Hombre nuevo, tiempo nuevo
El pasado martes 10 de agosto, la quinta de San Pedro Alejandrino, en la antiqu¨ªsima ciudad de Santa Marta, tesoro de la costa colombiana, fue escenario, sobre el mediod¨ªa, de una reuni¨®n de paz y reconciliaci¨®n entre los presidentes de Venezuela y Colombia. Desde una ventana de esa quinta el Libertador Sim¨®n Bolivar vio por ¨²ltima vez la Sierra Nevada y oli¨® el perfume de melaza que emanaban los trapiches. All¨ª, moribundo pero dictando cartas y proclamas, estamp¨® su sentencia final: "Carajo, c¨®mo voy a salir de este laberinto", la frase con que Garc¨ªa M¨¢rquez titulara su alucinante relato de esos d¨ªas dram¨¢ticos de diciembre de 1830.
Todo en Colombia y Venezuela ha de tener algo de realidad y mucho de magia y la escena de ese martes no escap¨® a la historia. Hace pocas semanas Ch¨¢vez insultaba a Juan Manuel Santos como personero de la oligarqu¨ªa colombiana y este ¨²ltimo, ministro de Defensa de ?lvaro Uribe -estratega del triunfal combate a la guerrilla de las FARC-, acusaba al otro de ser c¨®mplice de esta siniestra organizaci¨®n.
El mayor reto de Santos es que esta Colombia m¨¢s segura pueda afrontar mejor los desaf¨ªos sociales
La Colombia de Santos requiere la flexibilidad del pol¨ªtico y la madurez del estadista
Para mejor entender, ante todo despejemos las claves ideol¨®gicas. Ni Ch¨¢vez es la izquierda ni Uribe y Santos son la derecha.
?Que Ch¨¢vez es la izquierda por decir discursos contra Estados Unidos y nacionalizar empresas? Ser¨ªa pensar muy mal de la izquierda si es que entendemos por ella una aspiraci¨®n de justicia social dentro de la democracia liberal. Su r¨¦gimen asfixia la libertad de prensa, ha derrumbado la econom¨ªa venezolana y, lejos de bajar la pobreza, la ha elevado. Como es un populista, lo que s¨ª hace es mantener subordinados a los pobres con una mezcla de amenazas y prebendas, que est¨¢n en el manual de las herramientas que invent¨® Mussolini.
A la inversa, ?son Uribe y Santos la derecha, como suele repetirse? ?Lo son porque firmaron con Estados Unidos un acuerdo estrat¨¦gico de ayuda para enfrentar a la guerrilla, cuando los dem¨¢s vacilaban o apenas enviaban alg¨²n mensaje de solidaridad ret¨®rica? Combatir a esa narcoguerrilla ha sido el gran cr¨¦dito de esta dupla de gobernantes que con su pol¨ªtica de seguridad democr¨¢tica le devolvieron a su gente la posibilidad de vivir en paz, lo que agradecen -m¨¢s que nadie- los pobres de los barrios de las grandes ciudades o de esos pueblos que estaban tiranizados por caciques de la droga inmunes a la mano del Estado. De ah¨ª la popularidad sin precedentes de Uribe, quien -pese a lo que gast¨® en combate- puede mostrar hoy que baj¨® la pobreza del 58,7% al 45,5%, la indigencia del 19,7% al 16,4% y el desempleo del 14,3% al 11,8%. ?Esto es derecha?
Si observamos las relaciones con los Estados vecinos, es evidente que han estado envenenadas por la verborrea del presidente venezolano, maquillaje para sus complicidades con las FARC.
No igual, pero de consecuencias parecidas, ha sido la relaci¨®n con Ecuador, cuyo presidente nunca ha agudizado sus conflictos, pero que en su momento qued¨® jur¨ªdica y pol¨ªticamente obligado a asumir una actitud de dureza cuando las Fuerzas Armadas colombianas se introdujeron en la selva ecuatoriana y capturaron los ordenadores de Ra¨²l Reyes, el conductor intelectual de la guerrilla, muerto en la operaci¨®n. Los hechos mostraron luego que Reyes estaba violando la propia soberan¨ªa ecuatoriana, pues ejecutaba desde all¨ª actos militares contra Colombia. Las famosas computadoras, que ahora vuelven a Ecuador, arrojaron una informaci¨®n cuya autenticidad ya nadie discute.
En pocos d¨ªas el clima ha cambiado, en Colombia y en la regi¨®n. Santos se ha ganado a la oposici¨®n, ha tendido puentes con los jueces que estaban enfrentados a Uribe y ha recompuesto la relaci¨®n con Venezuela. Est¨¢, como dicen los franceses, en "estado de gracia".Pero no nos enga?emos. La guerrilla sigue all¨ª y la bomba en el distrito financiero de Bogot¨¢, estallada pocas horas despu¨¦s de la reuni¨®n de Santa Marta, es un claro recordatorio.
Tampoco olvidemos que si ?lvaro Uribe mantiene su enorme popularidad es por los ¨¦xitos de su lucha contra la guerrilla. En ella Juan Manuel Santos va a seguir, porque lo cree, porque es el mismo que dirigi¨® esa notable ofensiva y porque los hechos no le van a dejar margen. Su desaf¨ªo es lograr que esas necesidades militares no lo lleven a los rompimientos del periodo pasado y que en el plano pol¨ªtico encuentre una mayor comprensi¨®n.
Tiene una ventaja y es que ha quedado claro que los que viven inventando di¨¢logos con una guerrilla que solo dialoga cuando t¨¢cticamente lo precisa, no han cosechado apoyo por esa v¨ªa de presunto humanismo que es solo un entreguismo a lo M¨²nich.
El presidente Juan Manuel Santos, por cierto, viene de la ¨¦lite colombiana, pero lejos de descalificarlo lo ubica como heredero de una tradici¨®n liberal que lucha desde los tiempos coloniales por un republicanismo democr¨¢tico.
Su t¨ªoabuelo, Enrique Santos Montejo, fue un presidente liberal y su familia -y ¨¦l mismo- han estado desde 1911 en El Tiempo batallando con la pluma por los mismos ideales. No ha sido la fortuna la fuerza de los Santos, que incluso ya no poseen la mayor¨ªa de su diario, sino su compromiso con Colombia. Del cual Juan Manuel es un nuevo testimonio, como ministro de tres Gobiernos de distinto signo, hoy rodeado, adem¨¢s, de un excelente Gabinete .
Los hombres siempre ponen su sello aunque las circunstancias son las que les elijen la tarea. A Uribe le toc¨® rescatar el Estado, recuperar el territorio, poner a los enemigos en retirada. Lo logr¨®. Habr¨¢ tenido aciertos y errores, pero no se apart¨® de la legalidad y acat¨® en silencio el fallo judicial cuando todo conduc¨ªa a tentarlo en otro intento reeleccionista que hubiera sido nefasto.
A Juan Manuel le toca conducir una etapa distinta. Al enemigo en retirada deber¨¢ seguirlo acotando, ojal¨¢ que hasta su rendici¨®n final. Pero su desaf¨ªo hoy mayor es que esta Colombia m¨¢s segura pueda enfrentar mejor esos desaf¨ªos sociales que siguen pidiendo con urgencia atenci¨®n.
Para la tarea anterior se precisaba de ese compromiso vital temerario, casi mesi¨¢nico, que mostr¨® ?lvaro Uribe desde su primer d¨ªa.
Para este momento, se requiere de la flexibilidad del pol¨ªtico y de la madurez del estadista. Ojal¨¢ que la frontera no se lo impida y que, adentro, entiendan los que tienen que entender.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.