢s he admirado, Jos¨¦ Mar¨ªa L¨®pez Pi?ero, y no he encontrado mejor forma de expresarlo, aunque tenga que reconocer los derechos de autor de Pedro: este es el art¨ªculo que nunca hubiera querido escribir.
Acaba de morir Jos¨¦ Mar¨ªa, entre otras muchas cosas, antiguo director del Colegio Mayor Luis Vives, y la congoja me fuerza a abandonar el sopor veraniego para expresar lo que me hubiera gustado decirle, vivencias compartidas cuando yo era un confuso adolescente y ¨¦l ya un comprometido profesor que viv¨ªa la zozobra universitaria de los a?os sesenta con la incertidumbre de las escasas posibilidades que se ofrec¨ªan entonces a un historiador de la medicina.
En 1964 tuve la suerte de entrar en el Colegio Luis Vives, entonces dirigido por Jos¨¦ Mar¨ªa. No fui consciente de esta suerte hasta que comprob¨¦ el ambiente que all¨ª se respiraba, alejado de la orientaci¨®n ces¨¢reo-papista de la Universidad de aquellos a?os. Todos los colegiales all¨ª residentes comprobamos que hab¨ªa otra forma de pensar, de enfocar los problemas m¨¢s all¨¢ del Catecismo o los escritos de Primo de Rivera. Pi?ero hab¨ªa establecido una pol¨ªtica de gesti¨®n que llamaba "autocontrol", una manera autogestionaria de tomar las decisiones del colegio en que nos reun¨ªa en asamblea. Aun menores de edad, ¨¦ramos universitarios y para ¨¦l deb¨ªamos asumir responsabilidades. Hab¨ªa otra forma de ver las cosas. No era obligatorio ir a misa. Se pod¨ªan organizar actos en los que se criticara al R¨¦gimen. Tantas cosas que asombraban a unos muchachos que no hab¨ªan entrado en la veintena. Todo condujo a amoldar el esp¨ªritu de muchos, como yo, en un sentido tolerante que siempre tendremos que agradecerle.
Era la ant¨ªtesis del dogmatismo, aunque tuviera un fuerte car¨¢cter. Recuerdo la asamblea en la que someti¨® a consideraci¨®n si se compraba una tele. Los progres del momento nos opon¨ªamos: lo ve¨ªamos un instrumento creado por el R¨¦gimen para adocenar a las masas. Su intervenci¨®n explicando que hab¨ªa que diferenciar entre el medio y el contenido, y que nuestra posici¨®n parec¨ªa oponerse al progreso, result¨® admirable e hizo que muchos cambi¨¢ramos de opini¨®n.
A algunos nos regalaba su amistad, adem¨¢s de su magisterio. Linde, Iranzo, Prats (tambi¨¦n fallecidos) Nos, Sanahuja, Deltoro y otros de la anterior generaci¨®n (Mont¨¦s, Garc¨ªa, Gil) que empezaban a hacer sus pinitos como doctorandos y segu¨ªan residiendo en el Luis Vives, ¨¦ramos llamados para comentarnos sus reflexiones sobre temas de actualidad y materias como los nuevos movimientos art¨ªsticos. Para nosotros, que alguien con una mente privilegiada como la suya nos hiciera part¨ªcipes de sus reflexiones y nos pidiera opini¨®n tuvo un enorme significado aquellos a?os. Y cu¨¢nto contribuy¨® a nuestra formaci¨®n.
De origen muy humilde, odiaba el se?oritismo. A veces, nosotros, estudiantes de clase media, nos sent¨ªamos avergonzados de no haber pasado sus dificultades. Una vez, el sector m¨¢s acomodado del colegio promovi¨® una huelga de comedor -que yo no segu¨ª- porque no les gustaban las lentejas. ?l lo sufri¨® en silencio como un insulto personal, pero cuando uno de los profesores residentes, al parecer de familia de puturr¨² de foie, se quej¨® de la comida, explot¨®: " Y t¨², se?orito de mierda, ?qu¨¦ comes en tu casa, ostras y champagne?".
Tras terminar mis estudios nos vimos muy espaciadamente. Me dijeron que estaba depresivo, y me lo confirm¨® ¨¦l mismo cuando, siendo yo conseller, le dimos un premio de la Generalitat. A ra¨ªz de aquello organic¨¦ algunas comidas de antiguos alumnos. Jos¨¦ Mar¨ªa siempre anulaba su asistencia. Me preocup¨®.
Y m¨¢s cuando esta primavera intent¨¦ localizarle: imposible. Las razones que me daban me hac¨ªan temer lo peor. Pero, a modo del redoble de conciencia de Blas de Otero, me he despertado del sopor veraniego para decirle lo que le habr¨ªa dicho de haberle localizado: "Gracias, Jos¨¦ Mar¨ªa, por lo que hiciste por nosotros".
Luis Berenguer Fuster es presidente de la Comisi¨®n Nacional de Competencia.
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