Las grietas del G-20
La crisis financiera mundial ha hecho de r¨¢pido y eficiente catalizador para el G-20. Las tres primeras cumbres de jefes de Estado del G-20, celebradas en Washington, Londres y Pittsburgh, ser¨¢n recordadas por haber hecho avanzar el multilateralismo y las medidas mundiales coordinadas, pero el G-20 sigue siendo en gran medida una labor en marcha... y que necesita mucha labor para tener ¨¦xito, como lo demostr¨® su m¨¢s reciente cumbre, celebrada en Toronto.
La cumbre del G-20 celebrada en Washington en 2008 fue la primera en la que los jefes de Estado de los pa¨ªses miembros se reunieron desde la creaci¨®n del grupo en 1997. El G-8 hab¨ªa dejado de ser un veh¨ªculo apropiado para la gobernaci¨®n econ¨®mica mundial, dada la necesidad de estabilizar los mercados financieros de todo el mundo. Para encontrar una respuesta a la crisis, hab¨ªa que escuchar las voces de pa¨ªses como, por ejemplo, China, India y Brasil. Con el empeoramiento de la crisis financiera, la cumbre de Londres, celebrada en 2009, acord¨® un est¨ªmulo fiscal y monetario sin precedentes y respald¨® un marco regulador y supervisor m¨¢s coherente a escala mundial. En vista del ¨¦xito del G-20, la cumbre de Pittsburgh lo reconoci¨® como el foro principal para la cooperaci¨®n econ¨®mica mundial.
Es esencial que sean los dirigentes mundiales, y no los mercados, los que dirijan las reformas
Debemos vencer la inercia que nos hace mantener alianzas antiguas
Ese reconocimiento infundi¨® esperanzas sobre el G-20 y le concedi¨® el prestigio que merec¨ªa: es el ¨²nico foro en el que las potencias mundiales y los pa¨ªses en ascenso se sientan como iguales a la misma mesa. La premisa es clara: como la crisis revel¨® con mayor evidencia que nunca, la interdependencia de los pa¨ªses es ineludible. Ante los imperativos mundiales actuales, la ¨²nica reacci¨®n posible debe ser mundial. No hay otra posible opci¨®n, pero la imprecisi¨®n del acuerdo alcanzado en la cumbre de Toronto, celebrada el pasado mes de junio, ha dejado mal sabor de boca a los dirigentes pol¨ªticos.
Dos claras discrepancias destacan como causas de desacuerdo. La primera es la divergencia transatl¨¢ntica sobre la mejor forma de lograr un regreso al crecimiento s¨®lido. Estados Unidos es partidario de continuar con el est¨ªmulo econ¨®mico, mientras que la Uni¨®n Europea prefiere la consolidaci¨®n fiscal. La otra causa de la disensi¨®n es el desacuerdo sobre una tasa bancaria. EE UU, la UE y Jap¨®n son partidarios de ella, mientras que los pa¨ªses en ascenso, adem¨¢s del Canad¨¢ y Australia, se oponen.
Si bien se ha logrado un acuerdo (se ha fijado 2013 como el a?o en que reducir los d¨¦ficits presupuestarios a la mitad, y 2016 como aquel en que estabilizar la deuda soberana), el consenso no sigue la direcci¨®n adecuada. No se trata de una oposici¨®n entre est¨ªmulo y d¨¦ficit. Los dos son necesarios. Aun respetando las idiosincrasias de cada situaci¨®n, siguen existiendo suficientes puntos en com¨²n para lograr una mayor precisi¨®n en los acuerdos. Lo mismo se puede decir de la transparencia, la rendici¨®n de cuentas y la regulaci¨®n de la tasa bancaria. S¨¦ perfectamente que no se trata de una tarea f¨¢cil, pero es esencial que sean los dirigentes mundiales -y no los mercados- los que dirijan las reformas.
Adem¨¢s, se ha repetido una costumbre que se debe cambiar. Evidentemente, la celebraci¨®n de una cumbre del G-8 justo antes de una cumbre del G-20, como ocurri¨® en Canad¨¢ el pasado mes de junio, solo sirve para prolongar el mantenimiento de dos clubes por separado, cosa que resulta insostenible. El papel del G-20 debe cobrar mayor importancia, dada la participaci¨®n de los pa¨ªses en ascenso en el PIB mundial -que, seg¨²n las proyecciones, ascender¨¢ al 60% en 2030- y el car¨¢cter mundial de los imperativos del siglo XXI. Si queremos lograr avances en la resoluci¨®n de los problemas de la gobernaci¨®n mundial, debemos adoptar medidas en com¨²n para superar esta crisis econ¨®mica y en relaci¨®n con otras cuestiones esenciales, como, por ejemplo, la no proliferaci¨®n nuclear mundial.
El problema radica en que, pese a la clara necesidad de multilateralismo, existe el riesgo de una reca¨ªda en el bilateralismo por falta de una capacidad de direcci¨®n mundial. La atenci¨®n del presidente de EE UU, Barack Obama, est¨¢ centrada en asuntos de gran importancia, como, por ejemplo, Oriente Pr¨®ximo, la evoluci¨®n de su estrategia en Afganist¨¢n y los apuros de la econom¨ªa americana. Lo mismo es aplicable a la UE, donde la atenci¨®n -y las medidas- se han centrado en los ¨²ltimos meses en la defensa del euro y la resoluci¨®n de las dificultades econ¨®micas en la periferia de la Uni¨®n.
Entretanto, las potencias en ascenso siguen inclin¨¢ndose por el bilateralismo y se alinean con otros pa¨ªses. La falta de acuerdo en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra Ir¨¢n no contribuye a la coordinaci¨®n y la cooperaci¨®n dentro del G-20.
Las cumbres deben estar bien preparadas y constituir un foro para debatir las grandes cuestiones mundiales actuales. Unas propuestas coherentes, claras y precisas dar¨¢n un resultado m¨¢s aceptable para todos, pero tan importante como la adopci¨®n de decisiones es su explicaci¨®n. Una cumbre del G-20 no es algo que ocurra todos los d¨ªas. Es un acontecimiento mundial. En particular, en un momento de crisis que ha causado tanto sufrimiento, se deben explicar sus decisiones al p¨²blico con claridad y sin cacofon¨ªa. La angustia de la poblaci¨®n requiere ese esfuerzo y eso fue algo que falt¨® en Toronto.
El mundo sigue en una fase de transici¨®n delicada y no est¨¢ claro en qu¨¦ direcci¨®n se orientar¨¢ el G-20. Ahora el imperativo principal es el de seguir utilizando la "geometr¨ªa de 20" para crear instrumentos de gobernaci¨®n mundial. Aunque la tormenta econ¨®mica ha perdido intensidad, a¨²n no se ha calmado, por lo que queda mucho por hacer. Como los pa¨ªses avanzan hacia el crecimiento a diferentes velocidades, la estrategia mundial debe seguir siendo una prioridad.
El grado de interdependencia entre los pa¨ªses est¨¢ aumentando y el car¨¢cter mundial de nuestros problemas es inherente. En el marco del multilateralismo, los pa¨ªses deben esforzarse por suavizar sus diferencias e intensificar sus relaciones: debemos vencer la inercia que nos hace mantener ideas antiguas... y alianzas antiguas.
Javier Solana es presidente del Center for Global Economy and Geopolitics de ESADE Business School. ? Project Syndicate, 2010. Traducido del ingl¨¦s por Carlos Manzano.
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