Recordando al "se?or televisi¨®n"
Los hu¨¦rfanos v¨ªctimas de abusos en la Casa P¨ªa tratan con desigual fortuna de rehacer sus vidas - El presentador condenado sigue proclam¨¢ndose inocente
"La primera vez que fui a la Polic¨ªa Judicial no quer¨ªa hablar. Luego vi que los otros contaban y no pod¨ªa ser menos. Ten¨ªa que contar lo que pas¨®". Diogo, de 24 a?os, es una de las 32 v¨ªctimas del juicio m¨¢s largo de Portugal, por abusos de menores que estaban internados en la Casa P¨ªa de Lisboa, una orfanato creado hace dos siglos. El viernes de la semana pasada el tribunal dict¨® sentencia, ocho a?os despu¨¦s de estallar el esc¨¢ndalo y seis m¨¢s tarde del comienzo del proceso. Seis de los siete acusados fueron condenados a penas entre l8 y seis a?os de prisi¨®n, por abuso sexual de menores, violaci¨®n y pornograf¨ªa infantil. En el banquillo hab¨ªa un presentador de televisi¨®n, un embajador, m¨¦dicos y abogados.
Algunos chicos se han reintegrado; otros conocen la c¨¢rcel y el suicidio
La presi¨®n sobre los investigadores se agrav¨® cuando se inculp¨® a pol¨ªticos
Hijo de padres separados, Diogo fue abandonado a los seis a?os y acogido por una familia amiga, que m¨¢s tarde lo entreg¨® a la Casa P¨ªa. Estuvo en el orfanato de los 11 a los 18 a?os. Los dos primeros fueron un infierno. Carlos Silvino, conocido como Bibi, antiguo alumno del centro que trabajaba de ch¨®fer y jardinero, era un tipo amable con los muchachos. Un d¨ªa, invit¨® a Diogo y otros compa?eros "a dar un paseo". La salida termin¨® en una vivienda donde esperaban otros hombres con las peores intenciones. Hubo m¨¢s "paseos" que sol¨ªan acabar en dos casas en Elvas, junto a la frontera con Extremadura, y en Buraca, en la periferia de Lisboa.
En Elvas identific¨® a Carlos Cruz, 68 a?os, conocido como "Se?or Televisi¨®n" por ser uno de los rostros m¨¢s populares de la radio y televisi¨®n portuguesas. "Cuando lo vi, qued¨¦ en estado de shock". De los tres delitos de abuso sexual de menores por los que fue condenado el periodista (siete a?os de prisi¨®n), en dos de ellos la v¨ªctima fue Diogo. "Estuve dos veces con ¨¦l", admite el joven, que tambi¨¦n fue violentado por los otros cinco condenados, sobre todo por Silvino. Las v¨ªctimas recib¨ªan dinero y regalos de los pederastas, a trav¨¦s de Bibi, que era al mismo tiempo abusador y suministrador de ni?os. "Entre nosotros no coment¨¢bamos nada. Nos sent¨ªamos avergonzados. Era posible negarse, yo lo hice a los 13 a?os, pero el miedo a represalias era muy grande".
Su declaraci¨®n en el proceso fue decisiva. La juez Ana Peres la crey¨® "m¨¢s compatible con la verdad que con la creaci¨®n de una mentira". No olvidar¨¢ Diogo aquellos d¨ªas en que tuvo sentados enfrente a los acusados, mientras contestaba las preguntas de los abogados y el fiscal. "Los dos primeros fueron terribles", recuerda. Hablaba y las l¨¢grimas resbalaban por las mejillas. "Los reconoc¨ª a todos, porque los hab¨ªa visto en las casas de Elvas y Buraca".
"Todo esto es una gran fantas¨ªa", replica el abogado Ricardo S¨¢ Fernandes, defensor de Carlos Cruz. "Los jueces han ido detr¨¢s de algo que no existe". Entonces, ?qui¨¦n lo invent¨®? "Los medios, la polic¨ªa, el Ministerio P¨²blico y la sociedad. Ninguno de los acusados fue mencionado por los muchachos antes de que sus nombres aparecieran en los medios de comunicaci¨®n".
Cruz y sus abogados han difundido esta tesis en conferencias de prensa, entrevistas y el libro Preso 374, que public¨® en 2004. Su enorme popularidad le ha garantizado una amplia presencia en la prensa y televisi¨®n. No ha sido suficiente para revertir el criterio de los tres jueces que integraban el tribunal que le ha condenado, junto a Carlos Silvino (18 a?os), el m¨¦dico Jo?o Ferreira Diniz (siete a?os), el embajador Jorge Ritto (seis a?os y ocho meses), el abogado Hugo Mar?al (seis a?os y dos meses) y el antiguo subdirector de Casa P¨ªa, Manuel Abrantes (cinco a?os y nueve meses).
"Tengo la convicci¨®n de que mis clientes dicen la verdad", dice sin pesta?ear Miguel Matias, 45 a?os, que dirige el equipo de abogados que defiende a 30 de las v¨ªctimas. "?Por qu¨¦ estos j¨®venes hablaron de estas personas, hoy condenadas, y no mencionaron a otras?", pregunta el abogado, que recuerda con indignaci¨®n "las evidencias f¨ªsicas" de los abusos, "comprobadas por los m¨¦dicos del Instituto de Medicina Legal". Por no hablar de las secuelas psicol¨®gicas, certificadas por peritos que siguieron las orientaciones de las autoridades psiqui¨¢tricas de Estados Unidos y Francia.
Diogo tiene novia, trabaja en un centro comercial y estudia Antropolog¨ªa. "Tengo una vida normal", cuenta en una cafeter¨ªa del Parque de las Naciones lisboeta, con una discreta cresta engominada, vaqueros tipo pescador y auriculares para escuchar a Eminem. Bernardo Teixeira, de 23 a?os, autor del libro ?Por qu¨¦ a m¨ª?, donde relata la historia de los abusos sexuales sufridos, y Francisco Guerra, uno de los testigos clave del proceso, no han tenido inconveniente en revelar su identidad: los dos tienen trabajo y no les va mal. Pero la mayor¨ªa tiene serias dificultades para lograr una m¨ªnima estabilidad. "Uno de los primeros en denunciar est¨¢ preso en Brasil por transportar coca¨ªna en el est¨®mago. Otros dos intentaron suicidarse. Son personas muy fr¨¢giles, que fueron abandonados para ir a parar a la Casa P¨ªa, donde una persona como Carlos Silvino, que les apoyaba, abus¨® de ellos", explica el abogado.
En boca de todas las fuentes entrevistadas hay un nombre: Paulo Pedroso. Antiguo ministro socialista de Trabajo y muy cercano al ex l¨ªder del Partido Socialista Eduardo Ferro Rodrigues, estuvo incriminado, cuatro meses encarcelado y finalmente exculpado. Una decisi¨®n muy criticada por los defensores de las v¨ªctimas y voces como la de Pedro Namora, antiguo alumno de la Casa P¨ªa, abogado, que destap¨® el esc¨¢ndalo a partir de las declaraciones de Joel, el primer testimonio. Namora escribi¨® el libro El dolor de los ni?os no miente, para "desenmascarar la campa?a que se orquest¨® en Portugal con el apoyo de Mario Soares y Manuel Alegre, entre otras personalidades, para eximir de responsabilidad a su apadrinado pol¨ªtico, Paulo Pedroso". Diogo se?al¨® a Pedroso cuando declar¨® ante el tribunal. "Pero no voy a remar contra una marea que est¨¢ contra m¨ª", dice. Lo cierto es que las presiones pol¨ªticas est¨¢n documentadas en las escuchas telef¨®nicas que constan en el sumario, donde aparecen nombres importantes del poder pol¨ªtico y judicial de la presente d¨¦cada.
"Hubo muchas perturbaciones en la investigaci¨®n", subraya Matias, quien no olvida que algunos chicos reconocieron e identificaron no solo a Pedroso. Tambi¨¦n a Jaime Gama, actual presidente de la Asamblea de la Rep¨²blica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.