Pasadizos a la belleza
Para entender las noticias que ¨²ltimamente nos llegan de B¨¦lgica hay que saber que su modelo de convivencia, al menos hasta ahora, est¨¢ basado en la aceptaci¨®n de la paradoja como elemento esencial de la belgitude, una forma de conciencia colectiva que funda la identidad nacional nada menos que en la falta de identidad. Esta inclinaci¨®n natural hacia lo imposible bastar¨ªa para entroncar a Bernard Quiriny (B¨¦lgica, 1978) con la denominada "¨¦cole belge de l'¨¦trange" si no fuera porque en una entrevista con motivo de su exitoso debut, La angustia de la primera frase, el propio autor confesaba desconocer la tradici¨®n que supuestamente estaba continuando.
Ya lo ven, de nuevo una paradoja, a no ser que como buen belga Quiriny le hubiera perdido el respeto a las fronteras y se divirtiera saltando entre pasado y presente, realidad y fantas¨ªa o vida y literatura con la misma soltura con que su personaje Pierre Gould se propuso apu?alar a Vila-Matas. El escritor espa?ol se tom¨® el ataque en serio y respondi¨® con un relato a modo de pr¨®logo para la edici¨®n original de estos Cuentos carn¨ªvoros, una pieza que comunica con el resto de los cuentos del libro del modo en que lo hacen los pasadizos y escaleras en un dibujo de Escher.
Cuentos carn¨ªvoros
Bernard Quiriny
Traducci¨®n de Marcelo Cohen
Acantilado. Barcelona, 2010
216 p¨¢ginas. 18 euros
La comparaci¨®n no es gratuita: si la estructura de cada historia es capaz de sostener el peso de tanta fantas¨ªa es porque el conjunto ha sido debidamente apuntalado con una prosa rica y contenida, sin alardes verbales que puedan desviar la atenci¨®n de lo que verdaderamente importa. Ser¨ªa un estropicio reventarles con res¨²menes telegr¨¢ficos cualquiera de los catorce relatos que conforman el libro, pero para darles una pista en clave de jazz, donde la versi¨®n adquiere rango de obra, les dir¨¦ que Quiriny interpreta con maestr¨ªa los standards de Borges, Buzzati o Aym¨¦. El rigor con que presenta los antecedentes de cada relato logra hacer veros¨ªmiles propuestas y planteamientos que sin la debida preparaci¨®n se nos quedar¨ªan atragantados. Incluso aquellos que a simple vista puedan parecer meras ocurrencias tienen siempre un trasfondo inquietante, una l¨®gica po¨¦tica que aplicada a la paradoja produce im¨¢genes extra?amente bellas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.